sábado, 12 de julio de 2025

Medea me cantó un corrido

Dahlia de la Cerda
Medea me cantó un corrido
Sexto Piso, 2025
 
"Qué sería de Jasón sin Medea y de mi papá sin mi mamá. Qué sería de todos los hombres de este mundo sin las mujeres que les resuelven la vida, ¿sí ubicas cómo? [...]
Medea, como muchas de nosotras, fue la mujer del proceso de Jasón: esa mujer que apoya al hombre cuando no es nadie, lo reeduca, lo hace persona, le lava la ropa, le cocina, le limpia la casa, lo escucha, lo apoya, lo respalda, le resuelve la vida, le da terapia, le da validación para que cumpla sus sueños, para que se realice, para que sea exitoso. Y que, cuando obtiene el éxito, ¡boom!, la deja, ¿sí ubicas cómo?"
 
 
Hay libros que, nada más abrirlos, sueltan un golpe seco, casi como una cachetada; libros que no piden permiso para entrarnos, que no ofrecen consuelo ni delicadeza. Medea me cantó un corrido es exactamente así: un estallido de furia, dolor y ternura áspera, escrito desde las entrañas y para las entrañas.

Ya me ocurrió con su anterior libro, Perras de reserva, que no dejo de recomendar. Desde el primer relato se advierte que aquí no hay narradoras que miren la realidad desde la distancia: aquí te metes hasta el fondo, respiras la violencia, la precariedad, la brutalidad del entorno, la opresión cotidiana que sufren las mujeres pobres, las madres adolescentes, las trabajadoras invisibles, las hijas del barrio que nunca encajan en la historia oficial. Dahlia de la Cerda, escritora mexicana nacida en Aguascalientes, da voz a quienes nunca la tienen: mujeres que aman, odian, sufren y resisten. 
 
Cada relato es un corrido moderno, un canto que mezcla lo épico y lo popular. El título del libro lo dice todo: Medea -la madre que, en un acto extremo, mata a sus propios hijos para vengarse de Jasón, rompiendo el mandato más sagrado- y el corrido, ese género que narra vidas marcadas por la violencia y la marginalidad. En esa fusión habita el corazón del libro: mujeres que cargan culpas y heridas, que a veces rompen, que a veces se rompen, pero que siempre tienen algo que decir. Dahlia de la Cerda recupera esa figura para hablar de mujeres que también viven en el límite: marginadas, violentadas, criminalizadas, pero no pasivas. Sus protagonistas no son heroínas ni mártires; a veces también son victimarias. Algunas cuentan historias de aborto, de abandono, de rabia que estalla contra todo. Como Medea, cruzan líneas que la sociedad considera intolerables, y eso las convierte en monstruosas a los ojos de los demás. Pero en el libro, Medea no aparece como simple monstruo, sino como símbolo de la rabia de las mujeres ante la traición, la injusticia, el abandono. Y el “corrido” del título convierte esa rabia en canto popular: las vidas de estas mujeres se narran como baladas trágicas, con un tono de denuncia, de memoria y de resistencia.
 
Hay momentos de una crudeza que corta la respiración, pero también destellos de ironía, humor negro y una lucidez implacable. Dahlia de la Cerda escribe desde la rabia, sí, pero también desde un amor feroz por sus personajes: no los justifica ni los embellece, pero los mira sin hipocresía. Y eso es, en gran parte, lo que conmueve. Lo que distingue a Dahlia de la Cerda no es solo lo que cuenta, sino cómo lo cuenta. Su prosa es directa, seca, pero esa aparente sencillez es solo la superficie: debajo hay una construcción muy cuidada del ritmo, del habla popular y de la oralidad. Su estilo directo, casi descarnado, nos obliga a mirar de frente aquello que muchas veces preferimos no ver: los feminicidios, las maternidades no deseadas, la desigualdad brutal que atraviesa cada gesto. Pero, al mismo tiempo, en medio de ese realismo árido, hay un resplandor: la fuerza de la rabia convertida en palabra, la dignidad que surge incluso en el desastre.
 
