Uno se apoya en la mochila. Porque en el momento en que nos quitamos el peso de nuestros hombros no sabemos enderezarnos enseguida; ¡pues resulta que era el peso lo que antes nos daba seguridad y equilibrio! [George Simmel]
martes, 16 de septiembre de 2025
CUANDO LA JUSTICIA SE CONVIERTE EN UN CASTIGO EXTRA: LA “MANADA DE CASTELLDEFELS” Y EL PRECIO DE DENUNCIAR
lunes, 15 de septiembre de 2025
domingo, 14 de septiembre de 2025
Entre la luz y la tormenta
El libro parte de una experiencia vital: la autora creció rodeada de aves heridas o abandonadas a las que cuidaba con paciencia y ternura. Esa infancia marcó una relación especial con lo animal, que más tarde se traduciría en una certeza: las criaturas no humanas sienten, sufren y se alegran con una intensidad que no es distinta de la nuestra. Desde ahí, extiende su mirada hacia un panorama más amplio, una especie de historia cultural y emocional de cómo hemos pensado y tratado a los animales a lo largo de los siglos.
El relato es diverso y polifónico. Se remonta a las pinturas rupestres que celebraban a los animales como presencias sagradas, pasa por la filosofía griega que oscilaba entre el respeto pitagórico y la jerarquía aristotélica, y alcanza los discursos religiosos que durante siglos legitimaron la explotación sistemática de la naturaleza. Esta arqueología de ideas se entreteje con referencias al arte, la literatura y la ciencia, hasta desembocar en el presente, donde el peso de la industria cárnica, la experimentación científica, la caza, la posesión de mascotas o el uso de prendas de piel nos confronta con un legado de violencia normalizada.
Esther Woolfson no rehúye lo doloroso y describe con crudeza prácticas de caza, crueldades en nombre de la moda o el espectáculo y el sufrimiento invisible de millones de animales destinados al consumo. Sin embargo, frente a esa sombra, ilumina también la belleza. En medio de la exposición ética aparecen descripciones deslumbrantes -un ave que cruza el cielo con el resplandor de un tafetán rojo, el vuelo circular de los milanos sobre un valle- que nos devuelven la experiencia del asombro. La narración se apoya también en escenas cotidianas y profundamente humanas. Está, por ejemplo, la convivencia con una graja llamada "Chicken" o el gesto de salvar con cuidado a una araña. Son instantes sencillos pero reveladores, donde se percibe que la ética no se predica: se vive.
Por otro lado, la autora establece conexiones incisivas entre prácticas de violencia hacia los animales y ciertos imaginarios de masculinidad. En sus reflexiones, la caza deportiva, la ostentación de pieles exóticas o la defensa acérrima del consumo de carne aparecen vinculados a ritos de poder, dominio y prestigio social tradicionalmente masculinos. De este modo, la autora no reduce el carnivorismo a una mera cuestión de hábitos alimentarios, sino que lo presenta como parte de un entramado simbólico en el que se juegan jerarquías de género, fuerza y control. Su voz feminista se percibe también en el tono general del libro: es una escritura que privilegia la empatía, el cuidado y la escucha frente a la dominación. Frente a una tradición intelectual que ha tendido a abstraer y jerarquizar, recurre a experiencias personales, memorias domésticas y vínculos emocionales con los animales, reivindicando la legitimidad de esas formas de conocimiento históricamente asociadas a lo femenino y, por tanto, menospreciadas. En conjunto, el feminismo de Esther Woolfson no se enuncia como un manifiesto explícito, sino como una corriente que atraviesa su mirada: cuestiona lo que se da por sentado, expone las relaciones entre poder, género y violencia, y propone un horizonte donde tanto mujeres como animales -históricamente subordinadas y subordinados- encuentren reconocimiento y respeto.
En última instancia, este es un libro que nos coloca frente a un espejo. Nos recuerda que vivimos entre la luz -el conocimiento, la compasión, la posibilidad de ver a los otros seres como compañeros de mundo- y la tormenta -la arrogancia, la explotación, la devastación que hemos causado-. Una llamada a escuchar, observar, reconocer, y así, comenzar a habitar la Tierra de un modo distinto.
