He disfrutado mucho con las novelas de Graham Greene, pero no tanto con las de John le Carré, y ello a pesar de que ambos han abordado en varias de sus obras (especialmente en El tercer hombre y en El topo, respectivamente) el tema del espionaje durante la guerra fría, con su juego cruzado de engaños, astucias y traiciones. La época es sin duda fascinante, y algunos de los episodios ocurridos merecen una aproximación no ya desde la literatura, sino desde la sociología política.
Me refiero a casos como el de "los cinco de Cambridge": que en los años 30 destacados miembros de la élite británica asumieran un compromiso tan fuerte con el comunismo es enormemente interesante.
Sobre esta época y sobre este grupo de espías británicos al servicio de la URSS trata el libro de Ben Macintyre, Un espía entre amigos (Crítica, 2015). Desde su publicación, en marzo, Javi Cámara no hacía más que recomendármelo, pero yo me resistía, y siempre eran otros los libros que se venían conmigo al salir de la librería. Como digo, aunque la época de la guerra fría me parece muy interesante (una gran obra al respecto: Postguerra, de Tony Judt) me daba pereza enfrentarme a "otra de le Carré". Hasta que la semana pasada cuando me iba con mi compra semanal, Javi me prestó el libro de Macintyre en un intento desesperado por hacérmelo leer.
Así lo he hecho, y debo confesar que el libro está muy bien. Se lee como una novela, con el interés añadido de tratarse de una historia real excelentemente documentada. Así pues, a pesar de mis resistencias iniciales, lo recomiendo.
Lo que más me ha interesado del libro es la manera en que en aquella época el clasismo imperante en la sociedad británica (clasismo que hoy sigue muy vivo: en un próximo comentario hablaremos del libro de Owen Jones, The Establisment) hizo que la labor de quienes trabajaban como agentes dobles al servicio de la URSS resultará mucho más sencilla.
Por una parte, se trata de un mundo paralelo, oscuro, cerrado sobre sí mismo, en el que sin embargo la relación continua y cruzada entre las personas que de una forma u otra tienen que ver con el mismo es imprescindible. De manera que: "El intercambio de información interna es uno de los puntos débiles del mundo de la inteligencia; a los espías no se les permite explicar nada de lo que hacen a personas ajenas al oficio, por lo que aprovechan la menor ocasión para discutirlo con sus iguales".
Pero, ¿quiénes son esos "iguales"? ¿Cómo reconocerlos en un mundo de secretos, apariencias y engaños, donde el criterio de funcionamiento más seguro debería ser la sospecha sistemática? En este punto es donde el racismo de clase le jugó una mala pasada al espionaje británico.
Un ejemplo es la fallida operación contra el régimen comunista albanés de Enver Hoxha en 1949. Philby, el más famoso de los cinco de Cambridge, anticipó todos los datos de la operación a sus superiores soviéticos, y estos a sus aliados albaneses. ¿Cómo? Muy fácil: el responsable de inteligencia de la operación "le rebeló a Philby, entre copa y copa, las coordenadas exactas de todos y cada uno de los puntos de entrada de la CIA en Albania". Tras el fracaso de esta operación, estaba claro que alguien estaba pasando información a los rusos. Ese alguien fue denominado "Homero"; había que descubrirlo. Pero el humo del prejuicio de clase nublaba los ojos de los investigadores:
La investigación conjunta del FBI y el MI5 todavía no había logrado identificar al espía llamado 'Homero'. Los investigadores parecían convencidos de que el topo de la embajada británica tenía que se un empleado local, alguno de los conserjes o sirvientes, aun a pesar de que la información enviada por 'Homero' era de alto nivel. Tras su salida de Washington en 1948, Donald Maclean se había trasladado a El Cairo como consejero y canciller de la embajada de Gran Bretaña. Su comportamiento resultaba cada vez más extraño debido a su doble vida, pero lo que nadie imaginaba era que aquel diplomático inglés educado y culto pudiera ser un espía de Rusia. Maclean era hijo de un antiguo miembro del gabinete, un hombre formado en el sistema de las escuelas de élite y en Cambridge, y miembro del Reform Club, y como tal estaba al margen de toda sospecha gracias, en palabras de Philby, a aquel "bloqueo mental que se negaba rotundamente a aceptar que los miembros de la clase dirigente pudieran cometer ese tipo de prácticas".
A lo sumo, comportamientos cuando menos delicados en el ámbito de los servicios secretos, como las borracheras, la promiscuidad sexual o las peleas, eran reducidas a meras "excentricidades":
Al parecer, el que uno se emborrachara y le diera por destrozar pertenencias ajenas no era impedimento para medrar en el servicio diplomático británico, siempre y cuando uno perteneciera a la "clase adecuada".
Finalmente acabó por reproducirse en el seno de los servicios secretos británicos una suerte de lucha de clases, y el desenlace de esta fue el que permitió descubrir la traición de los cinco de Cambridge:
Las actitudes encontradas frente a Philby de los dos servicios de inteligencia británicos eran el reflejo de una falla cultural que antecedía a esa crisis y que la sobreviviría hasta hoy. El MI5 y el MI6 -el Servicio de Seguridad y el Servicio Secreto, equivalentes en líneas generales al FBI y la CIA- se solapaban en muchos aspectos, pero sus puntos de vista eran fundamentalmente distintos. El MI5 tendía a reclutar antiguos agentes de policía y soldados, hombres que en ocasiones hablaban con acento regional y que con frecuencia ni conocían ni les importaba el orden de los cubiertos en una cena formal. Hacían cumplir la ley y defendían el reino, atrapaban a espías y los llevaban a juicio. En el MI6 predominaba un ambiente más cercano a las escuelas privadas y Oxbridge; sus hombres tenían un acento más refinado y vestían mejores ropas. [...] El MI6 era de clase media alta (con algunos aristócratas); el MI5 era de clase media (y en ocasiones trabajadora). Dentro del sistema de gradaciones y estratificación social tan caro a los británicos, el MI5 era "plebeyo" y popular, mientras que el MI6 era un cuerpo caracterizado por la caballerosidad, el elitismo y la camaradería. Los agentes del MI5 eran cazadores; los del MI& recolectores.
Los cazadores del MI5, insensibles ante los marcadores de la clase, resolvieron finalmente el enigma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario