viernes, 21 de marzo de 2025

Las hijas del cazador de osos

Anneli Jordahl
Las hijas del cazador de osos 
Traducción de Petronella Zetterlund
Siruela, 2024
 
"Las siete bípedas dejaron el equipaje en el suelo, se sentaron en un lecho de hepáticas, se apretujaron en forma de muralla para protegerse del frío y el peligro. En esta ocasión fue el torno el que vio cómo las personas se llevaban a la boca unos palitos blancos que ardían por la punta. Compartieron pan y salchichas, luego se acostaron enroscadas debajo de un abeto. Durmieron pegadas con las cabezas en las axilas o sobre los estómagos de las otras. Una de ellas se deslizó debajo del ramaje de otro abeto. La ardilla en la copa dejó caer sus excrementos en el lecho donde los perros se acostaron como fuente de calor para las espaldas humanas. Durante la noche, se escucharon sonidos guturales y jadeos tan altos que el colimbo ártico se calló. Los animales que dormían alrededor esperaban que las chicas se fueran pronto y dejaran que el bosque recuperara la calma y los sonidos habituales de animales".
 

La historia se centra en las siete hermanas Leskinen, jóvenes de apariencia salvaje con largas melenas pelirrojas, cuerpos robustos y hábitos montaraces. La mayor, Johanna, acaba de cumplir veinte años, no es particularmente inteligente pero sí fuerte y decidida, y es la que más ha compartido con el padre la vida en los bosques. Luego están las gemelas Tanja y Aume, la primera es práctica y muy hábil con las manos, la segunda vive en un mundo de historias imaginadas y cuentos tradicionales. Las siguen otras dos gemelas, Tiina, fuerte como una luchadora pero de movimientos torpes, y Laura, miope y con una profunda relación con la naturaleza. Simone, muy religiosa, es la que más apegada ha estado a su madre. Por último está Elga, la más joven y también la más astuta. Siete mujeres muy distintas entre sí, pero que comparten algo muy relevante: 

"Si en algo se puede medir  a todas las hermanas por el mismo rasero, será en esto: la incapacidad de ordenar y sistematizar, sí, incluso una imposibilidad. La estructura y las reglas no eran para ellas".

Viven en una granja junto al bosque, con su madre, su padre y las ocasionales visitas del tío Veikko, gran narrador de historias y leyendas, donde llevan una vida rústica y apartada de la sociedad. Regularmente, acuden al mercado para vender pieles de animales y se las conoce por su comportamiento alegre y desenfadado. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando su padre, el reconocido cazador de osos Heikki Laskinen, muere al enfrentarse "al oso más grande y hosco que hubiera conocido".
 
La desaparición del padre, soberano absoluto del universo familiar, desequilibra sus vidas. Las hermanas no tienen una visión homogénea de lo que quiere: mientras que algunas desean continuar con el modo de vida que han llevado hasta entonces, incluso ir más lejos, literalmente, adentrándose más en los bosques, otras sueñan con escapar de la granja y buscar una existencia más integrada en la sociedad. 

Las tensiones entre las hermanas (hay ecos de El señor de las moscas) son, precisamente, uno de los aspectos más fascinantes de la novela: aunque comparten la misma educación y crianza, cada una de ellas tiene una personalidad, ambiciones y visión de la vida diferente, lo que provoca conflictos y desafíos en la toma de decisiones tras la desaparición del padre. Lo mismo que la relación con la madre. Desde el principio, queda claro que la madre no ha sido feliz en su matrimonio. Su vida ha estado marcada por el dominio violento del cazador de osos, que la ha reducido a una mujer atrapada en un destino impuesto por el hombre con el que compartió su vida. La tensa relación entre la madre y el padre se refleja también en su vínculo con las hijas:
 
"Las hijas me hacen daño. Sus ojos fríos me chupan la vida, mientras que a Heikki lo miran y adoran con ojos brillantes. Quieren estar cerca de él, sentarse en sus rodillas, ser como él. En cambio, las palabras que usa Heikki para hablar de mí hacen que ellas me miren con asco. Cuanto más crecen, más miedo me tienen, miedo de parecerse a su madre. La salvación es el abrazo del padre".

El destino de la madre actúa como una advertencia para las hijas, que ven en su historia un reflejo de lo que podría ocurrirles si no logran encontrar su propio camino, demostrando que pueden vivir de manera autosuficiente, sin depender de un hombre: "Ni siquiera aquí estamos a salvo de los penes. Tendremos que armarnos", advierte Johanna.

El estilo narrativo de Anneli Jordahl combina el realismo más visceral (olemos su sudor, escuchamos sus eructos y sus pedos, vemos sus rostros sucios y su sangre menstrual bajando por su piernas) con elementos poéticos que nos sumergen en la atmósfera del bosque escandinavo, dibujando una tensión constante entre lo bello y lo salvaje: 

"Había una calma extraordinaria, los pájaros callaban, no se escuchaban crujidos provocados por animales, la superficie del lago era como un espejo. Laura se sumergió en el agua, se deslizó tranquilamente, quieta como un kayak por un río de un país tropical. Sus grandes brazadas no arrugaron la superficie del agua. Laura iba allí casi a diario para escapar de los oleajes de las hermanas. Nadar en las aguas tranquilas le aclaraba la mente. Pensaba en todo lo que no se atrevía a pensar en presencia de Johanna, que parecía ver a través de Laura. Johanna no sabía leer letras, pero sí sabía leer pensamientos".

Las hijas del cazador de osos es una novela compleja, difícil de transitar, llena de aristas y de focos: en ciertos aspectos relato de aventuras en la naturaleza más salvaje (wilderness literature), en parte novela de aprendizaje o de formación (Bildungsroman), pero desde una perspectiva (eco)feminista que la hace enormemente original.

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