viernes, 31 de diciembre de 2021

No puedo más: Cómo se convirtieron los millenials en la generación quemada

Anne Helen Petersen
No puedo más: Cómo se convirtieron los millenials en la generación quemada
Traducción de Lucía Barahona
Capitán Swing, 2021 

"Reconocer el agotamiento es muchas veces reconocer que las cosas con las que uno llena su día -con las que llena su vida- resultan irreconocibles frentte al tipo de vida que en verdad se quiere vivir y el significado que se le quiere dar. Por eso el problema de estar quemados va mucho más allá que el mero hecho de ser adictos al trabajo. Es una alienación del yo y del deseo. Si sustraemos nuestra capacidad de trabajo, ¿quiénes somos? ¿Hay un yo que desenterrar? ¿Sabemos lo que nos gusta y lo que no cuando nadie nos mira, cuando no existe un agotamiento que nos obligue  a elegir el camino que ofrezca una menor resistencia? ¿sabemos movernos sin desplazanos siempre hacia delante?".


Este es un libro en el que se reconocerán muchas, muchísimas personas jóvenes, "acondicionad[a]s para la precariedad". No solo las y los millennials a los que se refiere la autora y cuya experiencia, que es la suya, constituye el tema del libro. Se considera que forman parte de la generación millennial las personas nacidas entre 1981 y 1993 a 1997, según versiones; son las hijas e hijos de la generación boomer.  Son esas personas de las que se dice que, excelentemente formadas, vivirán peor que sus madres y padres. Evidentemente, manejamos un concepto de generación que tiene mucho de generalización: hay millennials como Marta Ortega, nacida en 1984, que leerían el libro de Anne Helen Petersen como una obra de ficción.

Para Petersen, las y los milleninials como ella comparten una experiencia vital de desgaste que va más allá del mero agotamiento: "Agotamiento significa llegar al punto de no poder seguir; desgaste significa alcanzar ese punto y obligarte a continuar, ya sea durante días, semanas o años". Socializadas en una cultura del mérito, el potencial individual, la competencia y el emprendimiento, sufren una insoportable gestión por estrés; sometidas a una doctrina del shock personalizada, corporeizada, la totalidad de su existencia se ve secuestrada por la voracidad de un capitalismo 24/7 que desprecia todas las vidas y toda la vida que no pueda reducirse a mercancía.
 
Pero la precariedad como nueva normalidad laboral y vital viene de lejos. No es algo que sucedió, como escribe la autora, "a finales de la década de 2010". Llevo años recomendando en mis clases la lectura del libro del economista David Anisi Creadores de escasez: del bienestar al miedo (Alianza editorial, 1995), con su magistral e iluminador inicio:

"Debo comenzar recordándome a mi mismo, y también a ti lector occidental, que en el caso de que el que lea estas páginas tenga alrededor de veinte años su memoria personal sólo podrá referirse a tiempos de crisis.
Ese lector estará acostumbrado a convivir con el desempleo, con la marginación y la pobreza. Un trabajo fijo será para él una meta imposible, y probablemente ya habrá trabajado por cuenta ajena sin ningún tipo de contrato legal. Sabrá que conseguir una vivienda es algo que de momento no puede plantearse, y no se extrañará cuando vea cómo se privatiza la educación y la sanidad. Estará tan acostumbrado a los 'vigilantes jurados' que no verá en ellos la privatización, también, de parte de lo que fue un importante servicio público.
No se escandalizará cuando se hable de 'flexibilizar el mercado de trabajo', puesto que él ya se encuentra suficientemente 'flexibilizado' desde que tiene uso de razón. Y cuando oiga hablar de los problemas de las pensiones de jubilación le parecerá simplemente que el tema no va con él.
Voy a tratar de contar aquí, a ese lector que las cosas no fueron así siempre. Que, como saben aquellos otros lectores que estén en los cuarenta, hubo una época en la que no se tenía miedo al paro ni miedo tampoco a no cobrar en su momento la jubilación, ni a que los hijos no tuvieran acceso a la educación o a la sanidad"
.

Escrito hace veintiseis años, Anisi nos invitaba a retroceder veinte años más, hasta el inicio de la década de los ochenta, para fechar el inicio de la gran trasformación que destruyó la norma social de empleo de posguerra, dando paso a la era de la precarización (aquí, aquí, aquí y aquí).

Además de su escritura ágil y encarnada, destaco dos grandes virtudes del libro de Anne Helen Petersen. La primera, su perspectiva de cambio, su mirada esperanzada; es posible dar la vuelta a la situación:
 
"Muchas de nuestras mejores intenciones, de nuestro yo más curioso, creativo y compasivo, están ahí, bajo la superficie de nuestras vidas, más cerca de lo que pensamos. Para hacerlas realidad solo necesitamos espacio, tiempo y descanso".

La segunda, su denuncia de la falacia de las soluciones individuales y su énfasis en las estrategiuas colectivas, entre las que la autora destaca la relevancia de las organizaciones sindicales: 

"A pesar de lo mucho que pueda intimidarnos, debemos recordar que cualquier truco vital de fácil implementación o cualquier libro que prometan ayudarnos a solucionar nuestra vida son solo formas de prolongar el problema. La única manera de avanzar es crear un vocabulario y un contexto que nos permitan vernos con claridad a nosotros mismos y ver los sistemas que han contribuido a nuestro desgaste".

Porque sí, millennial: no eres tú, es el sistema.

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