sábado, 19 de enero de 2013

¿Cuánto es suficiente? Tres libros sobre la insaciabilidad

 






Robert Skidelsky, catedrático de Economía Política de Warwick y uno de los mejores conocedores de la obra de Keynes, firma junto con su hijo Edward, profesor de Filosofía, ha publicado el libro titulado ¿Cuánto es suficiente? (Crítica). Un libro de lectura imprescindible en estos tiempos de sobresueldos, de viajes a Andorra con mochilas llenas de billetes de 500 euros y de áticos de lujo.
Como señalan en la introducción, "este libro es un argumento contra la insaciabilidad, contra la disposición psicológica que nos impide, como individuos y como sociedades, decir 'ya es suficiente'".Una disposición que, alentada sin ningún tipo de control por el capitalismo, ha pasado de ser un comportamiento aberrante exclusivo de los más ricos a proponerse como modelo "normal" de comportamiento, al que todas y todos debemos aspirar. La "parishiltonización" del mundo.
Esta insaciabilidad se expresa tanto en el nivel micro de los comportamientos individuales como en el macro de los objetivos de las políticas económicas de todos los estados: es la obsesión por el crecimiento del PIB. La manipulación de los deseos, la competencia por el estatus, la monetarización de cada vez más ámbitos vitales, la confusión de medios y fines y, sobre todo,  la falta de una concepción compartida de lo que debe ser la buena vida, están en la base de esta situación. Esta ausencia de proyecto de vida endosa a las instituciones política una responsabilidad que no pueden rehuir.
En una entrevista Robert y Edward Skidelsky reclaman una decidida intervención de los poderes públicos destinada a modificar una realidad que, en su opinión, debe ser transformada tanto por razones morales como de estricta eficiencia: "Uno de los mayores mitos que tenemos que sufrir es que el Estado es neutro. Pero sucede que cuando se reclama la intervención del Estado para poner barreras a la insaciabilidad aparecen los liberales [económicos] y niegan esta participación porque se rompería la libertad de elección del mercado o la neutralidad del Estado. Pero no es así. En realidad, el Estado está promoviendo la insaciabilidad económica de los mercados y los individuos y nos empuja hacia ella. Un ejemplo más: el Estado regula la publicidad, ¿por qué no promueva una publicidad diferente a la de consumir productos todo el rato?".

La insaciabilidad es también el argumento de dos libros de ficción publicados originalmente hace 127 y 52 años, respectivamente, editados en castellano en 2011.


El primero de estos libros es ¿Cuánta tierra necesita un hombre?, de Lev Tolstoi (Nórdica). Narra la historia de Pajom, un campesino ruso que sueña con ampliar cada vez más la tierra que posee. Cuando el pueblo de los bashkirios, habitantes de una remota región, le ofrecen por mil rublos tanta tierra como pueda recorrer en un día, su ambición incontrolada jugará en su contra.
"Marcaré una parcela muy grande. En una jornada puedo recorrer unas cincuenta verstas. En esta época un día dura tanto que parece un año. Y en cincuenta verstas hay un montón de tierra. La peor la venderé o se la dejaré a los mujiks y yo me quedaré con la mejor y la cultivaré con mis propias manos. Compraré dos bueyes para el arado y contrataré a menos dos trabajadores; sembraré medio centenar de verstas y dejaré el resto para que paste el ganado". Al final no será tanta la tierra que necesite...
Una preciosa parábola, excelentemente editada y acompañada de las ilustraciones de la donostiarra Elena Odriozola.



El segundo libro es una novela del australiano Kenneth Cook titulada Pánico al amanecer (Seix Barral). La historia se desarrolla en la Australia interior, despoblada y desértica, y empieza cuando John Grant, un joven profesor del pequeño y aislado pueblo de Tiboonda, se dispone a viajar hasta Sidney para disfrutar de sus vacaciones estivales. Tiboonda es para Grant "una versión del infierno", un lugar en el que aún habrá de pasar un curso más antes de poder aspirar a un destino alejado de "esa burla de pueblo donde él no era más que un marginado en una comunidad que se sentía en casa en ese inhóspito y desolador territorio que se extendía a su alrededor: ardiente, seco y abandonado ante sí y ante aquellos que decían ser sus propietarios".
El primer tramo del viaje le lleva hasta Bundanyabba, una ciudad minera donde debe hacer noche antes de continuar su camino hacia Sidney. "¿Primera vez en Yabba?"; es la pregunta que le hace cada persona con la que se encuentra, todas deseosas de explicar a Grant las excelencias del que para sus habitantes es "el mejor lugar de Australia". Lugareños para quienes invitar a una ronda de cervezas es la mejor forma de acoger al forastero. Así ocurre con Crawford, un policía con el que coincide en un bar. Una ronda llevará a otra, de allí Grant pasará a participar en un extraño juego de apuestas, y a partir de ahí su existencia se convertirá en un desasosegante ejercicio de autodestrucción.

Tres lecturas bien interesantes, cada una a su manera. Las tres nos invitan a reflexionar sobre la ambición  descontrolada y el deseo de acumular bienes, dinero o tierra.

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