miércoles, 24 de julio de 2024

¿Cuánto vale una vida?

Didier Fassin
¿Cuánto vale una vida? O cómo pensar la dignidad humana en un mundo desigual
Traducción de Margarita Polo
Siglo Veintiuno, 2022 

"Las desigualdades ante la vida son, simplemente, el precio que pagar por las desigualdades estructurales de la sociedad generadas por las leyes del mercado y la ausencia de corrección, siquiera parcial, por parte de los servicios 
públicos sanitarios y sociales".


¿Cuánto vale una vida?, se pregunta y nos pregunta Didier Fassin. No es la pregunta aparentemente desapasionada y pragmática de un actuario de seguros que, armado con su arsenal de herramientas financieras y estadísticas calcula el coste de un seguro de vida en función de determinados riesgos. La pregunta la hace un reputado científico (médico, antropólogo y sociólogo) que se ha especializado en el análisis y la intervención en aquellos lugares donde la precariedad radical es la norma y con aquellos sujetos que, objetivamente, forman parte de la "población sobrante" en nuestro mundo actual: personas migradas y refugiadas, afectadas por el SIDA en Sudáfrica o en el Congo, poblaciones en emergencia humanitaria... Un mundo de "vidas descartables" en el que, es evidente, todas las vidas humanas no valen lo mismo y hay vidas que, literalmente, no valen (para) nada. 

Este libro recoge la conferencia que impartió Fassin como inauguración de su Cátedra de Salud Pública en el Collège de France el 16 de enero de 2020. Radicalizando por la vía de su aterrizaje concreto la biopolítica foucaultiana (es notable, advierte, que "Foucault ignore por completo la cuestión de las disparidades ante la vida que, con todo, reside en el núcleo mismo del fenómeno que analiza") y recurriendo a una perspectiva poderosamente normativa ("es cada vez menos aceptable observar sin participar") Fassin desgrana las notables diferencias en el valor-vida que imprimen la desigualdad socioeconómica, el tipo de empleo, la discriminación racial o el sistema sexo-género. Diferencias que se miden en años de vida, pero también en el contenido de esos años vividos (incapacidad, enfermedad), en las posibilidades de vivir la vida en cuestión como en espacio de oportunidad, de proyección a futuro, de autonomía, de goce. En este sentido es muy relevante la distinción/relación que establece entre vida-biológica y vida-biográfica: 

"la vida, en el sentido biográfico, deja su huella en la vida, en el sentido biológico, y [...] la decadencia de la primera conduce a la alteración de la segunda. Desde luego, la relación es recíproca, y, por su parte, la degradación física puede entrañar una amenaza para la posibilidad misma de una existencia social".

Así como entre esperanza de vida y expectativa de vida:

"La esperanza de vida, entonces, debe entenderse como una expectativa de vida, es decir, la proyección de un futuro en el curso de una existencia. El idioma inglés, con la distinción entre life expectancy y expectation for life, también da cuenta de esa diferencia. Por un lado, ¿cuántos años podemos esperar vivir? Por el otro, ¿qué podemos esperar de la vida? El paso de la primera a la segunda formulación
desplaza radicalmente la perspectiva. Hablar de desigualdad de las vidas ya no es solo interrogarse sobre las disparidades de su duración, sino considerar las diferencias entre lo que son y lo que los individuos tienen derecho a esperar de ellas. Ya no se habla entonces de cantidad, sino de calidad; tampoco ya de longevidad, sino de dignidad".

La conferencia ante el Collège de France se complementa con una entrevista realizada por Sonia Budassi en noviembre de 2021 en la que se desarrollan y, en algún caso, concretan algunas de las cuestiones expuestas. En conjunto se trata de un libro breve pero de una gran profundidad, una excelente puerta de entrada a la obra, poco traducida aún, de un autor que hace que la ciencia social merezca auténtica (y literalmente) la pena:

"No decidimos los temas sobre los que trabajamos, o sobre los que deseamos exponer, solo en función de criterios intelectuales. A las razones científicas suelen añadirse razones personales. Porque todos somos herederos. Herederos de un mundo social y de un relato familiar. La única diferencia acaso sea entre quienes reconocen esa herencia y quienes la olvidan o la niegan. Mientras realizo una investigación en la frontera italiana, recuerdo que hace apenas un siglo mi abuelo paterno la cruzaba para venir a trabajar a Francia; mientras analizaba las disparidades de la esperanza de vida, recordé que, después de más de cinco décadas pasadas en obradores de la región parisina como albañil, acababa
de jubilarse -el mejor año de su vida, le gustaba decir-, cuando la enfermedad interrumpió brutalmente
su transcurso".

Ojalá fuéramos capaces de transmitir esta idea de responsabilidad como herederas y herederos en nuestras aulas de la UPV/EHU.

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