No nos fijemos en las y los jóvenes que dejan el empleo, sino en los empleos que dejan estas personas jóvenes
En los últimos años, numerosos titulares han puesto el foco en las generaciones más jóvenes, sobre todo en la llamada generación Z, destacando su tendencia a abandonar con rapidez los puestos de trabajo. Se suele presentar este fenómeno como una anomalía generacional, fruto de la impaciencia o de una supuesta fragilidad de carácter -esa etiqueta simplista de “generación de cristal”-. Sin embargo, si miramos los datos con un poco más de atención, lo que se revela no es una crisis de las y los jóvenes, sino de los empleos que se les ofrecen.
Según el informe Claves laborales de la Generación Z: Visión a futuro y dinamismo, cuatro de cada diez trabajadoras y trabajadores de entre 18 y 25 años abandonan su empleo en menos de un año. El motivo principal es tan antiguo como evidente: salarios demasiado bajos. Un 40% lo señala como la razón central, mientras que un 13% aduce falta de flexibilidad y un 11% valores empresariales no compartidos. Es decir, no se trata de un mero rechazo irracional al trabajo, sino de la constatación de que muchos de los puestos disponibles no permiten construir una vida plena, ni material ni emocionalmente. El contraste es significativo: mientras el salario medio en España ronda los 28.000 euros anuales, las y los menores de 25 apenas superan los 14.000.
Podemos, entonces, darle la vuelta a la pregunta: ¿qué nos dicen estos abandonos sobre la calidad de los empleos? La Organización Internacional del Trabajo habla desde hace tiempo de la necesidad de “trabajo decente”, definido como aquel que ofrece “oportunidades para que mujeres y hombres puedan conseguir un trabajo productivo, con un ingreso justo, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para sus familias”. Lo que ocurre es que eso que debería ser la norma se ha convertido en la excepción. Lo que falta no es compromiso de las nuevas generaciones, sino empleos dignos.
El problema, además, no es exclusivo de la juventud. En Estados Unidos, la llamada Great Resignation -o “gran dimisión”- puso de manifiesto que millones de personas trabajadoras de todas las edades abandonaban sus puestos en masa tras la pandemia. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de ese país, solo en 2021 renunciaron a sus empleos más de 47 millones de personas. Las razones no diferían mucho de las señaladas por las y los jóvenes: salarios insuficientes, ausencia de reconocimiento, cargas de trabajo inasumibles. En el contexto europeo, la aspiración muy extendida a jubilarse anticipadamente, incluso en sectores considerados vocacionales o estables como la universidad pública, es otro síntoma del mismo malestar estructural: demasiados empleos no se viven como espacios de realización, sino como desgaste continuo del que se busca escapar lo antes posible.
Distintas voces críticas han tratado de pensar este fenómeno en clave más profunda. David Graeber, en su ensayo de 2013 On the Phenomenon of Bullshit Jobs: A Work Rant, describía la proliferación de “trabajos de mierda”: ocupaciones que ni quienes las desempeñan consideran útiles, pero que sostienen un engranaje productivo burocrático y alienante. Mucho antes, las sociólogas y economistas feministas (como María Ángeles Durán, Cristina Carrasco, Teresa Torns, Nancy Fraser o Silvia Federici), llevaban décadas advirtiendo de la obsesión productivista que invisibiliza el trabajo de cuidados, hace imposible la conciliación y coloca la vida al servicio del mercado, en lugar de lo contrario. Otras corrientes apuntan proponen desmercantilizar amplias esferas de nuestra existencia y reducir el peso del trabajo asalariado mediante políticas de renta básica universal o explorando horizontes de decrecimiento que permitan valorar más el tiempo libre, la cooperación comunitaria y el bienestar colectivo.
