"Yo nací hace tiempo de una masacre, mi familia fue degollada contra el muro de nuestro jardín, y hoy, años después, a miles de kilómetros de allí, la maquinaria de la sangre parece haberse puesto de nuevo en marcha. De Leónie a Janice, de Janice a Chuck y su desgraciado perro, y de Chuck a Rooney, revivo, uno por uno, todos los muertos que me vieron nacer. Es como un juego de pistas macabro que se practica sobre la tierra de América y en el que otros antes que yo, indios, colonos, nordistas o sudistas, sufrieron las mismas carnicerías, y sólo ahora empiezo a entenderla. No se ha acabado porque sigue aullando y parece que me llama cada vez con mayor insistencia, parece que me nombra por mi propio nombre".
Estamos en la página 307. Hasta ahora han sido una sucesión de animales -perros, arañas, ratas, pájaros...- los que han ido narrando una historia que empieza con un asesinato brutal y terminará con un horrendo sacrificio humano que, sin embargo, tiene mucho de redentor.
Hacía mucho tiempo que una novela no me agarraba por el cuello y me sacudía y me atrapaba como ha hecho esta.
Su autor tiene una historia personal que nos ayuda a entender mejor la novela.
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