Leí hace unos años El hombre que plantaba árboles, publicado por la editorial barcelonesa Duomo.
Me gustó mucho la historia de ese personaje solitario, Elzéard Bouffier, que mientras Europa se desangraba en la Primera Guerra Mundial, él se dedicaba a plantar árboles en la Provenza alpina. Robles, hayas, abedules, iban creciendo y al hacerlo transformaban un paisaje desnudo, monótono y reseco, en una tierra verde y fértil.
Me gustó tanto que se ha convertido en uno de los libros que acostumbro regalar en ocasiones o a personas especiales.
Una historia sencilla, que en su momento me hizo recordar El principito de Saint-Exupéry, en absoluto moralista, aunque sí profundamente moral. Por cierto, dos autores cuya relación con la guerra, opuesta, les convirtió en un momento de su vida en "resistente", al audaz aviador Exupéry, y en "colaborador", al pacifista Giono.
Existe una versión audiovisual, accesible aquí. También puede encontrarse el texto en la web, es muy muy breve; pero se trata de un librito que no sólo hay que leer, también hay que sentir tocándolo.
Recientemente he visto en Cámara que hay también una nueva versión, con bellas ilustraciones en relieve (pop-up)..
Ahora he leído su libro de relatos La soledad de la compasión, editado por otra independiente: la también barcelonesa Elba.
Son historias que transcurren en el mismo espacio geográfico, en la Provenza colindante con los Alpes; historias cotidianas de unos personajes que habitan en aldeas rurales, inmersos en una naturaleza a veces dura.
"Hace muchísimo tiempo que deseo escribir una novela en la que se oiga cantar al mundo". Así empieza el último de los relatos que componen el volumen. Al leerlos, justamente en un entorno rural de montaña, sentado entre el sol y la sombra, yo diría que Giono lo ha conseguido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario