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martes, 26 de agosto de 2025

Libros recomendados en agosto

 

viernes, 15 de agosto de 2025

Fuego la sed

María Sánchez
Fuego la sed
La Bella Varsovia, 2024 
 
[...] fuimos nosotras
quienes aprendimos la historia de nuestras madres
tocando los anillos de los árboles
 
lo que no se quiere contar
queda irremediablemente granado
en este espectro
 
en los libros
nunca aparecen sus nombres
tampoco sus quehaceres [...]
 
 
María Sánchez es veterinaria de campo, ensayista y poeta. Fuego la sed es su segundo poemario tras Cuaderno de campo (2017). En este blog también he reseñado su ensayo autoetnográfico Tierra de mujeres (2019), absolutamente recomendable.  
 
Articulado en varias partes de extensión desigual -"Nos quedan veinte años para entender el sol", "Los elegidos del agua", "Los animales hablan", "El día que nací mi abuelo plantó un peral", "Fuimos demasiado recientes para formar parte de la historia"-, en este segundo poemario reflexiona sobre nuestra relación con la Tierra, sobre la emergencia climática y la desmemoria hacia el territorio, con un lenguaje a la vez lírico y profético.
 
[...] ya no llueve no
ya no llueve como antiguamente
una y otra vez repiten
los mayores
 
ellos nacieron
antes del fin
 
ellos se convertirán en ancestros
nosotros en fantasmas 
 
Fuego la sed es un poemario de urgencia crítica y también de ternura, que enaltece (sin romantizarlo) lo rural, lo olvidado y lo vulnerable. Desde una mirada honesta y exigente María Sánchez nos invita a escuchar la memoria de la tierra, a reconocer sus heridas (que son también las nuestras) y a preguntarnos qué futuro podemos construir. 

[...] nos cosieron
en el corazón de un hombre que peca
 
de esos remiendos y tajos
podrán enhebrarse
-os decimos-
otros mapas del afecto 

sábado, 12 de julio de 2025

Poesía de Ingeborg Bachmann

Ingeborg Bachmann
Poesía completa
Traducción de Cecilia Dreymüller
Tresmolins, 2018 

La guerra ya no es declarada, 
sino continua. Lo inaudito
se ha vuelto común.  
 
 
Abrir las páginas de este libro es como adentrarse en un territorio a la vez etéreo y ardiente, un espacio donde la palabra se convierte en fuego lento, humo que perfila siluetas y, al mismo tiempo, ceniza que cubre todo de un silencio casi sagrado. Leer a Ingeborg Bachmann no es solo leer poesía: es atravesar con el cuerpo el filo de sus versos, caminar entre ruinas interiores y ciudades reconstruidas tras la devastación, acompañadas de un idioma que, pese a todo, busca todavía la claridad.
 
[L]a Historia nos ha preparado una tumba
de la que no habrá resurrección.

Desde sus primeros poemas se percibe la huella de la posguerra, el temblor de quien sabe que las palabras han perdido la inocencia. Ingeborg Bachmann escribe en alemán, desde una lengua rota, herida, que busca reconstruirse sin traicionar la memoria del horror. Al leer su poesía, desde los primeros poemas de 1948 hasta los últimos de 1967, asistimos a la evolución de su voz: desde el hermetismo de "Die gestundete Zeit" (El tiempo aplazado) hasta los textos más tardíos, donde la palabra se vuelve aún más austera, más concentrada y, tal vez por ello, más luminosa.

El tiempo, el amor y la muerte son los grandes ejes que atraviesan estos poemas, pero no como temas abstractos, sino como experiencias encarnadas. Hay algo deliberadamente áspero en su decir, una negativa a embellecer el dolor. Y, sin embargo, incluso en su sequedad, sus versos brillan con una belleza desolada, como el resplandor de la nieve bajo un cielo gris.
 
Quienes condenan la guerra están elegidos
para luchar en esta luz.
Esparcen el grano
en los muertos sembrados del mundo.,
yacen en las líneas de fuego
durante un largo verano,
en los haces de ráfagas
por nosotros y caen al viento

Leerla es escuchar una voz que no teme nombrar la fragilidad: la propia, la del lenguaje, la de la historia. Pero también es percibir un latido persistente de esperanza, aunque sea mínima, aunque apenas se sostenga. En "Anrufung des Großen Bären" (Invocación a la Osa Mayor), encontramos un gesto de invocación: la búsqueda de sentido más allá del desastre, la tentativa de orientar la mirada hacia las estrellas, como quien busca un norte en plena oscuridad.
 
