Ya hemos recurrido en otra ocasión a la durísima caracterización que Luigi Ferrajoli hace de los partidos políticos como grupos de poder privados, organizados oligárquicamente: "Los partidos son grupos de poder privados cuya organización, también a causa de la falta de garantías de su carácter democrático, está en gran medida sustraída al derecho. Y, sin embargo, separándose cada vez más de sus bases sociales, han acabado por ocupar literalmente las instituciones representativas hasta identificarse con ellas. [...] Se han convertido en instituciones parapúblicas que, de hecho, gestionan de manera informal la distribución y el ejercicio de las funciones públicas. Así pues, no son organizaciones de la sociedad, sino sustancialmente órganos del Estado articulados según la férrea ley de las oligarquías".
Estos días el debate sobre las (dis)funciones democráticas de los partidos políticos vuelve a estar de actualidad. En el ámbito de la reflexión y la propuesta, con artículos muy referenciados y comentados como el que César Molinas publicaba el domingo pasado en EL PAÍS con el título de Una teoría de la clase política española, o el que hoy publica en el mismo diario Santiago Grisolía, Algunas paradojas del desencanto actual.
Lo cierto es que los partidos tienen dos problemas con la sociedad civil, de la que deberíen ser expresión y herramienta. El primer problema es bien conocido y está ampliamente reflexionado: su déficit de conexión con la sociedad civil, déficit que se ha vuelto estructural y cuya reversión empieza a parecer imposible. Pero con ser grave, más aún lo es un segúndo problema, este sí estructural y estructurante de la fisonomía y, sobre todo, de la mentalidad colectiva de los partidos: me refiero a la ausencia de cualquier atisbo de sociedad civil en el seno de las organizaciones partidarias. Y sin sociedad civil no hay ni pluralismo, ni deliberación, ni democracia.
Esta ausencia de sociedad civil se manifiesta de múltiples maneras en el funcionamiento ordinario de los partidos políticos, pero cuando realmente se expresa en toda su intensidad es en esos momentos extraordinarios en la vida de los partidos, como cuando deben constituirse los órganos de dirección o elaborarse sus planchas electorales. Es entonces cuando el déficit de sociedad civil permite que aflore su antítesis, que es esa cultura totalizante y homogeneizadora simbolizada en el "prietas las filas" y en su correlato, "el que se mueva no sale en la foto".
No quisiera ser injusto en mi juicio, pero mirado desde fuera me parece que la elaboración de las listas electorales en el PSE alavés ha sido un evidente ejercicio de ese "prietismo" que tan mal se compadece con la cultura de la sociedad civil.
1 comentario:
Y luego, de tanto apretar, apretar llega el momento que se saltan todas las costuras y ya suele ser de difícil arreglo porque ya no se sabe por dónde meter aguja e hilo.
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