miércoles, 1 de noviembre de 2023

La barrera del sonido: paseo por Arnotegi y Bolintxu

Llovía con fuerza esta mañana, cuando he salido con la intención de subir hasta Arnotegi y bajar por Bolintxu. No me canso de caminar por estos senderos.
 
 
Bilbao y el Abra desde el mirador de Arnotegi.
La bajada hacia Bolintxu nos introduce en un maravilloso bosque de ribera.
Se escucha mucho antes de que podamos verlo. El ruido continuo -¡bom, bom, bom!- de los coches atravesando el innecesario viaducto de Bolintxu. Se acabó la magia de un lugar muy especial, donde antes sólo se escuchaba el rumor del agua y el canto de los pájaros. Qué pena.
Cascada del Bolintxu.

Lectura recomendada en octubre


martes, 31 de octubre de 2023

La tribu de los árboles

Stefano Mancuso
La tribu de los árboles
Traducción de David Paradela López
Galaxia Gutenberg, 2013

"¡Y qué raíces! Si las hubierais visto: gruesas como troncos subterráneos, más largas de cuanto quepa imaginar. Desde la base, partían en todas direcciones como enormes serpientes escondidas bajo tierra [...]. A su lado, era capaz de percibir el enorme caudal de información que, a través de aquella red inmensa, fluía sin descanso desde todos los rincones de la comunidad hasta mi poderoso camarada. me pareció sentir cómo vibraba el suelo: un murmullo bajo y constante que se asemejaba al retumbo de las olas rompiendo incesantes contra un acantilado".


Stefano Mancuso es botánico, profesor de la Universidad de Florencia y director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal. Empezó a ser conocido a partir de la publicación de su libro Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal (2015), escrito en colaboración con la periodista científica Alessandra Viola. En este libro, escrito en un estilo divulgativo pero plenamente científico, para desasosiego de vegetarianas y veganas 😅 se arrumba la idea de que los vegetales se limiten a vegetar, pasivas e insensibles, para explicar que las plantas no solo son sensibles sino hipersensibles (dotadas no sólo de los cinco sentidos propios de la especie humana, sino de quince sentidos más), que se comunican entre sí y con otros seres, que tienen memoria, cuidan de sus retoños, toman decisiones en función de los problemas que se les presentan y hasta tienen su propia personalidad. 
 
Después de otros cuatro libros desarrollando estas cuestiones desde la misma perspectiva científica, con La tribu de los árboles Mancuso reurrre a la ficción para seguir insistiendo en su reivindicación del mundo vegetal, en la necesidad de que abandonemos nuestra mirada antropocéntrica (o, todo lo más, mamífero o mamocéntrica) para abrirnos al mundo vegetal, fundamento de nuestro presente y nuestro futuro. 
 
Vinculada expresamente con la catástrofe climática, la narración nos lleva hasta Edrevia, un mundo habitado por árboles divididos en clanes que se ven confrontados con un cambio en el clima que amenaza su supervivencia: "Estoy seguro de que ninguno de ellos vio la relación entre esa vieja tragedia y lo que está ocurriendo ahora -dijo-. Es difícil conectar hechos ocurridos con tantos años de diferencia. Además, Edrevia siempre ha sufrido sequías, calor, hielo, inundaciones y cualquier otra catástrofe medioambiental imaginable a intervalos más o menos regulares. Lo que está cambiando es la frecuencia de esos acontecimientos, su intensidad". Árboles sintientes, pensantes, parlantes y andantes, que deberán ingeniárselas para afrontar la amenaza del futuro.

Una bonita fábula que, sin embargo, en ocasiones me ha parecido demasiado pueril y en otras un tanto forzada. Los árboles de Mancuso están muy lejos de los ents de Tolkien. Pero en este tiempo aciago en el que tras cada intervención urbanística acecha un arboricidio merece mucho la pena recordar que los árboles sostienen el mundo con sus raíces. Literalmente.

"Todos nosotros somos conscientes de que, mientras descansamos al sol, damos vida a todo lo que nos rodea. Nuestro cuerpo sabe que la energía y la masa son una misma cosa y que nosotros somos el eslabón que une el Sol con la Tierra. [...] Hay otros seres que se ven obligados a matar para vivir; no quiero ni imaginarme cómo deben sentirse. [...]  Por lo menos así lo veíamos en nuestra comunidad. para nosotros, que, al contrario, por el echo de vivir dábamos vida, resultaba inconcebible. Quiero decir que nadie aceptaría algo así, si pudiera elegir, ¿verdad?".

Napátrida

Erri de Luca
Napátrida
Traducción de Carlos Gumpert Melgosa
Periférica, 2023
 
"Sigo siendo napátrida, alguien que ha consumado su cuota de pertenencia, poca, naciendo en un lugar y luego distanciándose de él a la fuerza: ninguna alianza podrá sustituir el destino del nacimiento".


