sábado, 21 de diciembre de 2019

Breve elogio de la errancia

Akira Mizubayashi
Breve elogio de la errancia
Traducción de Mercedes Fernández Cuesta
Gallo Nero, 2019

"No me gustan los desplazamientos. Soy de naturaleza muy sedentaria. Estoy bien donde me encuentre. No obstante, ¿me atrevería a definirme como un ser errante? Mi errancia, de haber errancia, es de orden interior, como la de todos mis grandes héroes convocados en las páginas anteriores. Pero es también y sobre todo de naturaleza lingüística. Comenzó hace ya más de cuarenta años entre dos lenguas, entre por un lado la de mis padres, la que me llegó de modo natural, la que me atraviesa de arriba abajo y, por otro, la que me fuí a habitar, de la que elegí apropiarme, de la que decidí hacer un lugar de anclaje que me permitiera distanciarme de lo que mi lengua de origen me obliga a ser".


Akira Mizubayashi (Sakata, 1951) cursó estudios superiores de lenguas y civilizaciones extranjeras en Tokio y entre 1973 y 1976 estudia pedagogía en Francia, la Universidad Paul-Valéry de Montpellier, graduarse de profesor de francés como lengua extranjera. Desde 1983 enseña francés en diversas universidades de Tokio. Apasionado por la obra y la perspectiva filosófica de Rousseau, Mizubayashi se considera a sí mismo un "errante sedentario", un errante interior, emocional y lingüístico.

En este breve pero profundo ensayo cuestiona el conformismo comunitarista japonés, tradicional y hegemónico, que alcanzó su cénit con el Estado imperial nipón, concebido como "cuerpo estado-moral" hacia el que el individuo debe una "responsabilidad infinita". Este modo de existencia "obstaculiza la aparición de seres singulares asociativos y su avance por el camino de una verdadera apropiación democrática". Porque el autor considera que esa mentalidad no terminó con la derrota del Japón imperial en la Segunda Guerra Mundial, sino que continúa muy presente en la actualidad:

"La sociedad japonesa de 2013, entregada a la indiferencia masiva y la ignorancia de la cultura deliberativa, sigue siendo  una sociedad dispuesta a sucumbir ante la tentación conformista de la mayoría".

Mizubayashi contrasta esta realidad, característica de su sociedad y su cultura de origen, con la realidad que él ha conocido en Europa y que ha querido hacer suya:

"En Europa occidental, el conformismo es objeto de una crítica acerba cuando se confunde con la sumisión a a la tiranía de la mayoría. En Japón, es más bien la voz (o la vía) de la sabiduría, como indica el proverbio antes mencionado: 'Déjate envolver por lo que es largo'".

Así y todo, también existe en la tradición japonesa una figura que rompe con el conformismo hegemónico y encarna la errancia: se trata del ronin, el samurái sin señor, vagabundo, que es el personaje central de tres grandes películas de Akira Kurosawa: Yojimbo (1961), Sanjuro (1962) y, acaso la más conocida, Los siete samuráis (1954), que Mizubayashi considera un ejercicio explícito de derribo de la idea de "cuerpo estado-moral [...] en beneficio de otro cuerpo que es, precisamente, un cuerpo político no ya informado por una instancia tutelar exterior sino fundamentalmente nacido de la voluntad común de los individuos reunidos".

Reivindicación del distanciamiento crítico respecto de lo que nos viene dado (familia, cultura, tradición, lengua, patria) y elogio de un proyecto de "individualidad kurosawaitiana", consistente en la constitución de "un ser singular que tiende a compartir y es consciente de su dimensión plural". Un proyecto esencial no sólo para Japón, también para una Europa bastante menos roussoniana de lo que Mizubayashi afirma y mucho más conformista-comunitarista de lo que acaso imagina.

jueves, 19 de diciembre de 2019

¿Por qué funciona el populismo?

María Esperanza Casullo
¿Por qué funciona el populismo?
Siglo Veintiuno, 2019


"Un mito populista debe lograr tres objetivos básicos: explicar quién forma parte del pueblo, del nosotros; explicar quién es el villano que le ha hecho un daño a ese nosotros, y justificar por qué el pueblo necesita de ese líder para reparar el daño sufrido, encarar la lucha épica y lograr finalmente su redención histórica".

