viernes, 25 de septiembre de 2020

Si Venecia muere

Salvatore Settis
Si Venecia muere
Traducción de Nuria Martinez Deaño
Turner, 2020

"¿Será, entonces, esta y solo esta la nueva dimensión de la ciudad, la nueva 'ciudad invisible' que hemos de tener en mente mientras nuestro siglo avanza? ¿Realmente es inevitable que hasta las pequeñas ciudades se disfracen de megalópolis y reproduzcan túneles subterráneos, barrios satélites, autovías urbanas y otros dispositivos de desorientación? ¿La ciudad de las personas, a escala humana, ha dado paso a una máquina productiva de bienes y consumo en la que cada ser humano es la insignificante ruedecilla de un engranaje gigantesco, la abeja obrera de una colmena incansable? ¿O podemos seguir alimentando otro tipo de memoria y de historia, otra alma y otra ciudad invisible que contrarresten el avance de las megalópolis?".

 

¿Qué es una ciudad? Una caracterización clásica es la que diferencia pero relaciona tres dimensiones: urbs, polis y civitas. Según esto, una ciudad es un espacio construido, con una determinada morfología y un cierto tamaño y densidad (urbs); es también una forma particular de organización política (polis), una democracia cercana, municipal; y es, sobre todo, el espacio de y para la civitas, de las personas que la habitan y la hacen plenamente suya. Disculpándome por la autocita, lo planteaba así en un artículo no hace mucho, apoyándome en Park:

"La ciudad es también, y sobre todo, un espacio social: vivido y soñado, experimentado e imaginado, practicado y proyectado. Frente a la «ilusión urbanística», que olvida que el espacio urbano es siempre fruto de la producción social, conviene recordar con los clásicos que la ciudad, «es algo más que una aglomeración de individuos y de servicios colectivos: calles, edificios, alumbrado eléctrico, tranvías, teléfonos, etc.; también es algo más que una simple constelación de instituciones y de aparatos administrativos: tribunales, hospitales, escuelas, comisarías y funcionarios civiles de todo tipo. La ciudad es sobre todo un estado de ánimo, un conjunto de costumbres y tradiciones, de actitudes organizadas y de sentimientos inherentes a estas costumbres, que se transmiten mediante dicha tradición. En otras palabras, la ciudad no es simplemente un mecanismo físico y una construcción artificial: está implicada en los procesos vitales de las gentes que las forman; es un producto de la naturaleza y, en particular, de la naturaleza humana»".

Pero la ciudad también ha sido y es pensada y vivida como un espacio seguro frente a un exterior amenazante, como una "máquina de crecimiento" (growth machine), como una "ciudad-marca" o imagen, rendida a la "atractividad", trivializada y urbanalizada (lo explico aquí)...

Salvatore Settis ha escrito un libro que es un canto fúnebre por una ciudad en fase de exterminio por la peste (lo llama así) de la turistificación de lujo ("Mientras la ciudad se vacía, desembarcan en ella ricos y famosos dispuestos a pagar un precio altísimo por una casa-status symbol que usarán cinco veces al año"), pero también por la invasión de turistas low-cost que buscan vivir durante unas horas, una vez en su vida, la experiencia de una Venecia empaquetada que les permita decir "Yo he estado allí" ("Por cada residente que vive de manera permanente en Venecia, hay más o menos seiscientos visitantes volátiles"). Una ciudad que cada día que pasa es menos civitas y más growth machine mediante el insostenible monocultivo del turismo de masas. 

"Pero el pueblo de Venecia -clama Settis ante este panorama- no es el de los turistas y tampoco el de aquellos más cuidadosos que pasan unos cuantos días o semanas en la ciudad. Ni es de la horda de propietarios de segundas, terceras o cuartas residencias en las que no viven. Ni unos ni otros pueden ser lo que los habitantes son para una ciudad: la sangre que circula por sus venas, que son las calles y las plazas; el guardián y el artífice de la memoria; una comunidad que identifica la forma física de la ciudad y su razón ética, le pietre e il popolo [las piedras y el pueblo], como decía el título de un libro de Tomaso Montanari. ¿El pueblo de Venecia puede seguir hoy siendo el grupo, cada vez más exiguo, de los residentes, a quienes se podría comparar con los supervivientes de una deforestación?".



 Fuente: Arquine, 3 junio 2020

 

Pero tras el canto (más bien grito) fúnebre, por Venecia, Settis nos convoca a su defensa, convencido que que en esta tarea estaremos defendiendo todas las ciudades amenazadas por procesos de acumulación por desposesión:

"Esta ciudad preciosa, única, difícil en su singularísima relación con el agua y la tierra firme, en contratendencia porque es naturalmente peatonal y no hay coches, es el símbolo supremo, a nivel planetario, de la medida humana de la ciudad antigua. Por eso, Venecia nos provoca y nos pregunta: ¿debemos preservar esta presencia del espacio o diluirla sometiéndola al pensamiento único que querría imponer un solo modelo de neociudades idénticas en todo el mundo?".



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