Ahora bien, no se trata solo de reclamar empleos más dignos en términos salariales o de conciliación, sino de cuestionar la naturaleza misma de los trabajos que organizan nuestras sociedades. ¿Qué sentido tiene sostener actividades laborales que, para justificarse, dependen del consumo masivo e insostenible de bienes de corta vida útil? ¿Qué futuro podemos esperar de sectores que prosperan a costa de la degradación ecológica, del agotamiento de recursos y de la aceleración de la crisis climática? Necesitamos empleos que respondan a necesidades humanas reales, que fortalezcan el tejido social y comunitario, y que lo hagan sin exigir para su mantenimiento el consumismo desaforado ni hipotecar el planeta.
Todo ello apunta, necesariamente, a un horizonte distinto: la reducción significativa del tiempo dedicado al empleo asalariado, acompañado de una redistribución de las horas de trabajo socialmente necesarias. Liberar tiempo para dedicarlo a actividades cívicas, voluntarias, de cuidado mutuo, o simplemente a prácticas autotélicas (es decir, realizadas por el valor intrínseco de hacerlas, como el arte, el aprendizaje o el deporte), no es una utopía inalcanzable, sino una condición de posibilidad para sociedades más justas y sostenibles. Solo un modelo económico que combine sostenibilidad ecológica con una reorganización radical del tiempo puede abrir paso a formas de vida menos alienadas y más plenas.
Desde esta perspectiva, la alta rotación laboral de la generación Z no debería interpretarse como un defecto moral, sino como un síntoma que nos alerta. Son las condiciones estructurales del mercado de trabajo las que fallan, no las personas que se niegan a adaptarse a ellas. El reto no está en “aguantar” empleos precarios y alienantes, sino en transformar el marco en el que se producen: salarios justos, flexibilidad real, cultura corporativa basada en el cuidado, el respeto y el desarrollo humano. Dicho de otro modo, el debate no es generacional, es estructural y político.En lugar de culpabilizar a quienes se marchan, como hacen las patronales con su cantinela sobre el "absentismo", deberíamos agradecer que visibilicen con su decisión lo que tantas veces se naturaliza: que millones de empleos actuales no ofrecen un horizonte vital deseable. Y que lo que necesitamos, más que nunca, es reimaginar el empleo, no como obligación sacrificada al engranaje económico, sino como parte de un proyecto social que permita a las personas vivir con dignidad, seguridad y sentido.
domingo, 7 de septiembre de 2025
Eskoritas y Bagatza
jueves, 4 de septiembre de 2025
La morera de Jerusalén
Una paradoja que, en realidad, solo es ceguera ante el privilegio
lunes, 1 de septiembre de 2025
La mala costumbre
En este territorio de supervivencia, la familia ocupa un lugar central. La madre de la protagonista aparece como una "leona en perpetua alerta por sus crías", acercándose a la protagonista con la pata tendida, cubriéndola de lametones en forma de suspiros de preocupación y caricias que parecían sujetarle la cara para impedir que se rompiera. El padre, silencioso, expectante, encarna la torpeza afectiva de un "rey elefante [...] que no tenía la más remota idea de cómo hablar conmigo, que no me había entendido nunca pero que estaba dispuesto a sacarse la comida de la boca para alimentarme". Y el hermano mayor, Darío, "uno de los hombres buenos", siempre cercano y atento, practicante de "una forma de hombría amable y protectora, heredera de las actitudes paquidérmicas de nuestro padre". Esta red familiar, hecha de gestos de amor torpe y visceral, ofrece un contrapunto decisivo frente a la violencia exterior, una coraza frágil pero necesaria. El capítulo "Barbazul vive en el bajo izquierda", relato preciso y sobrecogedor de la violencia machista sufrida por su vecina de enfrente, Luisa, a manos de su marido -"Aurelio era metódico y machacón en su desempeño como maltratador. No era de los que estallan y terminan pronto. Había una disciplina envenenada y meticulosa en su brutalidad"- justifica por si solo la lectura del libro. Qué forma tan certera de describir los mecanismos de esa violencia:
Pero el corazón de la trama los constituye un retrato coral de mujeres que habitan y dan forma a ese mundo. La madre y las tías de la protagonista, las vecinas de Laura, que se acercaban en cuanto podían con algo de comer o un café caliente, como forma de mostrar su cercanía. Y, sobre todo, Margarita, Eugenia, la Peluca, Raquel “la Cartier”… figuras machacadas por la vida, gastadas por la pobreza y la exclusión, pero al mismo tiempo constructoras de un territorio vital donde aún caben la risa, la complicidad y el afecto. La autora las ilumina con una ternura radical, rescatando en ellas no solo la fatiga de los cuerpos, sino también la dignidad con la que se enfrentan a la intemperie.