La politóloga argentina María Esperanza Casullo ha escrito un libro titulado con un interrogante que empieza a ser respondido desde el subtítulo: "El discurso que sabe construir explicaciones convincentes de un mundo en crisis".

Aunque en la primera página escriba que "el populismo es un fenómeno íntimamente asociado a la historia latinoamericana" (al análisis de los casos de Hugo Chávez, Evo Morales, Néstor y Cristina Kirchner, Rafael Correa, Fernando Lago y Mauricio Macri dedica los caps. 3 y 5) lo cierto es que,  lejos de ser una anomalía propia de países subdesarrollados o de Estados fallidos, el populismo es un fenómeno asociado íntimamente a la propia democracia y, por ello, una opción siempre presente en el repertorio de estrategias a las que pueden recurrir los dirigentes políticos y que se vuelve especialmente tentadora en tiempos de incertidumbre y de crisis. "En política, sostiene con razón la autora, el populismo funciona". De ahí su extensión por Estados Unidos y Europa (a cuyo análisis dedica el cap. 4).

Desde un planteamiento deudor de la teorización de Chantal Mouffe, Casullo aborda el populismo como un "género discursivo" opuesto al discurso tecnocrático, que se identifica con las élites políticas, económicas y culturales. Su eficacia se explica por su capacidad de recoger las preocupaciones, incertidumbres y miedos de la ciudadanía y proponerles una explicación clara (aunque pueda no ser cierta) y una salida sencilla (aunque pueda no ser viable). A la caracterización de este discurso populista y al análisis de las razones de su éxito están dedicados los caps. 1 y 2, para mí los más interesantes del libro.

Entre la ya amplísima y creciente literatura académica que aborda el populismo el libro de María Esperanza Casullo puede leerse como una introducción al fenómeno, sin juzgarlo ni condenarlo, invitando a comprenderlo como expresión política que siempre estuvo ahí, que en la actualidad está en auge y que va a continuar mostrando su influencia en el futuro.

Como escribe la autora: "Tal vez sea cierto que los discursos populistas no configuran programas ideológicos complejos y articulados, pero sí generan líneas de perspectiva (por decirlo de algún modo) para la acción futura: determinan aliados y adversarios, y delimitan campos de acción posibles a favor de unos y en contra de otros".

Siendo así, conviene armarnos de herramientas analíticas para entender y gestionar el momento populista en que nos va a tocar vivir en los próximos años, más que nada para que nos nos impongan los adversarios equivocados...

domingo, 15 de diciembre de 2019

Ungino, Eskutxi y Aro: circular por Sierra Salvada

Esta mañana me he dirigido hacia la Sierra Salvada o Garobel, que separa los valles de Ayala/Aiaraldea y de Losa. El plan es llegar en coche hasta la localidad de Salmantón (425 m.) y desde aquí completar una ruta circular subiendo a las cimas de Ungino (1.099 m), Eskutxi (1.185 m) y Peña de Aro (1.133 m). En algún lugar he leído que se recorre una distancia total de 14,83 km., con un desnivel acumulado de 763 m. He aparcado el coche un km. después de Salmantón, en un cruce de pistas que llevan hacia Orduña (este es el camino que hay que tomar, siguiéndolo hasta la base misma del Ungino) o hacia el portillo de Aro (por donde descenderemos). He empezado a caminar a las 9:00 y he regresado al punto de inicio a las 12:45.

Pasando la localidad de Arespalditza/Respaldiza, justo antes de tomar el cruce hacia Izoria (y desde ahí, por Maroño, hasta Salmantón), el cielo estaba espectacular. Pero ya se sabe lo que dice la sabiduría popular: "Goiz gorri, arrats euri". Si por la mañana el cielo está rojo, a la tarde lluvia.
 
 A la altura de Maroño el sol pegaba sobre Ungino, iluminándo su mole calcárea. Va a prácticamente ser el último rayo de sol que voy a ver en toda la mañana. A la derecha de Ungino, el Eskutxi.
 Ungino y Eskutxi desde la entrada a Salmantón.
 Como he dicho antes, he aparcado el coche siguiendo la pista que sale de Salmantón. Hay que seguir el amplio pero embarrado camino que se dirige hacia Orduña. No tiene pérdida.

