sábado, 7 de septiembre de 2024

Elogio del caminar

Leslie Stephen
Elogio del caminar
Ilustraciones de Manuel Marsol
Traducción de Andrés Catalán
Nórdica, 2024

"Es posible que me arrepienta en algún momento de algunos placeres que no merecen tal calificación, pero el placer que aquí me ocupa es señalada y fundamentalmente inocente. Caminar es a las actividades lúdicas lo que labrar y pescar es a la industria: es primitivo y simple; nos pone en contacto con la madre tierra y la sencilla naturaleza; no requiere de un equipo complejo ni de un entusiasmo fuera de lo común. Resulta adecuado incluso para los poetas y filósofos, y quien quiera disfrutarlo ha de estar al menos predispuesto a convertirse en un devoto de la «querúbica Contemplación»".


Delicioso ensayo del filósofo Leslie Stephen, padre de Virginia Woolf y pionero del alpinismo británico. Publicado originalmente en 1898, se trata de una firme reivindicación de la slow mountain y, más en general, del caminar reposado y contemplativo como actividad no solo física y mental, sino profundamente espiritual. Como una actividad que tiene sentido por sí misma, sin necesidad de vincularla al logro de no se qué hitos o hazañas:

"Por supuesto, se da el caso de caminantes profesionales que establecen «récords» y buscan el aplauso de las masas. Cuando leo las maravillosas hazañas del inmortal capitán Barclay [caminante escocés que ganó un premio de mil guineas por caminar mil millas en mil horas] siento una respetuosa admiración, pero me temo que su motivación se deba más a la vanidad que a las emociones que disfrutan las inteligencias más elevadas. El verdadero caminante es alguien a quien el empeño le resulta en sí mismo placentero; que ciertamente no es tan petulante como para sentirse por encima de cierta complacencia en la capacidad física necesaria, pero que subordina el esfuerzo muscular de las piernas a las «elucubraciones» que este les suscita; a las tranquilas reflexiones e imaginaciones que surgen de forma espontánea al caminar, y que producen la armonía intelectual que es el acompañamiento natural del ruido monótono de sus pasos".

¿Que puede haber un puntito de superioridad moral muy adecuada para quienes no podemos ser trail runners, mountain bikers o kilianjorneters? Puede, puede que haya su poquito de necesidad (o incapacidad) hecha virtud. Pero hay, sobre todo, mucha sabiduría y prevención frente a una deriva "limitefóbica" que, constitutiva de este capitalismo caníbal, ha irrumpido desde hace tiempo en el ámbito del deporte y en el montañismo en particular.
 
Una lectura sencilla pero profunda a la vez. Acompañada con las hermosas ilustraciones de Manuel Marsol.  





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