[1] A lo largo del
año 2023 y hasta julio de 2024 Lanbide suspendió la RGI a casi seis mil
personas, algo más de un 10 por ciento del total de personas perceptoras. Ya
sólo este dato debería activar nuestra atención y sacarnos de cualquier
discurso autocomplaciente. “¿Por qué no observar la estructura de los programas
en vez de las fallas de los beneficiarios? […] ¿Por qué no diseñar programas
que toleren más las equivocaciones?” (S. Mullainathan y E. Shafir, Escasez). Máxime cuando muchas veces ni
siquiera hablamos de equivocaciones de las personas perceptoras sino de fallos
en el propio programa, que pretende formalizar, burocratizar y controlar unas
vidas cada vez más líquidas, más inciertas, más fluidas. Con lo que acaba por
imponer normas y procedimientos que rompen la organicidad de la vida.
[2] En su
comparecencia ante la comisión parlamentaria que estudiaba la futura Ley del
Sistema de Garantía de Ingresos y para la Inclusión, el 14 de junio de 2022, el
Ararteko señaló lo siguiente:
ü que la suspensión
cautelar de la RGI no sea utilizada “de manera sistemática”;
ü que gran parte de los
incumplimientos por los que se suspende son meros trámites, como “la
imposibilidad de mantener ininterrumpidamente un padrón” o no presentar “cierta
documentación a la que al usuario le resulta difícil o imposible acceder”.
ü Y recordó algo
esencial: que esas personas, cuando se les retira la prestación, siguen siendo vulnerables.
[3] Este recordatorio
resulta especialmente relevante porque lo cierto es que si consultamos la web
del Ararteko (www.ararteko.eus/es/search?texto=suspensi%C3%B3n+RGI) encontraremos un largo rosario de referencias
a suspensiones o extinciones de la RGI a personas muy vulnerables que, si bien
han sido atendidas por la administración vasca, suponen una gravísima afectación a la vida de personas
en situación de enorme vulnerabilidad:
ü Lanbide tiene en
cuenta una recomendación del Ararteko y revisará la suspensión de la RGI de un
ciudadano que no pudo abonar temporalmente una pensión de alimentos en su
totalidad (15/05/2023).
ü Tras la intervención
del Ararteko Lanbide anula el acuerdo por el que reclamaba a un ciudadano el
reintegro de unas prestaciones (13/01/2020).
ü El Ararteko
recomienda al Departamento de Empleo y Políticas Sociales que deje sin efectos
la extinción de una RGI por inexistencia de causa para ello (10/01/2017).
ü El Ararteko pide al
Gobierno Vasco que revise la suspensión de las prestaciones económicas de un
trabajador autónomo a quien se le imputó un rendimiento ficticio de su
actividad (23/09/2021).
ü El Ararteko pide
revisar la extinción de una RGI a una mujer cuyo marido es temporero y sale de
la comunidad autónoma para trabajar (18/01/2021).
ü Recomienda al
Departamento de Empleo y Políticas Sociales que revise una resolución de
mantenimiento de la suspensión de la prestación de la RGI y la PCV, por estimar
que la persona interesada ha aportado la documentación requerida y ha
presentado las alegaciones que acreditan el cumplimiento de los requisitos en
la instrucción del expediente, sin que la presentación del documento
justificativo en fase de recurso invalide su derecho (26/07/2018).
ü Lanbide
toma en cuenta las recomendaciones del Ararteko y acepta revisar el caso de una
madre a la que extinguió las prestaciones económicas (06/06/2023).
“Pero muchas de esas
suspensiones finalmente han sido revertidas”, podrá decir alguien; sí, pero tras una suspensión indebida,
apresurada, poco o nada reflexionada, con consecuencias que muchas veces
han sido dramáticas: dificultades o imposibilidad de pagar alquileres o
créditos, para acceder a la alimentación, etc.
[4] Las suspensiones,
aunque sean temporales y aunque puedan ser revisadas, suponen introducir más escasez en existencias ya
truncadas por la escasez, con lo que esto significa:
La
escasez no es sólo una limitación física, es también un estado mental. Cuando la
escasez captura la atención, cambia la forma de pensar […] cómo se ponderan las
elecciones, cómo se delibera y, en última instancia, lo que se decide y la
conducta. Cuando se vive en condiciones de escasez, los problemas se
representan, administran y tratan de forma diferente […].
Menos
dinero significa menos tiempo. Menos dinero significa que es más difícil
socializar, menos dinero significa alimentos de menor calidad y menos
saludables. La pobreza significa escasez de los propios artículos que sostienen
casi todos los demás aspectos de la vida.
[…] Las
personas de escasos recursos […] hace malabares para pagar renta, préstamos,
cuentas atrasadas, y cuentan cada día que falta para que les paguen su cheque.
Emplean su ancho de banda para administrar su escasez. […]
Algo de
lo que más carecen los pobres es ancho de banda. La mera lucha por estirar los
ingresos les deja menos de este recurso vital (S. Mullainathan y E. Shafir, Escasez).
Es a estas personas,
en estas circunstancias, a las que se está suspendiendo la RGI. A las personas
más vulnerables, a las más precarizadas, a las más necesitadas de eso de las
que se les priva.
[5] “¿Qué es una
sociedad decente?”, se pregunta y nos pregunta A. Margalit. Esta es su
respuesta: “una sociedad decente es aquella cuyas instituciones no humillan a
las personas”. ¿Y qué es la humillación? El mismo autor dice que “es un tipo de
conducta o condición que constituye una buena razón para que una persona
considere que se le ha faltado al respeto”.