En otro lugar se cierran los pasos de montaña:
aquí se intercambia un saludo, se comparte el pan.
Y todos traen, para cicatrizar la frontera,
un puñado de cielo y un paño de tierra

Este libro es que no es solo una recopilación: es un viaje por el pensamiento poético, del mapa emocional e intelectual, de una escritora que nunca dejó de preguntarse por el lugar de la palabra tras la catástrofe. Sus poemas nacen del silencio, pero no se instalan en él; son la tentativa, a veces desesperada, de decir lo indecible. Quizá por eso su lectura nos deja con una sensación ambivalente: de plenitud y de desamparo. Como si, al cerrar el libro, quedara resonando dentro de nosotras la pregunta que atraviesa toda su obra: ¿puede la poesía salvarnos, aunque sea un poco, de nosotras mismas?

La Poesía completa de Ingeborg Bachmann no solo reúne los versos de una de las voces más importantes de la literatura del siglo XX: es también una brújula para orientarse en la noche del mundo y una invitación a mirar de frente la herida, sin perder del todo la esperanza en la palabra. 
 
Tras este diluvio
quiero ver a la paloma
y únicamente a la paloma
otra vez salvada.
 
¡Yo me hundiría en este mar!
si ella no volase, 
si ella no trajera,
la hoja en la última hora

martes, 22 de abril de 2025

Réquiem / Poema sin héroe

Anna Ajmátova
Réquiem / Poema sin héroe
Edición, introducción y traducción de Jesús García Gabaldón
Cátedra, 2023 (12ª edición)
 
"Quisiera llamar a todas por su nombre,
pero confiscaron la lista y no se puede encontrar.
Para ellas he tejido un vasto sudario
con las pobres palabras que les oí.
De ellas me acuerdo siempre, en todas partes.
No las olvidaré en una nueva desgracia.
Y si amordazaran mi atormentada garganta,
por la que gritan cien millones de voces, 
que ellas también rueguen por mí
en la víspera del aniversario de mi muerte".
 
 
Había empezado a leer este libro de la poeta Anna Ajmátova cuando se cruzó Deseo cenizas para mi casa, de Daria Serenko, que escribe lo siguiente: "No hace mucho memoricé los nombres de varios represaliados y presos políticos por si acaso borraban las listas. Si todos memorizamos unos pocos, no conseguirán acabar con nuestra memoria. Lástima que no funcione de esa forma". Al leerlo, recordé lo que Anna Ajmátova cuenta, "en lugar de prefacio", al inicio de su Réquiem:
 
"En los terribles años de Yezhov [jefe de la policía política estalinista, responsable de las purgas de 1936 a 1938] pasé diecisiete meses en las colas de las cárceles de Leningrado. En una ocasión alguien, de alguna manera, me reconoció. Entonces una mujer de labios azules que estaba tras de mí, quien, por supuesto, nunca había oído mi nombre, despertó del aturdimiento en que estábamos y me preguntó al oído (allí todas hablábamos en voz muy baja):
    - Y esto, ¿puede describirlo? 
Y yo dije:
    - Puedo.
Entonces algo parecido a una sonrisa asomó por lo que antes había sido su rostro".
 
Anna Ajmátova (1889-1966), una de las poetas más importantes y emblemáticas de la literatura rusa del siglo XX, fecha estos hechos en Leningrado, el 1 de abril de 1957. Su vida y su obra fueron atravesadas por  los momentos más turbulentos de la historia de Rusia: la caída del zarismo, la Revolución de Octubre, las purgas estalinistas y la Segunda Guerra Mundial. Su voz, tan serena como profunda, se convirtió en un símbolo de resistencia, dignidad y dolor silencioso.
 
Nacida como Anna Andréyevna Gorenko en el seno de una familia aristocrática cerca de Odesa (entonces parte del Imperio ruso, hoy Ucrania), adoptó el seudónimo "Ajmátova" -el apellido de su bisabuela tártara- porque su padre, funcionario del Estado, le prohibió usar el apellido familiar para no "deshonrarlo" escribiendo versos. Se dio a conocer en los años previos a la Revolución con poemas que pertenecen al movimiento del acmeísmo, corriente literaria que se oponía al simbolismo dominante y abogaba por una poesía más concreta, sobria y clara. Sus primeros libros, como La tarde (1912) y Rosario (1914), la consagraron rápidamente. En ellos, Ajmátova exploraba el amor, el deseo, la pérdida y el orgullo femenino con una intensidad contenida que la hizo muy popular.