Erri de Luca es un habitual en este blog. Su territorio biográfico y moral (el Nápoles de posguerra, la militancia política delos sesenta, la escalada, la solidaridad activa con las personas migrantes y refugiadas, con las poblaciones bombardeadas) es también el mío. De ahí que cada una de sus obras tenga, junto a luminosas novedades, mucho de familiar.

Es el caso de este breve libro, presentado como "el más abiertamente autobiográfico de Erri de Luca". Lo es. Con Nápoles como telón de fondo, la ciudad en la que nació, de la que la que fue regurgitado y de la que se fue para siempre sin dejar nunca de permanecer en y pertenecer a ella:
 
"En Nápoles, cuando bajo por las escalerillas del tren, no tengo la sensación de estar de vuelta. Por el contrario, me siento solo más merecidamente que en cualquier otro lugar. Una ciudad no perdona la separación, que es siempre una deserción. [...] Respeto el derecho de regurgitación que la ciudad ejerce sobre quien se aleja de ella. Si respondo de mí ante ella lo hago poniéndome en el pellejo del huésped, no del ciudadano. [...] Nunca he vuelto a echar raíces en ninguna otra parte"

Ya sabíamos de la peculiar y admirable relación que Erri de Luca mantiene con el mundo, comprometida y distanciada a la vez, aterrizada en la fábrica, las calles en lucha y la solidaridad concreta, elevada a las alturas de las montañas que rozan el cielo. Ahora nos regala un nombre para esta forma de ser y estar en el mundo: napátrida, "alguien que ha raspado del cuerpo sus orígenes para entregarse al mundo".

domingo, 29 de octubre de 2023

Una vida de tres perros

Abigail Thomas
Una vida de tres perros
Traducción de Regina López Muñoz
Errata Naturae, 2023

"Necesitarás tres perros, uno de los cuales habrá captado un aroma interesante que entra flotando por la ventana del segundo piso. Es una sabuesa. Todos lo son, y los cuatro dormís juntos en una cama de matrimonio. Cuando abras los ojos (su aliento caliente y perruno en tu cara), te estará mirando con tal intensidad que te dará la risa. Te pondrás la ropa de ayer (oportunamente tirada en el suelo) y bajarás sin tropezar con Rosie ni con Harry ni con Carolina, todos ellos rozándote los pies. Cuando abras la puerta de la cocina, saldrán disparados al jardín y se pondrán a cazar al instante, con la nariz pegada al suelo, a un animalillo cuya cola zigzagueante parece un electrocardiograma. Saldrás tras ellos al césped verde y mojado. Estarás al aire libre y serán las cinco de la mañana".


Así empieza el capítulo titulado "Cómo ahuyentar la melancolía" y es una excelente muestra del tono y contenido del libro. Un libro de memorias en el que la autora comparte una historia, la suya, realmente trágica, pero que Abigail Thomas afronta con una actitud admirable en la que el amor y el humor se convierten en recursos esenciales para dar sentido a esa tragedia.
 
La historia comienza cuando su marido, Rich, fue atropellado por un coche una noche en la que paseaba a su perro, Harry, en las inmediaciones de su domicilio en Manhattan. El resultado fue un gravísimo traumatismo cranoencefálico que acabó provocándole una demencia prematura. Precisando atención especializada en todo momento, Rich acaba ingresado en una residencia y Abigail Thomas se traslada desde Manhattan a un pequeño pueblo cercano, para estar cerca.

La autora no oculta ni edulcora una experiencia que es terrible: "Algo se detuvo el 24 de abril de 2000. Nuestros años en común se terminaron, nuestro futuro en común cambió". La dureza de cuidar de su marido, la difícil decisión de ingresarlo en una residencia ("¿Qué clase de mujer era? ¿Qué pasaba con mis votos matrimoniales?"); las visitas de los miércoles y la rutina, emocionalmente agotadora, de sacar a Rich de la residencia cada fin de semana y la dolorosa operación de llevarlo de vuelta ("Que cómo meto a mi marido en el coche? Con embustes"); la aceptación de que ella seguía siendo una persona autónoma, con sus propias necesidades, con su propia vida, a la que no podía ni debía renunciar: “¿Qué nivel de exigencia nos imponemos las mujeres? Después de todos estos años, por fin logro pronunciar las palabras «quiero vivir mi vida» sin sentirme ni un monstruo ni una egoísta, ni una cobarde”.
 
Sin embargo, el relato transmite belleza, esperanza y alegría. No habría sido lo mismo, seguro, si en su vida no hubieran estado presentes, muy presentes, Carlina, Rosie y Harry:
 
"De un tiempo a esta parte sólo hablo de perros. [...] A veces detecto una pausa brevísima antes de que mi interlocutor cambie de tema con un murmullo y acto seguido recuerde que tenía un recado pendiente. Pero mis perros me hacen reír, me dan consuelo y nunca me aburro de ellos. Cuando la cabeza de Rosie descansa en mi hombro, Harry se hace hueco en mi costado izquierdo y Carolina se acurruca como una prenda doblada en una lavandería china, tan pequeña y pulcra, soy plenamente feliz".

Una historia luminosa.