sábado, 6 de febrero de 2021

Contra la igualdad de oportunidades

César Rendueles
Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista
Seix Barral, 2020

"La igualdad no es condición para nada -el éxito personal, el estado de derecho...- , sino un fin en sí misma porque es una de las bases de nuestra vida en común".


Y no una base cualquiera, una más entre otras: se trata de una base esencial para poder hablar de sociedad. Es algo que siempre han tenido claro lo mismo liberales como Ralf Dahrendorf (“La brecha sistemática que se genera entre las oportunidades de vida de los grandes grupos sociales es incompatible con una sociedad civil” - El recomienzo de la historia, traducción de Griselda Mársico, Katz 2006) que socaldemócratas como Tony Judt (“Si seguimos siendo grotescamente desiguales, perderemos todo sentido de fraternidad: y la fraternidad, pese a su fatuidad como objetivo político, es una condición necesaria de la propia política” - Algo va mal, traducción de Belén Urrutia, Taurus 2010). 

César Rendueles cerraba así un libro, anterior, Capitalismo canalla (Seix Barral, 2015): “Desde los inicios de la modernidad, la democracia ha consistido en una revuelta de la mayoría contra los vencedores del capitalismo global. La democracia es la expresión política de la intuición, fascinante y repleta de claroscuros, de que una vida mejor –más justa, libre y plena- solo se puede dar entre iguales que descubren, transforman y comparten aquello que tienen en común”. En aquel libro ya aparecían algunas de las preocupaciones que han dado lugar a este. Un libro que, como dice en la presentación, empezó a pensarlo en mayo de 2011, durante las movilizaciones del 15M. Pero si Capitalismo canalla apareció en un momento de revueltas democráticas globales contra un capitalismo austericida, Contra la igualdad de oportunidades lo hace en un contexto bien distinto:

"La desigualdad se nos ha metido en los huesos y ha transformado nuestra manera de percibir el mundo", lamenta Rendueles. "La aceptación de la desigualdad no se ha incorporado sólo a las teorías de los profesores de universidad, los autores de ensayos y los responsables de las políticas públicas. Forma parte de la visión del mundo cotidiana de la mayoría de la gente, de los cálculos que hacemos para sobrevivir, de nuestros proyectos de vida y de la forma en que nos relacionamos con los demás".

En una entrevista en RTVE en la que conversaba con Salvador Gómez sobre su nuevo libro, César señala que cuando surgió el concepto de clase media en los siglos XVIII-XIX, lo hizo como un “ideal de vida digna universalizable”, alejado de las condiciones de vida miserables pero también del lujo de las clases altas, caracterizándolo como “el imperio de lo suficiente, de lo bastante”. Me parece una mirada muy sugerente, que conecta con esa idea defendida por los Skidelsky en su libro ¿Cuánto es suficiente?. Sin embargo, las referencias que hace en el libro a la actual clase media son muy críticas: "Autocalificarse de clase media es, básicamente, soltar lastre social y cultural: verse a uno mismo en una posición tendencial de ascenso social”, lo que ha acelerado la degradación de la democracia entendida como proyecto igualitario.

La aparición de este libro ha coincidido con la publicación del ensayo de Michael Sandel La tiranía del mérito (Debate, 2020). Tanto Sandel como Rendueles hacen un cuestionamiento de la ideología o la ficción meritocrática tan informado como inapelable. Ficción en la que la educación aparece como gran mecanismo legitimador. Pero la meritocracia es el señuelo de una trampa en la que acaban atrapados los sueños de ascenso social de unas clases medias que parecen haber renunciado a todo mecanismo institucional de reducción de las desigualdades que no sea el éxito educativo individual: “Las instituciones educativas –no el sistema fiscal o la negociación sindical o las políticas de vivienda- son hoy el único espacio social en el que aspiramos a que se disuelvan los privilegios heredados y se generen otros nuevos basados en el mérito”.

Escrito con un lenguaje claro, el libro de César Rendueles aborda cuestiones de tanto interés como las siguientes:
  • la insuficiencia de la clase social y del interés (incluso del interés compartido) como fundamento de las políticas emancipatorias (“Hacemos política igualitaria cuando superamos esa lógica de la pérdida y la ganancia y somos capaces de incorporar compromisos costosos a nuestros ideales éticos de vida buena y libre”); 
  • la necesidad de combinar herramientas institucionales y condiciones materiales con “relaciones sociales densas, consistentes” para construir una igualdad emancipadora; 
  • la reivindicación de las (buenas) instituciones, de las instituciones igualitarias, que son las que en realidad estructuran nuestro sistema de igualdad social, advirtiendo de que el capitalismo contemporáneo es mucho más anti-institucionalista que anti-comunitarista, como se comprueba por su comodidad ante tantas dinámicas comunitarias que, social y políticamente desarticuladas, acaban siendo colonizadas por el mercado, como la llamada economía colaborativa (pero podríamos también hablar de ciertas expresiones del voluntariado);
  • la tensión entre cambio estructural y compromisos o prácticas individuales, a las que da un gran valor (como en la historia de su amigo berlinés y de su abuela en relación a las personas refugiadas);
  • las muchas cuestiones o preocupaciones que la izquierda ha dejado a un lado, como si no fueran importantes, pero que sí lo son para la gente (como la familia, la enseñanza de calidad, el deporte o la seguridad ciudadana), dejando el terreno expedito para que sea la derecha, en ocasiones la extrema derecha, la que se presente como valedora de todas ellas; 
  • el debate sobre el potencial emancipatorio de la Renta Básica Universal o Trabajo Garantizado, enconado objeto de debate entre “trabajogarantistas” y “rentabasiquistas”, en el que Rendueles tercia aceptando sus posibilidades pero advirtiendo contra el simplismo de confiar en ellas como si, por sí mismas, fueran suficientes para reconstruir un proyecto y una realidad igualitarista en un escenario de "derrota sindical global", de manera que son más una expresión de derrota que de fortaleza, más una cuestión de necesidad que de virtud: "Como la negociación colectiva, el cooperativismo y el sindicalismo parecen ciencia ficción pensamos en opciones individualistas –un derecho universal individual o el suministro masivo de trabajo por parte del Estado- que promuevan los valores asociados al igualitarismo".
Un libro necesario cuyo cierre -"La igualdad no es el final del camino, sino el camino mismo"- se convierte en una invitación a recuperar el placer de sabernos diversamente iguales, compartiendo instituciones y espacios públicos, luchas colectivas, fiestas, relatos, vida.  Como aquello que dejó dicho Gandhi sobre la paz: no hay caminos para la igualdad, la igualdad es el camino. Pues eso: vamos a andar...

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