La mala costumbre es tanto la narración íntima de un durísimo tránsito personal ("Todas las niñas trans crecemos solas") como la crónica de un tiempo colectivo. No es solo la memoria de una infancia marcada por la diferencia, sino el retrato de una clase social, de unos barrios y de unas mujeres que sostuvieron la vida en condiciones muy adversas. Alana S. Portero logra que la crudeza y la belleza, la herida y la ternura, convivan en un mismo gesto, en un mismo párrafo, como si la literatura fuese capaz de ofrecer un resarcimiento simbólico allí donde la realidad había negado cualquier reconocimiento. Esta novela late como una elegía y como una celebración: la de una vida que insiste en ser mirada y nombrada y la de una comunidad que, aun castigada por la historia, supo inventar sus propias formas de cuidado.
sábado, 30 de agosto de 2025
Negacionismo machista en el Congreso
Porque no nos engañemos: en Madrid hay decenas de lugares donde Vox podría haberse reunido para reafirmar su negacionismo. Pero hacerlo en el Congreso no es casual, es parte de una estrategia. La elección de ese lugar transmite un mensaje muy claro: que los asesinatos machistas –al menos 54 en lo que va de año- no se entienden como un problema estructural, sino como episodios lamentables que se resolverían “volviendo” a modelos tradicionales de familia y a identidades de mujer y de hombre robustas, sin tanta fluidez; que algo habrán hecho las mujeres víctimas de violencia; y que legislar con perspectiva integral (al menos en el texto de la ley) no es necesario.
El PSOE intenta justificarse con un argumento formalista: todo grupo puede usar el Congreso mientras no incurra en un delito de odio. Pero ese razonamiento es pobre, casi patético, porque ignora el verdadero trasfondo. El negacionismo de la violencia machista no es neutro: es objetivamente cómplice de esa misma violencia. Así lo han señalado hasta las propias campañas institucionales del Estado. Recordemos la del 25N, cuando el Ministerio de Igualdad lanzó la campaña #EntoncesQuién? para “romper la complicidad del pacto entre caballeros”, ese pacto que garantiza la perpetuación de privilegios y que solo se sostiene gracias al silencio o a la inacción. Con frases como “Todos conocemos a una víctima de violencia machista, pero casi nadie a un agresor”, el Ministerio interpelaba directamente a los hombres para que rompieran ese pacto.
Ahora, en cambio, lo que vamos a ver es cómo en la propia sede del legislativo se juntan algunos de esos “caballeros” (no, no voy a decir nada de Rocío de Meer) que niegan la necesidad de dar ningún paso adelante, porque para ellos todo se reduce a un simple problema “intrafamiliar”. Y es aquí donde cobra sentido lo que tan bien expresa Alana S. Portero: “Lo de llamar problema a un abuso monstruoso era un ejercicio de cinismo considerable, jamás hubieran utilizado un lenguaje semejante para los conflictos laborales”. Eso los hombres a los que se refiere la autora de La mala costumbre, personas de clase obrera en la España de los 80. Los que se reúnan en el Congreso también considerarán un “problema” los conflictos laborales, nada estructural, por favor. Machistas, clasistas y racistas.