La historia personal de Anna Ajmátova se entrelaza profundamente con la tragedia colectiva del pueblo ruso bajo el régimen estalinista. Su primer marido, el también poeta Nikolái Gumiliov, fue fusilado en 1921 por supuesta conspiración antisoviética. Su único hijo, Lev Gumiliov, fue arrestado y enviado varias veces a campos de trabajo forzado. Ajmátova, pese a la represión, se negó a exiliarse y permaneció en la URSS, donde fue sistemáticamente silenciada y vigilada.
 
"No, no estaba bajo un cielo extraño,
ni bajo la protección de extrañas alas, 
estaba entonces con mi pueblo
allí donde mi pueblo, por desgracia, estaba".

Durante años, no pudo publicar. Sin embargo, en la clandestinidad escribió una de las obras maestras de la literatura del siglo XX: Réquiem, un ciclo de poemas que recoge el sufrimiento de las mujeres en la cola de las cárceles soviéticas, esperando noticias de sus hijos y maridos encarcelados:
 
"Y no solo por mí rezo,
sino por quienes permanecieron allí conmigo,
en el frío feroz y en el infierno de Julio,
bajo el muro rojo y ciego"
[Ajmátova se refiere a julio de 1938, la época de mayor terror bajo el estalinismo].
 
Este texto, cargado de dolor contenido y una fe casi religiosa en la dignidad humana, fue transmitido oralmente entre amigas y amigos de confianza y no se publicó completo en Rusia hasta décadas después de su muerte.

Ajmátova es considerada una de las conciencias poéticas de su tiempo. Su obra no se rindió nunca ante la propaganda ni ante la desesperanza. Cuando fue rehabilitada parcialmente en los años 50 y 60, recibió homenajes y premios, pero nunca olvidó a quienes murieron o desaparecieron. Siguió escribiendo con una voz que hablaba por quienes no podían hacerlo.
 
"Y pasarán diez siglos:
torturas, exilios y ejecuciones.
Como ven, no puedo cantar".

Comparar a Anna Ajmátova y Daria Serenko es tender un puente entre dos momentos históricos distintos de Rusia, pero atravesados por un mismo eje: la opresión política, el patriarcado estructural, la represión del pensamiento crítico y la resistencia a través de la palabra. Aunque sus estilos, contextos y formas difieren, hay una poderosa continuidad entre ambas: la figura de la mujer que escribe en medio del derrumbe, que transforma el dolor y la injusticia en un acto de memoria, de testimonio y de denuncia poética.
 
Ajmátova vivió los horrores del estalinismo, las purgas, la guerra y el silencio forzado. Es la voz de quienes esperaron fuera de las cárceles, las madres y esposas de los desaparecidos, las que no podían gritar pero sí susurrar versos. Serenko, hija del siglo XXI, ha sido testigo y víctima del autoritarismo postsoviético, del ultranacionalismo de Putin, de la violencia del exilio y la censura digital. Como Ajmátova, ha vivido el encarcelamiento y ha visto cómo su país se hunde en otra guerra. Ambas escriben desde el corazón de un país que no tolera la disidencia y en ambas resuena la misma pregunta: ¿cómo escribir cuando todo a tu alrededor está cayendo o ya ha sido destruido? En las dos, la poesía se vuelve un acto de salvación y de memoria, una forma de conservar lo humano en medio del horror.
Podemos imaginar a Serenko como una heredera de Ajmátova, pero con una lengua diferente, adaptada a los tiempos rotos de hoy. Ambas nos enseñan que la literatura, lejos de ser evasión, puede ser un grito de denuncia y un archivo de futuro.

"cuando todo acabe
ya seré una mujer adulta
cuya juventud habrá transcurrido en una dictadura
cuyo cuerpo se habrá estremecido de miedo
más veces que de amor
[...]
cuando todo acabe
volveremos a casa
pero nuestra casa no nos va a reconocer
no va a identificar nuestro olor
 
nos quedaremos plantados en el umbral
sin decidirnos a entrar 
temblando no de miedo
sino de cansancio".
 
(Daria Serenko)

 
"No hay otro camino para mí
sino éste que encontré de milagro
y que no tengo prisa en abandonar,
 
Que el emisario del siglo remoto
del sueño secreto de El Greco
me explique sin palabras,
con una sonrisa veraniega,
por qué estuve para él más prohibida
que los siete pecados capitales.
 