"Conduje por días, recorrí casi todo Aztlán en mi auto de serpientes aerografiadas y encontré violencia y resistencia por partes iguales. Nada que no hubiera visto en mi tierra: guerra, sí, pero también gente que pone su vida por vivir en paz. Mi mayor impacto fue mirar miles y miles de carteles de hombres y mujeres desaparecidas. Conocí lo que significan los términos desaparición forzada, levantón, ejecución, encajuelado, encobijado y feminicidio; palabras que eran ajenas para mí, palabras que nos e pueden describir ni narrar ni complejizar en ninguna tragedia. palabras que están más allá de toda definición y de toda metáfora porque atraviesan a las personas, las desgarran. Vi el desierto tapizado de cruces rosas en memoria de mujeres asesinadas por hombres que querían conquistar la tierra, el poder y la gloria. Por Jasones. [...]
Vi el horror, el horror que ninguna tragedia griega podría metaforizar. Cuando vi cuerpos y cuerpos sembrados en el desierto, en la arena infértil.
Cuando vi a los niños y niñas reclutados por el crimen como guerreros sin promesa de gloria.
Cuando vi a las madres buscar los cuerpos de  sus hijos en baldíos, en fosas clandestinas, en campos de exterminio, en el Servicio Médico Forense.
Cuando vi a las madres escarbar en la tierra con palos, con palas, con sus propias manos, buscando huesos, buscando carne, carne de su carne, sangre de su sangre, fruto de su vientre.
Cuando vi a las madres sucumbir a la enfermedad pero rebelársele a la muerte.
Cuando vi a las madres pelear con Ministerios Públicos que justifican la violencia, que con indolencia culpan a las víctimas", 

El resultado es una literatura profundamente política, en la que la denuncia nace de la vida misma, de escenas que muestran desigualdad, machismo o violencia sin necesidad de subrayarlas con moralejas. Hay ironía, hay humor amargo, y sobre todo hay verdad: un retrato incómodo de un México que normalmente no aparece en los escaparates culturales. El efecto que deja el libro es ambivalente: una mezcla de incomodidad, compasión y un asombro que dura más allá de la última página. Porque este libro no solo retrata un México (Aztlán) herido. Y cuando cerramos el libro, las voces siguen sonando por dentro, como un corrido que una mujer canta bajito en la madrugada: triste, furioso y lleno de esperanza, contra toda esperanza. 
 
"¿Por qué quedarme en un país que celebra la muerte de sus hijos?
Porque también vi flores crecer en medio de la podredumbre.
Patronas que alimentan migrantes. 
Muñecas que cuidan de trabajadoras sexuales de la tercera edad. 
Madres que buscan a sus hijos y a las hijas de otras.
Morras quemando  todo para que una desconocida tenga verdad y justicia.
Vi solidaridad, vi compañerismo, vi resistencia, vi lucha, vi amor, vi ternura.
Vi la muerte darse la vuelta ante el cuidado colectivo"

Poesía de Ingeborg Bachmann

Ingeborg Bachmann
Poesía completa
Traducción de Cecilia Dreymüller
Tresmolins, 2018 

La guerra ya no es declarada, 
sino continua. Lo inaudito
se ha vuelto común.  
 
 
Abrir las páginas de este libro es como adentrarse en un territorio a la vez etéreo y ardiente, un espacio donde la palabra se convierte en fuego lento, humo que perfila siluetas y, al mismo tiempo, ceniza que cubre todo de un silencio casi sagrado. Leer a Ingeborg Bachmann no es solo leer poesía: es atravesar con el cuerpo el filo de sus versos, caminar entre ruinas interiores y ciudades reconstruidas tras la devastación, acompañadas de un idioma que, pese a todo, busca todavía la claridad.
 
[L]a Historia nos ha preparado una tumba
de la que no habrá resurrección.

