jueves, 15 de agosto de 2024

El brazo de Pollak

Hans von Trotha
El brazo de Pollak
Traducción de Jorge Seca
Periférica, 2024

"Todos mis recuerdos de los años de Viena son oscuros. Como si nunca hubiera brillado el sol. Sé que es imposible que el sol no luzca en cuatro años. Aun así, unas nubes plomizas sobre una ciudad gris penetrada por la humedad y llena de mujeres y hombres descontentos y malhumorados: ésa es la Viena de mis recuerdos. De todas formas, en aquella época aún no había fascistas, pero sí antisemitas, muchos más que aquí en Roma. Y nadie podía barruntar que todo se volvería más oscuro, de una oscuridad creciente imposible de concebir. La gente pensaba por aquel entonces que no podía haber algo más oscuro que la oscuridad completa".


La historia tiene lugar en Roma, en la noche del 17 al 18 de octubre de 1943, En una sala del Vaticano el profesor K., catedrático de instituto berlinés, informa a monseñor F., antiguo miembro del servicio diplomático de la Santa Sede, de sus gestiones para trasladar al Vaticano a Ludwig Pollak y a su familia y así ponerles a salvo de la deportación de los judíos romanos a Auschwitz-Birkenau planeada por las tropas nazis que ocupaban la ciudad.
 
Pollak fue un arqueólogo de origen judío y un destacado marchante de arte, un "virtuoso de la mirada" capaz de descubrir auténticas maravillas que luego formaron parte de las colecciones de los mas prestigiosos museos europeos. El más destacado de estos descubrimientos fue el brazo derecho de Laocoonte, del impresionante grupo escultórico "Laocoonte y sus hijos", esculpido por Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas en el siglo I d. C. Descubierto en Roma en 1506, la obra se encontraba dañada, faltando algunas partes de la misma, como los brazos derechos de Laocoonte y de uno de sus hijos, la mano derecha del otro hijo y algunos fragmentos de las serpientes que los atormentan. La ausencia del brazo derecho de Laocoonte fue desde entonces objeto de una polémica que va mucho más allá de lo meramente artístico.
 
Adquirida por el papa Julio II, cuando se planteó su restauración Miguel Ángel defendió que el brazo de Laocoonte deberçia estar flexionado, no extendido, pero, en contra de su opinión, los sucesivos restauradores optaron por representar el brazo alzado. Como puede apreciarse en "El Hallazgo del Laocoonte", obra de 1773 del pintor francés Hubert Robert, el brazo de Laocoonte está extendido, como aguantando el pulso de la serpiente.

¿Qué importancia podía tener la posición del brazo de Laocoonte?

"A muchas esculturas de la Antigüedad les falta el brazo derecho, que, en la mayoría de los casos, es el miembro más expuesto, ya que expresa el sentido de la escultura. El brazo derecho decide. Sobre todo, en el Laocoone. No sobre la vida y la muerte, pues a Laocoonte le aguarda una muerte segura. Pero la manera de enfrentarse a la serpiente, lo que hace con ella y ella con él, eso lo decide el brazo derecho, o sea, decide si ese hombre abocado a la muerte es al final un héroe o si tal vez nunca lo fue y no es sino un mero ser humano, posiblemente incluso deplorable, una víctima. 
El brazo derecho alberga la verdad".

El descubrimiento de Pollak en 1905 de un fragmento del brazo original aclaró definitivamente la cuestión, y el brazo aparece flexionado desde la última restauración del grupo escultórico realizada entre 1957 y 1960.



Esta historia, fascinante en sí misma, le sirve a Hans von Trotha para construir una desasosegante reflexión sobre los fascismos de ayer y de hoy:
 
"Hace mucho tiempo que las serpientes marinas se extendieron por Roma, dijo Pollak. Son imprevisibles. Lo estrangulan a uno hasta que ya no puede respirar; a otro lo muerden y se complacen en saborearlo mientras perece. Estamos mucho más seguros si no salimos, si sencillamente nos quedamos aquí. ¿Qué van a hacer con un anciano como yo? Aún así, la serpiente vence. Eso es lo que nos enseña Laocoonte. El ser humano no gana contra las serpientes que le envían los dioses, no en este mundo".
 
Con esto no estoy de acuerdo. Laocoonte fue un Feurmelder, uno de esos avisadoras y avisadores del fuego, esas personas con la capacidad de leer los signos del tiempo que les ha tocado vivir, sus derivas potencialmente catastróficas, que se esfuerzan por avisar del incendio antes de que el fuego se propague, por "cortar la mecha encendida antes de que la chispa llegue a la dinamita" (Walter Benjamin, Dirección única, Alfaguara, 1987; traducción de Juan J. del Solar y Mercedes Allendesalazar). 
 
Advirtió a la población de Troya de los riesgos a los que se enfrentaban -"Timeo Danaos et dona ferentes", desconfío de los dánaos (griegos) incluso cuando traen regalos-, no tuvo éxito y Troya sucumbió. Pero es lo que nos toca seguir haciendo también hoy: rechazar el regalo envenenado de los nuevos fascismos, ocultos en el caballo de Troya de la seguridad y la identidad. Agarrando bien fuerte a la serpiente. Y que sea lo que los dioses quieran.

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