 
Ungino nos marca la dirección. Desde aquí parece una inmensa proa.
 Es el momento de abandonar la pista y coger un sendero que, por la derecha, empieza a subir decididamente hacia la montaña. Al principio es muy amplio y está bien señalado con hitos.


 Pronto se estrecha y se empina. No hay más que seguirlo.
 Dejamos atrás el bosque. Ungino destaca como una inmensa fortaleza.
 Desde aquí se observa perfectamente su característico "ojo". No es el Ojo de Saurón, este es mucho más benigno, aunque sopla un viento tan fuerte que llego a sentirme como Frodo intentando ascender por el Monte del Destino para destruir en su cráter el Anillo Único.
 
 
 El sendero lleva hasta el portillo de Atatxa. El viento ha sido realmente muy molesto toda la mañana. Pero el camino es precioso. En primavera volveré sin falta.

 
 
 
 
Mirada hacie el valle desde el portillo.
Desde el portillo de Atatxa, panorámica mirando hacia el valle de Ayala/Aiaraldea. A la izquierda, la cima de Ungino; a la derecha, el Tologorri.
Por el portillo se accede a la mágica planicie de la sierra, hoy oscura y ventosa.


Rumbo al Ungino.
Paso junto al ojo, pero sin acercarme. El viento era tan fuerte que hacía perder el equilibrio.
Cumbre del Ungino. Según Mendikat, son 1.099 m.
 Mirada hacia atrás: Tologorri.
Hacia adelante el segundo objetivo de hoy: Eskutxi. Para llegar hay que descender primero hasta el portillo de las Escalerillas.

Portillo de las Escalerillas, balsa para el ganado y cueva.

Junto al portillo se encuentra la cueva de Ungino, que pudo estar habitada en la Edad de Bronce, a juzgar por algunos restos encontrados.


Ganando altura en dirección al Eskutxi podemos disfrutar de una espectacular vista del enorme "plato" inclinado que conforma la cumbre de Ungino. Al fondo, el afilado Tologorri.
 Los característicos paredones de la Sierra Salvada. Se distinguen unos buitres. Al fondo, ya en Burgós, el Castro Grande y el espectacular Diente del Ahorcado.
 Todo el camino se hace por el lapiaz. No es muy cómodo, pero basta con poner un poco de atención.
Cima y buzón del Eskutxi. Según Mendikat son 1.185 m.
Gallarraga y Ganekogorta.
Eretza.
Gorbea.
 Ahora toca encaminarse hacia el Aro, la tercera y última cumbre del día. El camino es similar al que venimos haciendo toda la mañana: lapiaz y viento.
Cumbre y buzón del Aro. Según Mendikat, 1.133 m.
Vista del Eskutxi desde el buzón del Aro.
Ahora hay que descender hasta el portillo de Aro.
En el mismo portillo se encuentra la ermita dedicada a San Vitores, donde todos los años se celebra una romería organizada por los pastores de la zona.
Desde aquí solo resta bajar, al principio por una cuesta muy pronunciada que luego se va suavizando.
El bosque trepando hacia la zona del monte Urieta me hace recordar la escena de Macbeth en la que la profecía que le hacen las brujas al rey asesino -"Macbeth seguirá invicto y con ventura si el gran bosque de Birnam no se mueve y, subiendo, a luchar con él se atreve en Dunsinane, allá en la misma altura"- se ve cumplida cuando atacan el la fortaleza de Dunsinane ocultos tras ramas del bosque de Birnam.
En el descenso pasamos bajo el Aro, que ahora ofrece una curiosa perspectiva.
Panorámica desde el Eskutzi hasta el Aro.



En los cruces hay que coger dirección a Orduña.
Vuelve a verse el Ungino. La distancia que hemos recorrido se aprecia bien en esta imagen.
Iglesia de Salmantón.
Un último vistazo: a la izquierda Ungino, a la derecha Eskutxi.
A la izquierda Tologorri, a la derecha Ungino.
El recorrido de hoy, plasmado en uno de los excelentes mapas de Javier Malo.