Desde sus primeros poemas se percibe la huella de la posguerra, el temblor de quien sabe que las palabras han perdido la inocencia. Ingeborg Bachmann escribe en alemán, desde una lengua rota, herida, que busca reconstruirse sin traicionar la memoria del horror. Al leer su poesía, desde los primeros poemas de 1948 hasta los últimos de 1967, asistimos a la evolución de su voz: desde el hermetismo de "Die gestundete Zeit" (El tiempo aplazado) hasta los textos más tardíos, donde la palabra se vuelve aún más austera, más concentrada y, tal vez por ello, más luminosa.

El tiempo, el amor y la muerte son los grandes ejes que atraviesan estos poemas, pero no como temas abstractos, sino como experiencias encarnadas. Hay algo deliberadamente áspero en su decir, una negativa a embellecer el dolor. Y, sin embargo, incluso en su sequedad, sus versos brillan con una belleza desolada, como el resplandor de la nieve bajo un cielo gris.
 
Quienes condenan la guerra están elegidos
para luchar en esta luz.
Esparcen el grano
en los muertos sembrados del mundo.,
yacen en las líneas de fuego
durante un largo verano,
en los haces de ráfagas
por nosotros y caen al viento

Leerla es escuchar una voz que no teme nombrar la fragilidad: la propia, la del lenguaje, la de la historia. Pero también es percibir un latido persistente de esperanza, aunque sea mínima, aunque apenas se sostenga. En "Anrufung des Großen Bären" (Invocación a la Osa Mayor), encontramos un gesto de invocación: la búsqueda de sentido más allá del desastre, la tentativa de orientar la mirada hacia las estrellas, como quien busca un norte en plena oscuridad.
 
En otro lugar se cierran los pasos de montaña:
aquí se intercambia un saludo, se comparte el pan.
Y todos traen, para cicatrizar la frontera,
un puñado de cielo y un paño de tierra

Este libro es que no es solo una recopilación: es un viaje por el pensamiento poético, del mapa emocional e intelectual, de una escritora que nunca dejó de preguntarse por el lugar de la palabra tras la catástrofe. Sus poemas nacen del silencio, pero no se instalan en él; son la tentativa, a veces desesperada, de decir lo indecible. Quizá por eso su lectura nos deja con una sensación ambivalente: de plenitud y de desamparo. Como si, al cerrar el libro, quedara resonando dentro de nosotras la pregunta que atraviesa toda su obra: ¿puede la poesía salvarnos, aunque sea un poco, de nosotras mismas?

La Poesía completa de Ingeborg Bachmann no solo reúne los versos de una de las voces más importantes de la literatura del siglo XX: es también una brújula para orientarse en la noche del mundo y una invitación a mirar de frente la herida, sin perder del todo la esperanza en la palabra. 
 
Tras este diluvio
quiero ver a la paloma
y únicamente a la paloma
otra vez salvada.
 
¡Yo me hundiría en este mar!
si ella no volase, 
si ella no trajera,
la hoja en la última hora

domingo, 6 de julio de 2025

Aranzuri, Erreztaleku y Ganeta

Tranquilo paseo mañanero. Desde Mintetxu, en la carretera que sube desde Alonsotegi gasta el embalse de Artiba, he subido por la pista que, pasando por Ordaola, lleva hasta el Pagasarri. Superado el agroturismo, se deja la pista principal por la primera desviación hacia la izquierda. Se trata de otra pista ancha y limpia que, en una ascensión suave, nos lleva hasta el cordal de Ganeta. No hay más que seguirlo. 
 
El Ganeko entre los pinos.

Nada como escuchar su canto... 








Aranzuri (510 m).

Erreztaleku (586 m).



