Yo he salido de Salmantón, por una pista que, la última vez, no estaba tan asfaltada como lo está ahora. En todo caso, observar desde el camino la mole de la Peña de Aro sigue siendo un espectáculo.
Desde el Portillo de Aro he subido directo hasta el Pico de Añes (sin buzón, sólo un montón de piedras).
Desde allí he enfilado hacia el Eskutxi (1.180 mts. según el buzón cimero, 1.985 según Mendikat), siempre caminando cerca del precipicio, para disfrutar de las vistas.
Aunque a ratos conseguimos caminar sobre hierba (¡y lo que se agradece!), el terreno es lapiaz de diaclasas (afloramientos de piedra caliza), fragmentado y lleno de grietas, por lo que hay que prestar atención a nuestros pasos. No sé si lo he contado alguna vez, seguro que sí, pero el caso es que desde siempre me han fascinado las piedras agujereadas por la acción del agua que se encuentran en el monte. Aunque regalo bastantes, tengo cajas: manías. Pues este terreno es pródigo en tales piedras. Dos ejemplares han encontrado hueco en mi mochila. (No los de las fotos, que eran enormes).
Desde la cumbre del Eskutxi, en dirección al Ungino, un inmenso rebaño de ovejas pastaba junto al barranco, en torno a un vértice geodésico. Nunca había visto tamaña concentración ovina por estos lares.
Tras las fotos, tocaba regresar. A la vuelta, he pasado por el Pico de Aro. Desde ahí, los farallones de la Sierra se ven espectaculares.
Vuelta al Portillo, despedida a San Vitores, patrón de los pastores, y camino abajo hasta Salmantón.
Eso sí, antes de enfilar definitivamente hacia casa, parada en el Guzurtegi para tomarme una cerveza fresquita y disfrutar de las vistas que, desde ahí, nos ofrece Salvada.
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