“Son los presupuestos más sociales de la historia de la democracia española, de cada 100 euros, 63 se dedican a gasto social". Lo dijo ayer el ministro Montoro. Pero no es verdad. Todo se reduce a una grosera operación de ingeniería contable, perfectamente explicada por Juanma Romero en PÚBLICO:
Montoro provocó el titular, pero manipuló las cifras. Y es fácil descubrirlo. Basta con ir a los libros amarillos de los PGE de 2012 y 2013, los documentos que resumen las principales partidas del proyecto del Gobierno cada año. Montoro no tomó como referencia el volumen total de las cuentas para el año próximo, sino lo que quedará en las arcas del Estado tras pagar 38.589,55 millones de euros en concepto del pago de intereses de la deuda pública.
Hasta ahora, siempre se incluía en el cuadro resumen de las políticas de gasto el monto de la deuda soberana. En el proyecto de 2012, se presupuestaron 28.848 millones de euros (un 9,3% del total). Esa cantidad se tenía en cuenta a la hora de estimar el peso porcentual del llamado gasto social –que incluye la inversión en sanidad, educación, servicios sociales, dependencia, pensiones, fomento del empleo, acceso a la vivienda, cultura...–. Así, los 175.382,70 millones de euros destinados en 2012 al gasto social suponían un 56,2% del conjunto del gasto. El propio Gobierno del Mariano Rajoy, en su libro amarillo de los Presupuestos de 2012, recogía esa cantidad y ese porcentaje.
Para las cuentas de 2013, Montoro buscó un artificio contable. Hizo que los 178.771,36 millones de euros de gasto social pesaran un 63,6%. ¿Cómo? Sacando del volumen total del gasto los 38.589,55 millones que supondrá el pago de intereses de la deuda. Si se incluye esa partida (que aumenta 10.000 millones respecto al ejercicio vigente), y para ello basta una simple regla de tres, resulta que el gasto social de los PGE de 2013 es del 55,9%, una cifra muy similar a la de 2012 y netamente inferior a la de 2011. En ese año, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero reservó el 58% al gasto social.
Se me ocurren tres posibilidades para explicar la afirmación infundada de Montoro:
1. Que no sepa de lo que está hablando y que se haya limitado a leer un papel preparado por algún técnico de su ministerio. Sería muy prepcupante, pero no parece probable.
2. Que Montoro, que ayer llevaba unas gafas cuya barra brillaba con un intenso color verde, vea la realidad del color de sus anteojos. Tampoco me parece probable.
3. Que el ministro mienta, directa y conscientemente. Y lo que es peor, que mienta de manera absolutamente gratuita, ya que no puede creer que su afirmación vaya a colar. Que mienta por buscar un titular, por hacer la gracia, por hacerse el listo en la tribuna del Congreso. Que mienta en algo tan serio.
¡Montoroso!
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