lunes, 8 de julio de 2024

Los árboles no huyen

Verena Stössinger
Los árboles no huyen
Traducción de Jorge Seca
Periférica, 2024

"Está cansado. No sólo físicamente. Por el momento sólo quiere dormir. Le ha pedido a su mujer que deje de preguntarle cómo se encuentra y qué le ha a aportado el viaje. Él mismo no lo sabe con exactitud. Le parece bien haberlo hecho. Pero también está contento de que se haya terminado ya".


Tras la Segunda Guerra Mundial varios millones de personas de etnia alemana fueron obligadas a abandonar los territorios de Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Serbia o Lituania, en los que durante siglos se había asentado una migración germana que había conformado una influyente minoría en esos países. El régimen nazi utilizó la presencia de estas minorías como un argumento más para justificar su expansionismo territorial. Finalizada la guerra, las potencias vencedoras acordaron el desplazamiento forzado a las dos Alemanias de todas esas personas (entre 12 y 14 millones) como un medio para erradicar cualquier tentación expansionista futura. Alrededor de 600.000 murieron durante la operación, víctimas del hambre y la violencia.

Jürgen Ramm, el protagonista de este relato, tenía trece años cuando fue desplazado. Huérfano de padre, vio morir de hambre a su madre, a la que enterró antes de ser trasladado a Berlín "en el otoño de 1947, en un tren lleno de niños". Cincuenta años después, acompañado de su esposa, decide emprender un viaje en coche por los lugares en los que vivió hasta su expulsión. Han cambiado los nombres ("Braunsberg, su ciudad natal, a orillas del mar Báltico, se llama en la actualidad Braniewo y se encuentra en Polonia"), pero reconoce paisajes, olores y comidas. Sin embargo su memoria está llena de lagunas ("Él no recuerda lecciones políticas ni de adoctrinamiento, [...] no recuerda ni consignas, ni presiones de las Juventudes Hitlerianas, ni romanticismo de antorchas y hogueras de campamento, ni camisas pardas") y al intentar llenarlas es consciente de que tendrá que arriesgarse a descender "a la zona oscura". Y así, buscando consuelo se encontrará con incómodas preguntas: ¿qué hizo su padre antes de que estallará la guerra, a qué se dedicaba? ¿cuáles fueron las circunstancias de su muerte, en 1939? ¿estaba su padre "de alguna manera en el ajo"?

“¿Cómo podemos representar las migraciones forzadas que vivieron los alemanes sin dejar ninguna duda sobre nuestra culpabilidad en el genocidio de los judíos?”, se pregunta Gundula Bavendamm, directora de la Fundación para el Exilio, la Expulsión y la Reconciliación, impulsora de un museo en el que se rememoran las expulsiones de las minorías de origen alemán que vivían en los territorios devueltos a Polonia, Checoslovaquia, Hungría, la URSS o Rumanía tras la derrota del Reich nazi en 1945. Es la terrible ambigüedad de la memoria.

La misma ambigüedad que acaba por lamentar el protagonista de este libro: "¿Por qué durante el viaje no me limité a contemplar sin más el paisaje? ¿Por qué no cerré por fin esa vieja historia, tan vieja como yo, sin cuestionarla?". ¿Por qué?

domingo, 7 de julio de 2024

Algas verdes

Inès Léraud y Pierre Van Hove
Algas verdes. La historia prohibida
Traducción de Rubén Lardín
Astiberri, 2022
 
 
Desde los años setenta muchas playas de la Bretaña francesa venían sufriendo mareas verdes, enormes depósitos de algas en playas y estuarios que, al pudrirse, generaban sulfuro de hidrógeno, un gas con un desagradable olor a huevos podridos. Pero a partir de 2008 empezaron a reportarse muertes de animales, tanto domésticos como salvajes, aparentemente asfixiados al inhalar el gas emitido por las algas acumuladas. Hasta que en julio de 2009 murió un operario municipal encargado de recoger con su camión las algas que se amontonaban en las playas.

Este cómic recoge la investigación de estos hechos realizada por la periodista Inès Léraud. Una investigación concienzuda que se encontró con la oposición frontal de políticos locales, de organizaciones de ganaderos y agricultores, de las grandes empresas de alimentación y del propio gobierno francés.
 

 
Porque la causa de estas mareas verdes estaba en los vertidos procedentes de las granjas intensivas de cerdos, pollos y vacas, muy abundantes en Bretaña. La elevada concentración de nitrógeno en los abonos y en los piensos utilizados por la ganadería industrial se transformaba en nitrato en contacto con el suelo y acababa llegando a los ríos y al mar, convertido en un superfertilizante que hacía crecer desmesuradamente las algas. 
Un gran trabajo de denuncia, primorosamente ilustrado con un estilo de línea clara por Pierre Van Hove.

Kolitza, Terreros y Burgueño

A las 8:15 he salido del parking de Pandozales, a las 9:20 he llegado al Kolitza (883 m.), a las 9:40 al Terreros (909 m.) y a las 10:30 al Burgueño (1.044 m.). A la vuelta he bordeado el Kolitza por la izquierda, por un sendero preciso pero totalmente embarrado. A las 11:30 pasaba por el refugio bajo la ermita y a las 12:20 he llegado a Pandozales. Entre Kolitza y Burgueño no me he encontrado con nadie.



Ahí está Kolitza.




Burgueño desde Kolitza.










Kolitza desde el Terreros.


Burgueño: queda un rato.
Burgueño.










He bajado un par de garrapatas. No, no he podido adoptarlas...