Ganeta (685 m).











martes, 1 de julio de 2025

Cónclave / El loco de Dios en el fin del mundo

Robert Harris
Cónclave
Traduccion de  Raúl García Campo
Grijalbo, 2025 (3ª reimpresión) 


"Al final muchos de los microbuses no hicieron falta. Una suerte de impulso colectivo espontáneo se apropió del cónclave. de manera que los cardenales que se veían con fuerzas para andar optaron por trasladarse a pie desde la casa de Santa marta hasta la Capilla Sixtina. Caminaron en formación de falange, algunos tomados de los brazos de sus hermanos, como si se estuvieran manifestando, algo que de algún modo sí que estaban haciendo.
Y, por algún capricho del destino, o tal vez por intervención divina, un helicóptero que distintas cadenas televisivas de noticias solían alquilarle al consorcio se cernía en ese instante sobre la plaza del Risorgimento, filmando los daños de la explosión. El espacio aéreo de la Ciudad del vaticano estaba cerrado, pero el cámara, por medio de un teleobjetivo, logró capturar a los cardenales mientras desfilaban por la plaza de Santa Marta, dejaban atrás el palacio de San Carlos y el palacio del Tribunal, pasaban frente a la iglesia de San Esteban y bordeaban los Jardines Vaticanos antes de perderse de vista en los patios integrados en el complejo del Palacio Apostólico".


El fallecimiento del Papa Francisco me llevó a la película de Edward Berger, que podía verse en Filmin en la modalidad de alquiler. Con una estética impresionante, la película es una especie de Doce hombres sin piedad ubicada en la impresionante Capilla Sixtina. En distintos escenarios, bajo diferentes cielos ideológicos, dos grupos de hombres se reúnen en una habitación cerrada para tomar una decisión que afecta el destino de otro ser humano y, en el caso de Cónclave, de toda una institución. Ambas comparten una estructura narrativa íntima y una pulsión moral semejante: son dos historias de deliberación ética en condiciones de presión. Ambas obras beben del lenguaje teatral: en su economía de espacio, en la centralidad del diálogo, en el peso de los silencios. Son dramas de cámara, donde el conflicto no se resuelve a través de la acción, sino mediante el lenguaje, la persuasión, el gesto. Son también, en un sentido más profundo, rituales seculares (o sagrados) de transformación: lo que comienza como un trámite técnico se convierte en una travesía ética para cada uno de los presentes.
 
En Doce hombres sin piedad, el jurado número 8 (Henry Fonda) no está convencido de la culpabilidad del acusado, a pesar del consenso inicial. En Conclave, el cardenal Lomeli (Thomas Lawrence en el film) tampoco se deja arrastrar por la fuerza de la mayoría ni por los juegos de poder. Ambos personajes son figuras de conciencia: no infalibles, pero guiados por una ética que busca claridad más allá de la inercia o la conveniencia. Son también, paradójicamente, los menos seguros: su fuerza proviene no de la certeza, sino de la voluntad de no decidir a la ligera. En un mundo donde todos se apresuran a juzgar, ellos deciden esperar, preguntar, dudar; su posición solitaria, incómoda, los convierte en puntos de inflexión del drama.
 
Aunque uno se ubica en un tribunal laico y el otro en el corazón de una institución milenaria, ambas películas coinciden en una misma tesis: la conciencia individual puede cambiar el destino colectivo. No se necesita un milagro, sino valor, y la duda, lejos de ser un signo de debilidad, es una señal de integridad. Ambas obras, separadas por más de medio siglo, nos recuerdan que el drama más intenso no necesita de batallas épicas ni efectos especiales: basta con cerrar una puerta y obligar a doce (o ciento dieciocho) hombres (en este caso) a decidir qué es justo, qué es verdadero y qué precio tiene el silencio.


La película me llevó al libro. Más allá del cambio de nombre y origen del protagonista -Jacopo Lomeli, italiano, en el libro; Thomas Lawrence, inglés, en el film, cambio hecho, según parece, para encajar con el acento de Ralpf Fiennes- y de algún otro cambio menor, la película es un fiel reflejo de la trama del libro, si bien en este encontramos mejor desarrollados los dilemas que componen la trama.
 