¿Estamos seguras de
que el sistema de gestión de la RGI cumple el criterio de decencia de Margalit?
Yo digo que no.
[6] Isabel Torre es una
doctora en Sociología que en el año 2023 defendió la tesis titulada Emociones y activación. Un análisis de las
subjetividades de personas perceptoras de la Renta de Garantía de Ingresos,
en la que concluye lo siguiente:
Las
principales emociones en la experiencia de encontrarse percibiendo la RGI son
el miedo, la tristeza, la vergüenza y la duda. Ante tales emociones, de signo
negativo, se desprende una posible erosión de las subjetividades de los
individuos bajo estudio, así como una dura gestión emocional. Se confirma,
pues, que la actual configuración de la RGI y el imaginario colectivo acerca de
la misma no sirve a las personas usuarias como herramienta de empoderamiento (https://addi.ehu.es/handle/10810/64552?show=full).
¿Desearíamos para
nosotras una realidad así?
[7] En su Teoría de la justicia John Rawls
desarrolló las ideas de la "posición original" y el "velo de la
ignorancia" como herramientas conceptuales diseñadas para fundamentar
principios de justicia imparciales y equitativos. La posición original es un
experimento mental en el que individuos racionales y libres deliberan sobre los
principios que regirán la estructura básica de la sociedad (instituciones
políticas, económicas y sociales). Estas personas buscan maximizar sus propios
intereses, pero no tienen poder ni privilegios sobre otros, asegurando así un
proceso equitativo. Estas personas diseñan las reglas desde cero, sin sesgos,
ya que operan en el marco del velo de la ignorancia, de manera que desconocen
ciertas características de sí mismas o de su lugar en la sociedad, tales como: su
posición socioeconómica (ricos, pobres, clase media, etc.), sus habilidades
naturales (inteligencia, talento, fuerza, etc.), su género, raza, religión o
cualquier otra circunstancia particular, sus preferencias personales o valores
específicos. Esto significa que las personas participantes deben formular
principios de justicia sin saber si serán ricos o pobres, hombres o mujeres,
privilegiados o marginados. La idea es que, al eliminar el conocimiento de estas
diferencias, las decisiones que tomen serán imparciales, ya que nadie puede
diseñar reglas que beneficien a su posición particular.
El propósito de la
posición original y del velo de la ignorancia es garantizar que los principios
de justicia acordados sean universales (aplicables a todas las personas,
independientemente de sus circunstancias), imparciales (no influenciados por
intereses particulares o sesgos) y equitativos (que protejan a las menos
aventajadas y aseguren una igualdad básica de oportunidades).
En estas condiciones,
¿de verdad diseñaríamos este sistema de rentas mínimas? ¿o lo hemos diseñado
así porque sabemos perfectamente que nunca vamos a vernos en la tesitura de
tener que transitar por el espacio de la RGI y someternos a sus exigencias? El
problema de la RGI es que quienes estamos aquí sabemos que jamás vamos a tener
que recurrir a esa prestación. Pero, ¿y si la pensáramos poniéndonos en el
lugar de quienes si lo hacen?
[8] Por cierto, a propósito
del imaginario colectivo sobre la RGI al que se refería Isabel Torre.
Repetidamente se utiliza el argumento del control estricto de las personas
perceptoras (base de esa suspensión cautelar sistemática advertida por el
Ararteko) como una forma de legitimación de la RGI frente a una opinión pública
y publicada cada vez más crítica con esta ayuda. No estoy de acuerdo. Al contrario,
creo que se está provocando el efecto contrario, el aumento del discurso
deslegitimador. Recordemos aquella infame campaña de la Diputación Foral de
Bizkaia en 2017 con el lema “ayudas sí, control también” (https://www.bizkaia.eus/es/web/comunicacion/noticias/-/news/detailView/17923)
para presentar su Plan General de Inspección y Control de Servicios y
Prestaciones Sociales 2017-2019.
En 2023 Lanbide puso
en marcha una nueva Unidad de Inspección para “controlar el correcto
cumplimiento” de la RGI, con 19 inspectoras e inspectores. Como si el de las
prestaciones sociales fuese un lodazal de corrupción. Comparemos este esfuerzo
inspector con el hecho de que en febrero de 2023 contábamos con 51 plazas de
inspección de trabajo para toda Euskadi, de las que 10 estaban vacantes. Estamos
hablando de un ámbito, el laboral, en el que ya se han producido 30 muertes
este año, la última esta misma semana, el martes, en Bilbao.
No creo que aventar
la imagen de unas prestaciones sociales amenazadas por el fraude, algo que
todas las estadísticas desmienten, sea la mejor forma de legitimarlas. Y menos
si lo hace la propia administración. Hace mucho que lo vengo diciendo (https://www.elcorreo.com/alava/sociedad/201410/27/aceptable-ponga-bajo-sospecha-20141025082440.html).
[9] Vivianne
Forrester nos interpela en El horror
económico con un interrogante que no podemos dejar de responder: “En este
sistema sobrenada una pregunta esencial, jamás formulada: ¿Es necesario merecer
el derecho a vivir?”.
Yo digo que no, y
estoy en disposición de hacer lo que sea preciso para avanzar, y hacerlo con
rapidez, hacia la incondicionalidad de las rentas que garanticen los ingresos
necesarios para evitar la escasez. Y hacerlo de la única manera en que es
posible que esa incondicionalidad no genere agravios, que es con criterio de
universalidad.
O sea, hacia una
renta básica universal.