El Congreso de todas y de todos no puede ni debe acoger actos que niegan evidencias científicas, que ponen en cuestión derechos humanos fundamentales y que legitiman la continuidad de estructuras de violencia que producen tanto sufrimiento. Convertirlo en escenario del negacionismo es deshonrar su función representativa y dar oxígeno a un discurso que, con cada víctima que se suma a la lista, demuestra su carácter letal.
viernes, 29 de agosto de 2025
Dar vuelta a la Vuelta
Y, sin embargo, la Vuelta se celebra como si nada ocurriera. La organización es privada, sí, pero todas y todos sabemos que sin el apoyo público -en seguridad, movilidad, infraestructuras, patrocinios- este espectáculo sería inviable. El Gobierno español ha condenado enfáticamente el genocidio, pero a la vez lo blanquea al sostener con recursos públicos una competición que da cobijo a quienes lo representan. Esa contradicción es insoportable.
Dar vuelta a la Vuelta: ese debería ser el lema. No se trata solo de un juego de palabras, sino de una urgencia ética. No podemos permitir que una fiesta del deporte se convierta en escaparate de la impunidad. No podemos aceptar que municipios como Bilbao abran sus calles sin más para que la carrera parta o termine como si nada sucediera. La ausencia de convocatorias de rechazo, de acciones pacíficas que visibilicen la indignación, convierte al silencio en un gesto demasiado parecido a la complicidad.
Por humanidad, por coherencia, por solidaridad con las víctimas de Gaza, debemos recordar que no todo vale. La Vuelta no puede ser indiferente a la masacre. No lo pueden ser los equipos, ni los corredores, ni los aficionados. Mucho menos las instituciones que con su apoyo logístico y económico permiten que todo siga como si aquí no pasara nada.
En este contexto, resulta imprescindible interpelar directamente al Ayuntamiento de Bilbao y a la Diputación Foral de Bizkaia: no se puede presumir de compromiso con los derechos humanos y, al mismo tiempo, colaborar con un evento que da visibilidad internacional a quienes representan la barbarie. Exijo su boicot y su no colaboración con esta edición de la Vuelta. Y también es necesario dirigirse a los medios de comunicación, tan críticos y firmes en sus editoriales frente al genocidio: no basta con denunciarlo en abstracto. Coherencia significa también no cubrir un acontecimiento que se presta al blanqueo del crimen.
Por eso, este año toca gritar con fuerza:
¡Dar vuelta a la Vuelta!
¡Deporte sí, genocidio no!
¡Ni un kilómetro de silencio ante la barbarie!
¡Las calles no se prestan al blanqueo de la guerra!
¡Bilbao y Bizkaia, no en nuestro nombre!
La verdadera carrera de este año no será la que disputen los ciclistas en la carretera, será la que corra la sociedad civil, la que corran quienes se atrevan a decir “basta” en nombre de quienes no pueden alzar su voz. Y en esa carrera, nadie puede quedarse al margen.
martes, 26 de agosto de 2025
Libros recomendados en agosto
- Todos necesitamos la belleza - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/todos-necesitamos-la-belleza.html
- Los Inklings - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/los-inklings.html
- En busca del Árbol Madre - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/en-busca-del-arbol-madre.html
- No es indiferencia - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/no-es-indiferencia.html
- La revolución es el freno de emergencia - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/la-revolucion-es-el-freno-de-emergencia.html
- Lo que el día debe a la noche - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/lo-que-el-dia-debe-la-noche.html
- Bosques negros, cielo azul - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/bosques-negros-cielo-azul.html
- El viento en los sauces - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/el-viento-en-los-sauces.html
- El mito del hombre lobo - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/el-mito-del-hombre-lobo.html
- Conocí un fénix - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/conoci-un-fenix.html
- Por el río - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/por-el-rio.html
- Fuego la sed - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/fuego-la-sed.html
- Noventa y nueve cuentos divinos - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/noventa-y-nueve-cuentos-divinos.html
- El Club del Crimen de los Jueves - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/el-club-del-crimen-de-los-jueves.html
- Si ardemos - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/si-ardemos.html
- Sed de sangre - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/sed-de-sangre.html
- Intersecciones letales - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/intersecciones-letales.html
- Los mensajeros de la oscuridad - https://imanol-zubero.blogspot.com/2025/08/los-mensajeros-de-la-oscuridad.html