Cara norte del Espigüete
[2] En los últimos años parece haber un renovado interés por las cuestiones relacionadas con la vida y las tradiciones del mundo rural. Al menos en el ámbito editorial. Pero si se publica sobre estas cuestiones será porque también se lee. Creo que el éxito de estos libros indica la existencia permanente en nuestras sociedades de un profundo deseo de vivir vidas más sencillas, más cercanas a los ritmos de la naturaleza y más respetuosas con esta.
Uno de los libros que mejor reflejan esta aspiración a una vida más sencilla es La vida del pastor, de James Rebanks (Debate, 2016).
El autor es aún joven (nació en 1974). Estudiante desmotivado en su infancia, descubrió la lectura gracias a su madre y ya de mayor estudió en la Universidad de Oxford, pero siempre con el objetivo de continuar con el oficio de su familia: “Los individuos viven y mueren, pero las granjas, los rebaños y las viejas familias permanecen”. El libro es un canto de amor y compromiso hacia su tierra, el Distrito de los Lagos, en el noroeste de Gran Bretaña, muy cerca ya de la frontera escocesa, hacia sus gentes y hacia sus modos de vida y tradiciones: “Si soltaras a un vikingo aquí conmigo sobre esta colina, entendería perfectamente cómo funciona lo que estamos haciendo y cuál es el patrón básico que sigue nuestro año agrario”.
Entre estas tradiciones destaca la propiedad y gestión comunal de una buena parte de las tierras (el autor dice que en los Lagos existe la mayor concentración de tierra comunal que queda en toda Europa occidental). Unas tierras y unos modos de vida que sólo se mantienen gracias a las personas que, como James Rebanks, su familia y sus vecinos, se han comprometido absolutamente con ellos. Convencidos de que estos modos de vivir y de producir no sólo encierran pasado sino que también están cargados de futuro: “Nuestro sistema agrario no trata de maximizar la productividad, sino de producir aquello que este paraje permite de forma sostenible. A las comunidades tradicionales les llevó miles de años aprender, por el método de ensayo y error, cómo vivir y trabajar el campo con las limitaciones de entornos difíciles como el nuestro. Olvidar sus lecciones o permitir que esos saberes quedaran en desuso sería una idiotez. En un futuro sin combustibles fósiles y en el que nos amenaza el cambio climático, es posible que vayamos a necesitar todos esos saberes de nuevo”.
Aunque repleto de hermosas descripciones de los paisajes y las formas de vida del Distrito de los Lagos, su relato está muy alejado de cualquier visión romántica de la vida rural: en sus páginas hay mucho y muy duro trabajo, olor a estiércol, sangre de animal enfermo o parturiento, frío invernal, dificultades económicas . También encontramos interesantes reflexiones sobre las colisiones que se dan entre los autóctonos y las personas que acuden a la zona por su belleza, como turistas o construyendo nuevas residencias para el verano: “Siempre puedes saber cómo de ajeno a nuestro mundo es alguien por el nivel de terror que le produce el estiércol”.
Por casualidad le había echado el ojo a otro libro, en este caso una novela: La frontera del lobo, de Sarah Hall, cuya historia transcurre también en el Distrito de los Lagos. Casi puede leerse como una especie de envés del libro de Rebanks: la trama central gira en torno al proyecto de un excéntrico duque, propietario de grandes extensiones de terreno, de reintroducir al lobo en los campos y los bosques británicos, tarea para la que contrata a Rachel Caine, oriunda de la zona, pero que lleva una década estudiando a los lobos en Idaho. Sobre esta trama encontramos otras subtramas, excelentemente entreveradas: la maternidad en solitario, las relaciones familiares y hasta el proceso independentista escocés (que juega un papel esencial en el desenlace de la historia). Lo he disfrutado muchísimo. Tanto que ya estoy a la caza de algún otro libro de esta autora, que según creo no tiene nada más publicado en castellano: lo que es una lástima. Empezaré por The Carhullan Army, una distopía que parece de lo más atractiva.
