domingo, 26 de agosto de 2012

Sentir para representar


El periódico de hoy nos advierte de que lo que está por venir pinta crudo. Una fortísima subida del IVA, un horizonte de nuevos ajustes ligados al próximo rescate a España, una nueva vuelta de tuerca a la vinculación de las prestaciones sociales con la activación para un empleo que no existe o que cuando existe no integra... Todas ellas medidas que cargan sobre los sujetos y los colectivos más vulnerables los costes de una situación de la que de ninguna manera son responsables.

"La multitud es ignorada por los hombres del gobierno, por los burócratas provincianos y de las ciudades. La multitud en cuanto compuesta de individuos, no en cuanto pueblo, ídolo de las democracias. Aman el ídolo, hacen sufrir al individuo. Son crueles porque su imaginación no imagina el dolor que la crueldad termina por despertar. No saben cómo imaginar el dolor de los demás, por eso son innecesariamente crueles. [...] No han sentido el dolor: han creado el caos, han dejado que los más fuertes se aprovecharan económicamente, han dejado que lo poco que había se desperdigara". Así describía Antonio Gramsci, en 1917, a la clase poítica italiana. Una descripción que bien podemos recuperar para caracterizar el problema esencial de las políticas que se vienen desarrollando en el conjunto de Europa en los últimos años. Unas políticas, esas que se deciden en las cumbres de jefes de Estado y de gobierno, en los consejos de ministros, en los parlamentos y, sobre todo, en las instituciones económicas y financieras, incapaces de representarse en el pensamiento a las víctimas que provocan.


En estos momentos en los que Euskadi se prepara para unas próximas elecciones, más que continuar con la crítica a las políticas realmente existentes prefiero optar por una perspectiva más propositiva y compartir la caracterización que Gramsci hacía de la buena política:

La actividad científica es una cuestión que implica un esfuerzo fantástico; quien es incapaz de construir hipótesis nunca será un científico. También en la actividad política hay una gran parte para la imaginación; pero en la actividad política, la hipótesis no es de hechos inertes, de materia opaca a la vida; la imaginación en política tiene como elementos a los hombres, a la sociedad de los hombres. Si un científico se equivoca en su hipótesis, no es tan grave, después de todo: se pierde una cierta cantidad de riqueza, de cosas: una solución se precitpita, un globo se revienta. Si el hombre político se equivoca en su hipótesis, es la vida de los hombres la que corre peligro, es el hambre, es la rebelión, es la revolución para no morirse de hambre. En la vida política, la actividad de la imaginación debe estar iluminada por una fuerza moral: la simpatía humana; y queda ensombrecida por el diletantismo [...] que en este caso es falta de profundidad espiritual, falta de sensibilidad, falta de simpatía humana. Porque si se miden adecuadamente las necesidades de los hombres de una ciudad, de una región, de una nación, es necesario sentir esas necesidades; es necesario poder representar concretamente en la imaginación a esos hombres mientras viven, mientras trabajan a diario, representar su sufrimiento, sus dolores, los dolores de la vida que se ven obligados a vivir. Si no se posee ese poder de dramatización de la vida, no se pueden intuir las medidas generales y particulares que armonicen las necesidades de la vida con la disponibilidad del Estado. Si se desarrolla una acción en la vida, hay que saber prever la reacción que despertará, las repercusiones que tendrá. Un hombre político es grande en la medida de su poder de predicción: un partido político es fuerte en la medida de la cantidad de hombres con esa fuerza de los que dispone.
[Antonio Gramsci, Odio a los indiferentes, Ariel, Madrid 2011]

A ver si somos capaces, a lo largo de los próximos dos meses, de debatir políticamente en términos parecidos a estos.

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