martes, 18 de septiembre de 2012

Santiago Carrillo

Hace aproximadamente un año tuve ocasión de compartir mantel y conversación con Santiago Carrillo. Me asombró su lucidez, su capacidad para recoger y responder a varias preguntas sin necesidad de apuntar una sola línea y su humor.
Estaba a gusto y se le notaba. Apenas si comió unos bocados, pero antes de que retiraran el primer plato ya encendía un cigarro. El camarero, azorado, le miraba discretamente sin decir nada. "No se preocupe", le comentó Roberto. "Yo soy médico, y le aseguro que para Santiago el cigarro es como una medicina".
Yo le dije: "Santiago, ¿me dejas hacerte una foto? No te preocupes, que no la voy a hacer pública". A lo que Carrillo me respondió: "No importa. ¿Qué me van a hacer? ¿Llevarme a la cárcel?". Y siguió fumando y charlando.




"La juventud de hoy ha entrado en la vida en condiciones muy distintas a las que tuvo mi generación. En la mía, la proclamación de la República y la desaparición de un régimen secular provocó una eclosión de talentos, de iniciativas, sensibilizó a la juventud e hizo de nosotros una generación que intervino en la política sin llegar a la mayoría de edad. Pero es que la vida entonces era muchísimo más dura. Aunque hoy la juventud tiene problemas serios, entonces los teníamos mucho más serios. Hoy los jóvenes no saben bien cuál va a ser su futuro, cómo van a trabajar, a emplear su talento. Lo más grave es que estamos en una sociedad en que el sistema capitalista ha convertido a los hombres y a las mujeres en consumidores alocados que piensan mucho más en el interés personal que en el colectivo y en el de las capas más modestas. Los medios de comunicación muestran a personajes a imitar: personas como Berlusconi, que amasan millones de manera poco honesta. Recuerdo que hace años, en España, el prototipo era Mario Conde. El Che Guevara, Ho Chi Minh, Fidel Castro, los héroes de otra generación, hoy los sustituyen futbolistas, hombres de negocios.... Hay en esta sociedad muchos medios de comunicación en manos de las multinacionales que tratan de orientar a los jóvenes en un camino perverso. Los mayores quizá tenemos culpa de ello porque no hemos sido capaces de hacer frente a esa nueva moral que establece hoy el capitalismo. No hemos sido capaces de dar a la juventud una ideología basada en el interés colectivo. Esa es la tarea que debería acometer una izquierda moderna".






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