El cardenal Lomeli se despierta una mañana con una noticia que resuena como un trueno dentro de los muros dorados del Vaticano: el Papa ha muerto. Así comienza Conclave, una novela que no solo se 

 La historia se despliega en Roma, en los días posteriores a la muerte del Papa. Con un estilo sobrio y profundamente atmosférico, Robert Harris nos transporta hasta la misma Capilla Sixtina junto a los 118 cardenales que deben elegir al nuevo Sumo Pontífice. Allí, detrás de puertas selladas y bajo la vigilancia del Espíritu Santo -o, al menos, eso se supone-, se desarrollará una batalla cuidadosamente orquestada de diplomacia, intriga y moralidad que nos introduce en los ritos antiguos de la Iglesia Católicaal tiempo que desvela, paso a paso, la compleja humanidad de aquellos que la gobiernan.

El protagonista, el cardenal Jacopo Lomeli, es un personaje fascinante por su mezcla de dignidad, duda y sinceridad. Como decano del Colegio Cardenalicio, le corresponde supervisar el cónclave. Aunque profundamente devoto, Lomeli está lejos de ser ingenuo y, consciente de las intrigas del poder, navega entre las tensiones ideológicas de sus colegas: los liberales que quieren reformar la Iglesia; los conservadores que se aferran a la tradición; los nacionalistas, ambiciosos y discretos; y los candidatos inesperados, todos moviéndose en un tablero más político que espiritual. Cada capítulo sestá cuidadosamente estructurado para revelar lentamente las capas del misterio. En este mundo cerrado, donde los secretos son moneda corriente y cada mirada puede ser un voto enmascarado, el autor construye una atmósfera de creciente claustrofobia y expectación. ¿Quién será el próximo Papa? ¿Qué secretos guarda cada cardenal? ¿Y hasta qué punto Dios interviene realmente?
 
"Esta era la noche en que empezaban a trazarse las verdaderas estrategias del cónclave. Pese a que en teoría la constitución pontificia prohibía que los cardenales electores llegasen a «cualquier tipo de pacto, acuerdo, avenencia o compromiso», so pena de excomunión, el proceso había derivado en unas elecciones y, por tanto, en una cuestión de aritmética; ¿quién podría llegar a los setenta y nueve votos? Tedesco, cuya autoridad se veía reforzada por haber quedado por delante de los demás en la primera votación, les estaba contando una historia divertida a los cardenales sudamericanos de una mesa, enjugándose con una servilleta las lágrimas que se le saltaban con sus propias bromas. Tremblay escuchaba con toda su atención las opiniones de los miembros procedentes del Sudeste Asiático. Adeyemi, para inquietud de sus rivales, había sido invitado a unirse a los obispos conservadores de Europa del Este -Wroclav, Riga, Leópolis, Zagreb--, quienes querían conocer su opinión acerca de distintos asuntos sociales. Incluso Bellini parecía dispuesto a hacer un esfuerzo; Sabbadin lo había colocado en una mesa de norteamericanos, ante la que estaba exponiendo su deseo de dotar a los obispos de mayor autonomía".

No diré nada del final, frágil como parte estricta de la trama, pero audaz y luminoso, planteando preguntas esenciales sobre el futuro de la Iglesia y su lugar en un mundo en transformación.

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Javier Cercas
El loco de Dios en el fin del mundo
Penguin Random House, 2025 


“Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz. Pero aquí me tienen, volando en dirección a Mongolia con el anciano vicario de Cristo en la Tierra, dispuesto a interrogarle  sobre la resurrección de la carne y la vida eterna. Para eso me he embarcado en este avión: para preguntarle al papa Francisco si mi madre verá a mi padre más allá de la muerte, y para llevarle a mi madre su respuesta. He aquí un loco sin Dios persiguiendo al loco de Dios hasta el fin del mundo".

 
Con este párrafo arranca un libro inclasificable -no es un ensayo ni una crónica ni una novela, aunque tenga algo de todo eso- que se lee como novela, se respira como crónica, se vive como viaje espiritual y se recuerda como una pregunta íntima: ¿hay algo después de la muerte?