Y que entonces un desconocido
de los siglos futuros
me mire con audacia,
para que entregue a la sombra flotante
un húmedo ramo de lilas
cuando la tormenta pase".
 
(Anna Ajmátova)

miércoles, 1 de enero de 2025

La oscuridad radiante

Mary Ann Evans (George Eliot)
La oscuridad radiante. Antología poética
Traducción de Juan Pedro Martín Villarreal
Ediciones Torremozas, 2018
 
"[...] dibujé ante mí un ignoto lugar
al que los rayos del atardecer no habían abandonado,
cuyas aterciopeladas praderas parecían más verdes
que las caminadas hasta entonces y mejores para descansar,
al llegar al lugar deseado, sin embargo,
lo encontré desprovisto de aquellos aparentes encantos
surgidos del dulce poder de la distancia [...]."
 
 
Esta antología de Mary Ann Evans, más conocida por sus novelas, nos ofrece un buen ejemplo de su sensibilidad poética, un terreno menos conocido de su obra literaria, pero igualmente poderoso y cautivador.
 
Mary Ann Evans (1819-1880) adoptó el seudónimo George Eliot por una combinación de razones personales, sociales y profesionales, todas relacionadas con las expectativas y limitaciones de la época victoriana en la que vivió y escribió. Una época en la que las mujeres escritoras enfrentaban serios prejuicios en el ámbito literario. Sus obras eran clasificadas como ligeras, sentimentales o dirigidas exclusivamente a un público femenino. Publicar bajo un nombre masculino le permitió a Evans evitar estas etiquetas y asegurar que su trabajo fuera tomado en serio desde el principio.

Además, Mary Ann Evans tuvo una vida personal poco convencional para la época. Mantuvo una relación de pareja con el filósofo y crítico George Henry Lewes, quien estaba casado legalmente con otra mujer debido a las rígidas leyes de divorcio en Inglaterra. Esto la convertía en objeto de críticas y escándalo social. Firmar sus obras como George Eliot la protegía del escrutinio personal que podría haber eclipsado su trabajo. Era también una mujer excepcionalmente educada y profundamente interesada en la filosofía, la ciencia y la religión, temas que abordaba en sus obras con gran rigor y profundidad. Sin embargo, en su tiempo, estas áreas eran consideradas territorio exclusivo de los hombres. Al adoptar un nombre masculino podía posicionarse como una figura intelectual seria, en igualdad de condiciones con sus contemporáneos hombres.

La antología se compone de poemas ricos en simbolismo que exploran temas como la naturaleza de la fe, la lucha interna del individuo, la conexión con la naturaleza y las tensiones entre luz y oscuridad, tanto literal como metafórica. Como sugiere el título, La oscuridad radiante, Mary Ann Evans articula la paradoja inherente de la experiencia humana: la coexistencia del sufrimiento y la belleza, de la incertidumbre y la iluminación. Siempre con una enorme capacidad para transitar entre las temáticas más elevadas y las experiencias más cotidianas, como se demuestra en sus poemas "Podría unirme al invisible coro" y "Cuenta ese día perdido".

"Podría unirme al invisible coro" (O May I Join the Choir Invisible) es una meditación sobre la trascendencia y la inmortalidad espiritual, alejada de dogmas religiosos, en la que la autora expresa su anhelo de ser parte de un "coro invisible", no en el sentido de un paraíso celestial, sino como una contribución duradera al bienestar humano y al progreso moral, planteando una visión secular de la inmortalidad: vivir a través del impacto positivo que dejamos en otros. La idea central es que la verdadera trascendencia no está en la gloria personal o la fama, sino en cómo nuestras acciones pueden inspirar y elevar a quienes vienen después. Es una declaración profundamente humanista, que privilegia la conexión y el servicio sobre cualquier recompensa sobrenatural.

Podría unirme al invisible coro
de aquellos difuntos inmortales que de nuevo viven
en memorias mejoradas por su presencia: vivir
en latidos que incitan a la generosidad, 
en hechos de atrevida rectitud, con desdén
por los miserables propósitos que acaban con una misma, 
en ideas sublimes que taladran la noche como estrellas
y con su tierna persistencia urgen la búsqueda humana de más grandes asuntos. [...]
[...] Esta es la vida que viene,
la que los mártires han hecho más gloriosa
para nosotros que luchamos por seguir. Podría alcanzar
el más puro cielo, ser para otras almas
el cáliz de fortaleza en la agonía,
encender el noble fervor, alimentar el amor puro,
multiplicar las sonrisas sin crueldad,
ser la dulce presencia de un difundido bien,
¡y en una difusión cada vez más intensa!
Así que me uniré al invisible coro
cuya música es la alegría del mundo.
 
