El buen antepasado. Cómo pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista
Traducción de Efrén del Valle
Capitán Swing, 2022
"Ha llegado el momento, sobre todo para los habitantes de las naciones ricas, de reconocer una verdad inquietante: hemos colonizado el futuro. Tratamos el futuro como un lejano puesto colonial carente de personas al cual podemos arrojar degradación ecológica, riesgo tecnológico y residuos nucleares, y saquearlo a voluntad. Cuando Gran Bretaña colonizó Australia en los siglos XVIII y XIX, se sirvió de una doctrina legal actualmente conocida como terra nullius -«tierra de nadie»- para justificar
su conquista y tratar a la población indígena como si no existiera o no tuviera derechos sobre la tierra. A día de hoy, nuestra actitud como sociedad es la del tempus nullius: vemos el futuro como un «tiempo de nadie», un territorio no reclamado que también está exento de habitantes. Igual que los territorios lejanos del imperio, podemos adueñarnos de él. Igual que los indígenas australianos siguen luchando contra el legado del terra nullius, también hay que batallar contra la doctrina del tempus nullius".
Empezaré diciendo que en este libro Krznaric no dice nada que no sea sentido común para el ecologismo crítico, el ecosocialismo o el ecologismo anticapitalista: que nuestro modo de vida es insostenible porque vivimos consumiendo las oportunidades vitales de millones de nuestras contemporáneas y contemporáneos (la mayoría de las personas que habitan el Sur Global), así como las de las generaciones futuras, también las de nuestras hijas e hijos; y que, más allá de intereses materiales explícitos, estamos especialmente mal preparadas para afrontar el reto de tomar decisiones en el presente incorporando las consecuencias que estas decisiones pueden tener en el futuro. Como advierte James Garvey en La etica del cambio climático,
"Estamos acostumbrados a pensar de manera individual, e identificamos fácilmente los daños locales, que se producen justo delante de nosotros tanto en el espacio, como en el tiempo. Nuestros valores se forjaron en un mundo sin tecnología y fragmentado. Ahora, la acumulación de actos aparentemente inocentes tiene consecuencias que nuestros antepasados no pudieron ni soñar. Además, los efectos de nuestras acciones, así como las acciones en sí mismas se difuminan en el espacio y el tiempo de manera muy confusa".
"Estamos acostumbrados a pensar de manera individual, e identificamos fácilmente los daños locales, que se producen justo delante de nosotros tanto en el espacio, como en el tiempo. Nuestros valores se forjaron en un mundo sin tecnología y fragmentado. Ahora, la acumulación de actos aparentemente inocentes tiene consecuencias que nuestros antepasados no pudieron ni soñar. Además, los efectos de nuestras acciones, así como las acciones en sí mismas se difuminan en el espacio y el tiempo de manera muy confusa".
Una referencia fundamental para pensar este reto es, sin duda, Hans Jonas con su obra de 1979 El principio de responsabilidad, en la que reflexiona sobre "la ampliada dimensión de futuro de la responsabilidad actual"; así como el imprescindible Jorge Riechmann y su idea de que habitamos en "la época moral
del largo alcance".
Pero el libro de Krznaric merece ser leído, conversado y, sobre todo, practicado. Escrito con un estilo accesible y ligero, repleto de ilustrativas infografías y con ingeniosas metáforas que ayudan a visibilizar las tesis básicas del libro; entre estas metáforas destaca la contraposición entre el "cerebro nube de azúcar" (nuestra tendencia a buscar satisfacciones y recompensas a corto plazo) y el "cerebro bellota" (nuestra capacidad para pensar a largo plazo, para hacer proyecciones y cálculos de futuro).
Me han interesado mucho su reflexión sobre el potencial de la religión para construir comunidades de pensamiento a largo plazo (la memoria y la transmisión son esenciales en todas las religiones); su crítica, de la mano de Nordhaus, del "ciclo empresarial político" que refuerza el cortoplacismo y reproduce el cerebro nube de azúcar tanto en el cuerpo electoral como en las personas elegidas mediante procedimientos democráticos; o la imperiosa necesidad de diseñar "instituciones-bellota" que modulen y reduzcan nuestra impulsividad a corto plazo.
Me ha gustado menos, hasta me ha disgustado, que pueda plantearse la mera posibilidad de "aspirar al crecimiento económico y a la vez respetar los límites ecológicos del planeta", su aplauso a los "pactos verdes" o su afirmación de que "los bits son ligeros": son cuestiones que, en mi opinión, banalizan la crítica de fondo contenida en el libro, volviéndolo funcional, si no para un capitalismo verde, sí para una "socialdemocracia verde", eco-reformista.
Y por favor: Bárbol no es "un gigantesco árbol parlante" diferente de los ents, como dice en la página 69, sino el líder de los ents, de los pastores de árboles. Un respeto.
Y ya puestas, señalar una errata en la página 18: no es "un sufragista" sino una sufragista.
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