Javier Cercas, escritor agnóstico y escéptico por naturaleza, acepta una invitación impensada: acompañar al papa Francisco en su visita oficial a Mongolia. Desde el primer momento, el autor deja claro que su interés no es religioso, sino humano. Su impulso no nace de una conversión repentina, sino de una pregunta muy concreta que le hace su madre: “¿Volveré a ver a tu padre?”. 

En el centro del libro está, claro, Jorge Mario Bergoglio. Pero el retrato que emerge no es hagiográfico. El Papa Francisco aparece como un personaje contradictorio, lleno de pliegues: austero pero enérgico, reformista pero paciente, amado y resistido por su propia curia. Cercas lo presenta como un “loco de Dios” en el sentido más noble: un hombre que empuja a una institución milenaria a mirarse en el espejo de su propia humanidad. Más allá del retrato del pontífice, el libro es una reflexión sobre las grandes preguntas de siempre: ¿qué sentido tiene la religión en el mundo moderno? ¿es posible creer sin caer en el dogma? ¿puede una institución tan antigua como la Iglesia renovarse sin destruirse? Cercas no ofrece respuestas pero sí una búsqueda honesta, valiente, desprovista de cinismo, abierta al "acontecimiento Bergoglio/Francisco" y al valor profundo del cristianismo, la "gran mutación moral" que es su aportación esencial:
 
"[E]n un momento en que la esclavitud dominaba el mundo, la insurrección conceptual de Cristo consistió en postular que todos los seres humanos merecían respeto y afecto, y que, por mucho que a algunos se les tratase como a gusanos, ninguno de ellos lo era". 

La peregrinación, el viaje que sigue, no es tanto geográfica como interior. Cercas entra en el Vaticano, asiste a encuentros diplomáticos, comparte cenas con cardenales y entrevistas con teólogos, sube al avión papal, y todo lo observa con una mirada a medio camino entre la ironía, la admiración y la duda. A través de diálogos con figuras clave del Vaticano, misioneros anónimos y fieles de los rincones más remotos del planeta, el autor va trazando el mapa de una Iglesia que aún no ha decidido del todo qué quiere ser en el siglo XXI.

"Era inevitable: reto al ateo más furibundo a no estremecerse en este momento, de pie en la nave central de la catedral de Ulán Bator, confundido entre el alborozo unánime de esa panda de tarados temibles -el padre Ernesto, la hermana Ana, el padre Gian Paolo, el padre Patrick, el padre James-, de esos lunáticos que, como el Cristo de Elqui, han elegido la amistad de los enfermos y los débiles y los pobres de espíritu y los muertos de sed y los muertos de frío y los muertos de hambre, de los ancianos y los niños y las madres solteras y los humillados y los ofendidos y los postergados una y otra vez, es difícil, extremadamente difícil no conmoverse hasta los huesos viendo cómo aclama al anciano vicario de Cristo en la tierra aquella muchedumbre insensata, que han resuelto, igual que el chiflado del Cristo de Elqui, entregar su vida en holocausto por un mundo mejor".

Lecturas recomendadas

 

Han sido un par de meses de mucho trabajo, con numerosas lecturas destinadas a redactar mi aportación al que será el próximo Informe Foessa y alguna otra publicación que verá la luz en los próximos meses, así que no he podido compartir mensualmente reseñas y recomendaciones, como es costumbre. Recupero aquí algunas de las últimas lecturas recomendadas y a ver si a partir de este mes recupero el ritmo habitual.
 

domingo, 29 de junio de 2025

Cuchillón, Tres Mares y Cornón

Calor, sí, pero muy parecido al del año pasado. He repetido ruta, con la diferencia de que hoy he visitado el Laberinto del Castro.
 





Montes del Alto Carrión.

Laberinto del Castro.



Cuchillón.
 





 
Peña Labra desde el Mirador del Tres Mares.
Cuchillón desde el mirador.
Tres Mares.
Cuchillón desde Tres Mares.


Cornón.
Cuchillón y Tres Mares desde Cornón.

Cuchillón, Tres Mares y Cornón desde la estación de esquí deBrañavieja.