lunes, 26 de octubre de 2020

No digas nada

Patrick Radden Keefe
No digas nada
Traducción de Ariel Font Prades
Reservoir Books (Penguin Random House), 2020

"Jean McConville apenas si dejó rastro. Desapareció en una época muy caótica, y los hijos que dejó eran tan pequeños que muchos de ellos no habían elaborado todavía un catálogo de recuerdos".

 

Esta es la historia de una sociedad rota, la de Irlanda del Norte, a través de las vidas cruzadas de dos mujeres irlandesas, Jean McConville y Dolours Price.

Jean, de soltera apellidada Murray, nacida en el seno de una familia protestante de East Belfast, entró a trabajar como criada, a la edad de catorce años, en la casa de una viuda católica, Mary McConville, de cuyo único hijo se enamoró y acabó casándose. El hijo, Arthur, tenía doce años más que Jean y era militar del ejército británico.

"Cuando Jean y Arthur se enamoraron, el hecho de que procedieran de diferentes vertientes de la divisoria religiosa no pasó desapercibido a sus respectivas familias. En los años cincuenta las tensiones eran, en este sentido, menos pronunciadas de lo que lo habían sido anteriormente y lo serían más adelante, pero aún así una pareja 'mestiza' era poco habitual. Y esto no solo por razones de solidaridad tribal, sino porque protestantes y católicos solían vivir en mundos restringidos: residían en vecindarios diferentes, iban a colegios e institutos diferentes, tenían empleos diferentes, frecuentaban pubs diferentes".

Pero en 1969 estallaron The Troubles, una sangrienta agudización del conflicto histórico que supuso el final de la estrategia de reivindicación no violenta (inspirada en el movimiento pro derechos civiles estadounidense liderado por Martin Luther King) impulsada hasta entonces por el republicanismo, el renacimiento de un IRA "prácticamente fenecido", así como la ruptura de cualquier atisbo de coexistencia, mucho menos de "mestizaje", entre católicos y protestantes. De manera que Jean y Arthur, que vivían con su extensa prole en un barrio protestante, se vieron forzados a marcharse y acabaron alojándose en la pesadilla lecorbusierana de Divis Flats, con una población mayoritariamente católica comprometida activamente con la lucha armada:

"Una vez instalados en su nueva vivienda, los McConville conocieron lo que los residentes llamaban 'la cadena'. Cuando la policía  o el ejército llamaban a la puerta de un piso en busca de armas de fuego, alguien asomaba la cabeza por la ventana de atrás y le pasaba elarma a un vecino o vecina asomados a su propia ventana en el piso contiguo. El arma era entregada a un vecino del otro lado, quien a su vez se la pasaba a alguien de un piso más alejado todavía, y así sucesivamente".

En enero de 1972 Arthur McConville falleció a consecuencia de un cáncer de pulmón. Subsistiendo gracias a una exigua pensión, con treinta y ocho años, Jean se convirtió en viuda y madre de diez hijas e hijos con edades comprendidas entre los veinte y los seis años.  

Una noche, ese mismo año de 1972, tras escucharse disparos en el exterior de su domicilio la familia McConville oyó a alguien que pedía ayuda desesperadamente. Era un joven soldado británico, malherido. Jean salió de la casa e intentó consolarlo apoyando la cabeza del militar en su regazo y rezando. Ante las advertencias de su hijo mayor ("Así solo te estás buscando problemas") entró en casa. A la mañana siguiente el soldado no estaba, pero alguien había pintado en su puerta: "FOLLASOLDADOS"

Jean McConville fue sacada por la fuerza de su hogar el 7 de diciembre de 1972. Dos de los secuestradores no iban enmascarados y su hijo Michael, que entonces tenía once años, "se dio cuenta, con horror, de que las personas que se llevaban a su madre no eran gente desconocida: eran vecinos suyos"

En claro contraste con Jean, Dolours Price pertenecía a "la realeza republicana". De ahí sus profundas convicciones republicanas. "Cuando Dolours Price era apenas una niña, sus santos preferidos eran mártires. Una tía suya por parte de padre, muy católica ella, solía decir: 'Por Dios y por Irlanda'. Para el resto de la familia, lo primero era Irlanda". En su familia, "como en general en toda Irlanda del Norte- la gente era propensa a hablar de las calamidades del pasado como si hubiera ocurrido hacía solo una semana". Su padre había formado parte del IRA en los años treinta, había puesto bombas en Inglaterra y se había fugado de la cárcel de Derry. No era el único: "Todos los miembros de la familia, o casi, habían estado entre rejas"

Así y todo, en su adolescencia desarrolló un pensamiento propio y crítico, incluso con la tradición republicana católica y armada. Feminista, universitaria, socialista, consideraba que el cisma sectario entre católicos y protestantes no podía encubrir la realidad común de explotación que vivían las familias trabajadoras de una o de otra confesión. Sin embargo, los Troubles hicieron tambalear tanto su visión de una Irlanda socialista unida por encima de las divisiones religiosas como su confianza en la resistencia no violenta como forma de lucha, y en 1971 tanto ella como su hermana, Marian, se incorporaron al IRA. "Tras haberse apartado, de joven, de las formes convicciones que imperaban en su familia, Dolours acabaría considerando el momento de ingresar en el IRA como un 'regreso', una especie de vuelta a casa". Ambas formaron parte del comando que en 1972 colocó cuatro bombas en Londres, el primer ataque en la metrópoli del IRA Provisional. Detenidas, encarceladas, sostuvieron una prolongada huelga de hambre que puso en grave riesgo sus vidas y finalmente fueron puestas en libertad. En 1983, Dolours se casó en la catedral de San Patricio en Armagh con el conocido actor Stephen Rea.

Entrecruzando la vida de esas dos mujeres este excelente libro, una rigurosa investigación periodística que se lee como un thriller apasionante, nos introduce de lleno en el dantesco escenario del conflicto norirlandés. Cuatro años de investigación, más de cien entrevistas, 68 páginas de notas le sirven al autor para profundizar en las operaciones de contrainsurgencia del ejército británico, dirigidas por militares formados en la represión contra la revuelta de los Mau Mau en Kenia o la guerrilla comunista de Malasia, últimos y sangrientos coletazos del Imperio Británico; en las disputas en el seno del republicanismo (Gerry Addams no sale precisamente bien parado); en la compleja evolución del conflicto hacia el Acuerdo de Viernes Santo; en las heridas abiertas, las memorias dañadas y los silencios cómplices; y, sí, también, en el esclarecimiento (relativo, nadie ha sido juzgado por ello) de lo que le ocurrió a la desdichada Jean McConville. Un emocionante ejercicio de memoria.


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