domingo, 12 de junio de 2011

Semprún, hace veinte años

Estos días he vuelto a releer Federico Sánchez se despide de ustedes (Tusquets, 1993), libro en el que Jorge Semprún reflexiona sobre su paso por la política institucional entre 1988 y 1991, como ministro de Cultura con Felipe González.
Semprún accede al ministerio en un momento de "creciente tensión en la sociedad española. Mejor dicho: entre esta última y el PSOE", en una coyuntura política particularmente delicada (recordemos la huelga general del 14D). Retrospectivamente, Semprún hace un juicio extremadamente duro de la situación interna del PSOE en aquellos momentos, sumido en derivas que no hacía sino alejarle cada vez más de la sociedad... ¡a pesar de haber ganado las elecciones casi por mayoría absoluta! Tan duro es su juicio que llega a lamentar, desde la perspectiva de la renovación interna, ese triunfo electoral:

El PSOE, en todo caso, mientras caía el Muro de Berlín, había vuelto a ganar en 1989 las elecciones generales. Tras recuentos e impugnaciones diversos, sólo le faltó un escaño para una tercera mayoría absoluta. Podía seguir gobernando sin problemas, al menos desde un punto de vista aritmético. Desgraciadamente, en mi opinión: mejor hubiera sido tener que plantearse ya desde entonces una estrategia de pactos, romper con la mitología y la práctica de un hegemonismo cada vez más despolitizado, más burocrático. O sea, más alejado de la sociedad. Ya que la reforma o renovación [...] no podía surgir dentro del propio PSOE, cerrado a cal y canto por el aparato, sólo la pérdida de la mayoría absoluta hubiera forzado una reflexión, un cambio de estrategia. En el otoño de 1990, en cualquier caso, y a pesar de la apretada victoria electoral del año anterior, seguía desarrollándose la crisis de la hegemonía.

El detonante de la salida de Semprún de aquel Gobierno fue una larga entrevista para El País, publicada el 29 de julio de 1990 con el título: "Este gobierno discute poco de política".
Apoyado por Félix Pons, por aquel entonces presidente del Congreso de los Diputados, y por Fernando Morán, ex ministro de Asuntos Exteriores y eurodiputado; criticado por el denominado "sector guerrista" o por el secretario general del SOMA-UGT y miembro de la ejecutiva del PSOE, José Ángel Fernández Villa, quien acusó a Semprún de que, aprovechando la "generosidad del partido" y sin estar afiliado, había opinado sobre la vida interna del mismo

No afirmo que Jorge Semprún tuviera razón en lo que decía. Sólo digo que lo decía. Hace veinte años.




Pimpinela escarlata del franquismo,
limón que no estrujó la policía,
lo tildaron de agente de la CIA
cuando descarriló su carrillismo.

Montmatre, Dolores, Buchenwald, abismo
del Kremlin en obscena epifanía,
tan Federico Sánchez que sufría
por intentar ser otro siendo el mismo.

Un mal día, por ignorar la gloria
de Di Stéfano, al borde del talego,
lo puso el crucigrama del destino.

La liga que jugaba a sangre y fuego
se ganaba en la cancha de otra historia
más innoble que el gol de Marcelino.

En la semana negra del buenismo,
burla burlando el don de la utopía,
lo conocí en Gijón con Luis García
Montero, qué cartel para el turismo.

Con devoción ayuna de cainismo
blasfemaba contra la idolatría,
le embestían los toros y sabía
torear, sin hacer dontancredismo.

Cómplice de Montand y de Pradera,
de Costa-Gavras, de la primavera
que enfangaba el villano de Verdún.

El siglo veinte cabe en su estatura,
nunca habrá otro ministro de cultura
más culto y sin cartera que Semprún.

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