sábado, 30 de marzo de 2024

Fantasía alemana

Philippe Claudel
Fantasía alemana
Traducción de José Antonio Soriano Marco
Salamandra, 2023

"Aunque se redactaron en momentos y circunstancias diversos, todos estos textos se articulan alrededor de temas que son importantes para mí desde hace mucho tiempo: en primer lugar, la incongruencia de la historia y de los papeles que os seres humanos desempeñan en ella, o más bien creen desempeñar. También la idea de pueblo, nación o grupo humano, sobre la que albergo las mayores reticencias, pues más bien veo a cada individuo como un grano de arena en el interior de un gran montículo -compacto o quebradizo según el momento- al que una paletada puede hacer ocupar un lugar que ni siquiera habría imaginado".


Claudel es uno de los fijos de este blog. Su obra combina magistralmente literatura con mayúsculas y profundidad filosófica, abordando algunas de las cuestiones mayores de la existencia individual y colectiva: la violencia colectiva, la culpa, el sufrimiento de las víctimas, la memoria. En este caso Claudel nos presenta cinco historias que remiten a sus dos obras a mi juicio más impresionantes, Almas grises y El informe de Brodeck. Cinco relatos que son uno, entrelazados sutilmente.

En el primer relato un soldado alemán huye a través de un bosque helado. Cabe deducir que el nazismo ha caído y él, que ha servido como guardia en un campo de exterminio, intenta escapar de los vencedores. Mientras avanza, hambriento y herido, reflexiona sobre su vida, por primera vez en años:  
"Había vivido los últimos años sin hacerse preguntas. Gracias al advenimiento del nuevo orden, había obtenido un estatus y un respeto que siempre le habían sido negados. En poco tiempo lo habían arrancado de su mediocridad, de la masa de los demás, hombres, lo habían asignado un rango y una función. Lo habían mecanizado. Lo habían convertido en una herramienta eficaz. Le daban órdenes y él las ejecutaba. No había visto llegar el caos. La gran maquinaria se había descompuesto.
¿Era él culpable? ¿Culpable de haber obedecido? ¿O culpable de no haber desobedecido?".
 
En el segundo relato un nonagenario, huérfano de un padre muerto en la guerra, rememora momentos de su vida, en los que la música y su primera experiencia sexual con una desconocida mujer morena: "El tercer movimiento de la sinfonía nos acompaña hacia el terciopelo extendido de los grandes tilos. Ya no avanzamos por la vida. Nos movemos en un sueño. Y la música da a ese sueño una profundidad algodonosa. Durante milenios los seres humanos creyeron que a veces los dioses gozaban de las mujeres mortales o que algunos hombres se unían a diosas. Esa noche de mayo experimento mi propia mitología".
 
La tercera historia nos sitúa en la Alemania recientemente reunificada. Una joven es contratada en una residencia para cuidar del padre del alcalde de la localidad en la que vive, en la antigua Alemania Oriental: "Ya verás -le dice la directora-, el padre del alcalde no es difícil. Si de vez en cuando lo oyes canturrear canciones militares, no te extrañes. Déjalo, no le hace daño a nadie. La guerra lo marcó. Y, después de todo, ya pagó. Todo el mundo cometió errores. Sobre todo en esa época. Tiene derecho a una vejez feliz". Pero la joven no entiende nada de lo que la están diciendo y, además, no soporta a ese viejo senil.

El siguiente relato comienza con el anuncio de la subasta de los dibujos de un artista reconocido como uno de los más destacados de la primera mitad del siglo XX, victima en 1940 del programa de depuración racial conocido como Aktion T4. Pero un historiador sostiene que, en realidad, el citado pintor murió en 1916, combatiendo en la Primera Guerra Mundial. Un magistral ejemplo de lo difícil que resulta a veces afirmar la verdad histórica y de cómo el negacionismo puede hacerse un hueco en este contexto.

El último relato, profundamente conmovedor, nos devuelve al principio del libro y tiene mucho de redentor. Una niña huérfana es cuidada por una mujer en una relación de la que no sabemos nada: "La guerra, que es la encarnación más vulgar del azar, las había hecho rodar la una hacia la otra". Un día, en uno de sus vagabundeos por el bosque, encuentra un cadáver, que visita a diario y con el que mantiene silenciosas conversaciones: "El hombre muerto, que ya no parecía un hombre, no podría oír lo que la pequeña quería decirle"; pero esta "estaba segura de que el hombre podía [coger sus palabras], oírlas y utilizarlas para seguir viviendo en su muerte a través de ella".
 
En El informe de Brodeck, escribe Claudel: "Qué extraña es la vida... Quiero decir, las corrientes de la vida, que nos arrastran, más que nos llevan, y tras un curioso recorrido nos dejan en una orilla, la de la derecha o la de la izquierda".  Son esas las corrientes impredecibles que configuran este libro.

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