"Cuenta ese día perdido" (Count That Day Lost), mucho más breve y directo, ofrece una reflexión sobre la importancia de las acciones diarias y su impacto en la vida de los demás. A diferencia de "Podría unirme al invisible coro", que tiene una ambición universal, "Cuenta ese día perdido" se centra en el día a día, en lo concreto y lo inmediato, proponiendo un criterio simple pero poderoso para evaluar un día: si no has hecho algo por mejorar la vida de otra persona, ese día puede considerarse perdido. Este enfoque pragmático y ético refuerza la idea de que la grandeza moral se construye en los pequeños actos cotidianos. Este poema es un ejemplo del enfoque ético de Mary Ann Evans: cada día tiene un potencial para el bien, y depende de nosotras aprovecharlo. La moralidad no es algo abstracto o reservado para grandes gestos heroicos, sino una práctica cotidiana y accesible.
 
Si te sientas al atardecer
y cuentas lo que has hecho,
y, contando, encuentras
una hazaña abnegada, una palabra
que alivió el corazón de quien la escuchó,
una mirada tan amable
que iluminó tus caminos –
puedes contar ese día como bien empleado.

Pero si, durante todo el santo día,
no alegraste corazón alguno, –
si, en todo el día
nada hiciste para traer
la luz a un solo rostro –
ni la más pequeña acción
que a cambio de nada ayudara a un alma –
entonces cuenta ese día como perdido.
 
 
Ambos poemas reflejan la profunda preocupación de la autora por la ética y la moralidad, desde ángulos complementarios: si el primero aborda la grandeza de la contribución humana en el largo plazo, el segundo nos recuerda que esa grandeza se construye a partir de pequeños actos diarios. En conjunto, ambos poemas nos invitan a reflexionar sobre cómo nuestras acciones moldean tanto nuestra vida como el mundo que nos rodea, equilibrando el deseo de trascendencia con la urgencia del presente. 

Una excelente lectura para iniciar este nuevo año.

sábado, 23 de noviembre de 2024

La violenta espuma

Daisy Zamora
La violenta espuma
Visor, 2017
 
Perdón por no habernos quedado
donde nos obligaban la tradición
y el buen gusto.
 
Por atrevernos a ser nosotras mismas
al precio de destrozar
todos tus sueños.


Daisy Zamora (Managua, 1950), una de las voces más destacadas de la poesía contemporánea nicaragüense, ofrece en este libro una síntesis magistral de sensibilidad poética y compromiso social, reflejo de la luminosa complejidad de su vida. Nacida y educada en el seno de una familia adinerada y liberal ("Casa de los abuelos. / Casa natal. / Cuna. / Reino de claridad. / Espacioso aposento, altas camas, / imágenes sagradas"), se unió al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en 1973, combatió contra la dictadura de Somoza ("Como en cámara lenta lo recuerdo: / El terreno inclinado, resbaloso, caliente, / la mano agarrada al fusil / el olor a quemado") y fue locutora y directora de programación de Radio Sandino durante la última ofensiva sandinista de 1979. Tras el triunfo de la revolución, fue nombrada viceministra de Cultura para el nuevo gobierno, trabajando mano a mano con Sergio Ramírez, que firma un precioso prólogo a este libro.

Un libro en el que se entretejen experiencias personales con una profunda reflexión sobre la lucha política, la identidad femenina y las contradicciones del ser humano. Escritos con un lenguaje claro y contundente, que combina la intimidad de lo cotidiano con el peso histórico de los acontecimientos políticos, la autora reflexiona sobre las heridas de la guerra y la resistencia, mostrando el costo humano de la revolución, también sobre la maternidad, el amor y la autonomía, desde una perspectiva abiertamente feminista:

Pregunto por las mujeres de mi casa.

Desde niña supe la historia del bisabuelo:
Científico, diplomático, liberal, político,
padre de prole  numerosa y distinguida.

¿Y doña Isolina Reyes, casada con él desde
los quince años hasta su muerte, cuál fue su historia?
 
La violenta espuma es un libro imprescindible para quienes buscan una poesía que combine lo íntimo y lo colectivo, lo político y lo estético. Daisy Zamora logra en esta obra capturar la esencia de la condición humana en medio de la tormenta, con una voz que es a la vez profundamente nicaragüense y universal. Un libro que no solo se lee, sino que se siente: un testimonio poético de resistencia, belleza y esperanza.