Entre estas tradiciones destaca la propiedad y gestión comunal de una buena parte de las tierras (el autor dice que en los Lagos existe la mayor concentración de tierra comunal que queda en toda Europa occidental). Unas tierras y unos modos de vida que sólo se mantienen gracias a las personas que, como James Rebanks, su familia y sus vecinos, se han comprometido absolutamente con ellos. Convencidos de que estos modos de vivir y de producir no sólo encierran pasado sino que también están cargados de futuro: “Nuestro sistema agrario no trata de maximizar la productividad, sino de producir aquello que este paraje permite de forma sostenible. A las comunidades tradicionales les llevó miles de años aprender, por el método de ensayo y error, cómo vivir y trabajar el campo con las limitaciones de entornos difíciles como el nuestro. Olvidar sus lecciones o permitir que esos saberes quedaran en desuso sería una idiotez. En un futuro sin combustibles fósiles y en el que nos amenaza el cambio climático, es posible que vayamos a necesitar todos esos saberes de nuevo”.
Aunque repleto de hermosas descripciones de los paisajes y las formas de vida del Distrito de los Lagos, su relato está muy alejado de cualquier visión romántica de la vida rural: en sus páginas hay mucho y muy duro trabajo, olor a estiércol, sangre de animal enfermo o parturiento, frío invernal, dificultades económicas . También encontramos interesantes reflexiones sobre las colisiones que se dan entre los autóctonos y las personas que acuden a la zona por su belleza, como turistas o construyendo nuevas residencias para el verano: “Siempre puedes saber cómo de ajeno a nuestro mundo es alguien por el nivel de terror que le produce el estiércol”.
Por casualidad le había echado el ojo a otro libro, en este caso una novela: La frontera del lobo, de Sarah Hall, cuya historia transcurre también en el Distrito de los Lagos. Casi puede leerse como una especie de envés del libro de Rebanks: la trama central gira en torno al proyecto de un excéntrico duque, propietario de grandes extensiones de terreno, de reintroducir al lobo en los campos y los bosques británicos, tarea para la que contrata a Rachel Caine, oriunda de la zona, pero que lleva una década estudiando a los lobos en Idaho. Sobre esta trama encontramos otras subtramas, excelentemente entreveradas: la maternidad en solitario, las relaciones familiares y hasta el proceso independentista escocés (que juega un papel esencial en el desenlace de la historia). Lo he disfrutado muchísimo. Tanto que ya estoy a la caza de algún otro libro de esta autora, que según creo no tiene nada más publicado en castellano: lo que es una lástima. Empezaré por The Carhullan Army, una distopía que parece de lo más atractiva.
[3] Por cierto, desde hace años mantengo una vinculación emocional muy particular con el Distrito de los Lagos a través de los hermosos cuentos escritos e ilustrados por Beatrix Potter, y que fueron los favoritos de mi hija en sus primeros años de vida. Especialmente la historia de Peio Untxia (Peter Rabbit, en el original inglés, Perico el conejo travieso en su traducción castellana), librito que siempre llevaba consigo cuando salíamos a la calle. Y que conserva las huellas de sus deditos (y de sus primeros dientes).
Beatrix Potter (1866-1943) fue una mujer enormemente interesante, inconformista, que se rebeló contra las convenciones sociales de la estirada, clasista y patriarcal Inglaterra Victoriana. Hay una película sobre ella muy recomendable, Miss Potter (Chris Nonan, 2006). Potter vivió desde 1905 en el Distrito de los Lagos y, enamorada de esas tierras y de sus modos de vida, dedicó su fortuna a adquirir granjas y terrenos que cedió a la National Trust for Places of Historic Interest or Natural Beauty. James Rebanks lo recuerda en su libro: "El territorio que vamos a recoger hoy no nos pertenece a nosotros, sino a la Fundación Nacional para Lugares de Interés Histórico o de Belleza Natural. Otras colinas tienen otros propietarios, pero disfrutamos de un antiguo derecho legal que permite que un número determinado de ovejas pasten en ellas. Gran parte de estas extensiones de tierra montañosa fueron adquiridas por acaudalados benefactores, como Beatrix Potter, y cedidas después a la Fundación Nacional, en la confianza de que aseguraría la protección tanto del paisaje como de la forma de vida única que este alberga".
Para empezar a disfrutar de sus historias, Las aventuras de Perico y Benjamín, con la evocadora intro de Miriam Stockley, "Perfect Day".
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