domingo, 18 de agosto de 2019

En busca de las fuentes del Nilo

Tim Jeal
En busca de las fuentes del Nilo
Traducción de Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda
Crítica, 2013


Durante siglos fue el equivalente a la aventura espacial. La pregunta por los orígenes del gran río Nilo, asociada a la búsqueda de explicación de su benéfica crecida anual en pleno verano, fue motivo de interés para Herodoto, Alejandro Magno y el emperador Nerón, lo mismo que para para los jesuítas Pedro Páez y Jerónimo Lobo en el siglo XVII o para el explorador escocés James Bruce en el XVIII.

"Cómo es posible -se preguntaba la gente- que el río fluya indefectiblemente todos los días del año a lo largo de casi dos mil kilómetros a través del desierto más grande y más seco del mundo conocido sin recibir ni un solo afluente que incremente su caudal? No es de extrañar que la inundación anual del delta del Nilo durante el mes más caluroso del año causara respeto y no poca ansiedad por si un dia sus misteriosas fuentes se agotaban y Egipto perecía".

A mediados del siglo XIX un puñado de personas, británicas la mayoría (aunque también había francesas, alemanas, holandesas... ) y casi todas varones, aunque también jugaron un importante papel mujeres como Alexine Tinné o Barbara Maria "Florence" von Sass.

Aunque en la mayoría de los casos estamos ante aventuras en solitario motivadas por propósitos personales, Jeal dedica una buena parte de su libro a profundizar en la feroz competencia surgida entre Richard Francis Burton y John Hanning Speke. Burton y Speke acabarían manteniendo una relación tóxica que recuerda a la de Mozart y Salieri (con Burton en el papel de Salieri), en perpetua pugna por pasar a la historia como descubridor de las fuentes del Nilo. Sería Speke quien se llevaría la gloria del descubrimiento, pero sería una gloria trágica, pues el reconocimiento no se produciría hasta años después de su muerte.

"Speke no sólo descubrió la fuente del Nilo, sino que instintivamente comprendió la naturaleza de toda su cuenca mucho antes de que cualquier otro europeo se percatara de ella. Difrutó además con la compañia de los africanos, mucho más que Livingstone, y gozó del privilegio de ser el primer europeo que entró en el reino de Buganda".
Enfermedades que los postraban durante meses, úlceras atroces que los incapacitaban para andar, enfrentamientos armados con las poblaciones nativas, conflictos con los esclavistas, hambre, caminatas agotadoras...  Sus motivaciones, al menos en los inicios, no eran fundamentalmente económicas y comerciales sino que iban desde el deseo de aventura y de escapar de una vida civilizada considerada superficial, hasta la pretensión de combatir a los traficantes de esclavos árabo-swahilis, especialmente en el caso de Livingstone y de Speke, pero no sólo: "En el siglo XIX, diecisiete mil miembros de la Marina Real murieron prestando servicio en las escuadras británicas que combatían el tráfico de esclavos en África oriental y occidental".



La conferencia de Berlín de 1884 acabó con cualquier atisbo de aventura o de humanismo que la exploración de África pudo contener. El colonialismo más atroz se convirtió en el único motivo para la expansión europea en el continente. En realidad, entre el viaje de descubrimiento y la expedición de conquista y saqueo hay más continuidad que ruptura. Fueron pocos los exploradores que, como Livingstone y Speke, empatizaron con las comunidades nativas y sus culturas. La mayoría, guiados por un acendrado racismo biologista, se aprovecharon de estas comunidades esclavizando a sus hombres, prostituyendo a sus mujeres, imponiéndose por la fuerza de sus armas, damdo lugar a escenas propias de la imprescindible novela de Conrad El corazón de las tinieblas:

"Bonny le comunicó [a Stanley] que, cuado se dirigían a Kasongo, Jameson, el heredero de las destilerías de whisky, había comprado una niña de once años y se la había dado a los caníbales para ver cómo la apuñalaban, la cocían en una olla y se la comían, mienras tomaba apuntes y hacía dibujos de todo aquel macabro proceso".

Un relato histórico que se lee como una novela clásica de aventuras, pero que también nos ilustra sobre las conexiones que aquella época tiene con tragedias contemporáneas como la guerra en Sudán del Sur o la Uganda de Idi Amin, así como sobre las consecuencias globales que tenían entonces y siguen teniendo ahora los estilos de vida de las sociedades ricas. A mediados del XIX Stanley escribía refiriéndose al floreciente comercio de marfil:

"Cada libra de márfil ha costado la vida de un hombre, una mujer o un niño; por cada cinco libras se ha quemado una choza; por cada dos colmillos se ha destruido un poblado entero. Resulta sencillamente increíble que por el hecho de que se necesite marfil para fabricar adornos o bolas de billar, haya que devastar el corazón de África".

Hoy no es el marfil sino el coltán y otras materias primas, pero la devastación de África continua.

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