sábado, 23 de mayo de 2020

Ser bosques


Jean-Baptiste Vidalou 
Ser bosques. Emboscarse, habitar y resistir en los territorios de lucha
Traducción de Silvia Moreno Parrado
Errata naturae, 2020

"El bosque se resiste a dejarse reducir a un espacio circunscrito, un dato que se podría medir y calcular siguiendo un plan establecido de antemano. Se trata de un vínculo que surge entre los seres y los lugares que éstos habitan, y en el que ya no es posible separar unos de otros. Esto es lo que no puede abarcar el lenguaje de la economía y lo que la convierte en estructura de un pensamiento alienado, pobre, triste y, sin embargo, depredador".

En la solapa de este libro se nos informa de que su verdadero autor ha adoptado el seudónimo que figura en la portada como homenaje a "un héroe del pueblo que en el siglo XVIII luchó contra la deforestación y el acaparamiento de tierras llevados a cabo por Carlos X de Francia". En cambio, en una entrevista para la revista Ballast se indica que el referido nom de plume es, en realidad, un homenaje a la conocida como "Guerra de las Doncellas" (Guerre des Demoiselles), una rebelión popular que tuvo lugar en el departamento pirenaico de Ariège entre 1829 y1832, con réplicas que se prolongaron hasta 1872, en protesta contra el Código Forestal (Code forestier) promulgado en 1827, que restringió o prohibió usos comunales tradicionales como la recogida de madera, la recolección de frutos silvestres, la caza, la pesca y el pastoreo.

Sea cual sea la referencia temporal, el siglo XVIII o el XIX, este libro se presenta explicitamente como continuación y actualización de todas esas luchas que, a lo largo de la historia y como expresión de una economía moral profundamente arraigada en las tradiciones populares, se resistió a la revolución antropológica que subyace a la gran transformación que significó la Revolución Industrial del XVIII.

No es fácil reseñar con brevedad un libro que me ha resultado de enorme interés. A las pruebas me remito: tengo por costumbre indicar las páginas en las que encuentro contenidos que deseo tener localizados para posteriores relecturas o para su uso en algún artículo o investigación, y en este caso me ha faltado sitio para hacerlo.


Una de las ideas-fuerza del libro es su crítica radical a la perspectiva de la gestión de los bosques. Gestionar exige simplificar lo complejo, ordenar lo caótico, homogeneizar lo diverso. Más allá de esto, critica la idea misma de planificar el territorio, en realidad, de aplanarlo: "Desde el poder de las llanuras, desde el poder de lo plano, lo que la civilizacón siempre ha intentado hacer es aplanar el resto de zonas, y así controlarlas. Todo proyecto de desarrollo busca transformar una región con el fin de lograr un cierto grado de legibilidad y control del territorio (apertura de carreteras y luego de vías férreas, líneas de telégrafo, control de la circulación de las poblaciones y las producciones, creación de reservas)". De ahí sus derivadas: ingeniería medioambiental, gobernanza de la biodiversidad, petrolización de los bosques como reservas dendroenergéticas...

Frente a esta concepción económica de la naturaleza, la segunda idea-fuerza del libro es la visión de los bosques como "composición enteramente singular de vínculos, de seres vivos, de magia". Algo que la mirada planificadora no puede captar y solo sabe descomponer, que es lo mismo que destruir. De esta idea se derivan las reflexiones más hermosas y poéticas del libro.

Tercera idea-fuerza: la defensa de las poblaciones que habitan los bosques y las montañas, esos espacios definidos por los gestores como "espacios de escasa densidad", prácticamente res nullius, tierras vacías que, en su caso, habrá que transformar y planificar para incorporarlas al orden general del funcionamiento de la economía, pero que en realidad son espacios habitados "con una intensidad absoluta" por quienes a ellos se aferran. De manera que en todo el mundo proliferan las luchas con el viejo y el nuevo extractivismo: "Por doquier se libran batallas en las que resuena esta misma idea: el bosque no es un yacimiento de biomasa, una zona de desarrollo futuro, una reserva de la biosfera ni un sumidero de carbono; el bosque es un pueblo que se subleva, una defensa que se organiza, imaginarios que se intensifican".

De ahí su invitación, a un tiempo militante y poética:

"Se trata de fabricar senderos, de tejer gestos como una textura del mundo, contra las propias infraestructuras. Caminos de vida y de lucha que no pueden reducirse a líneas rectas, sino que dibujan el espesor y la imbricación de un territorio común, con su propia geografía, donde ya no sería posible separar los seres de las cosas, los territorios de quienes los habitan, donde la extracción sería imposible".

nom de plume en hommage à la guerre des Demoiselles
nom de plume en hommage à la guerre des Demoiselles

jueves, 21 de mayo de 2020

Novecento (de Baricco)

Alessandro Baricco
Novecento. Un monólogo
Traducción de Xavier González Rovira
Anagrama, 2013 (15ª edición; e.o. 1999)

"Puede parecer absurdo, pero era algo que podía ocurrir. Novecento no había tocado ni una sola nota fuera del Virginian, y sin embargo era un personaje célebre a su manera en aquel tiempo, una pequeña leyenda. Los que bajaban de aquel barco hablaban de un pianista que parecía que tuviera cuatro manos, por la cantidad de notas que tocaba".


Explica Baricco que escribió este breve texto para ser representado en un escenario, para un actor, Eugenio Allegri, y un director, Gabriele Vacis. Esta fue su primera vida: un monólogo teatral. En YouTube podemos encontrar diversos vídeos con su representación, como este en el que el narrador cuenta la experiencia de ver América el primero y por primera vez:

"El primero en ver América. En cada barco hay uno. Y no hay que pensar que son cosas que ocurren por casualidad, no..., y ni tan siquiera en cuestión de dioptrías: es el destino. Son gente que desde siempre tuvieron ese instante impreso en su vida. Y cuando eran niños, podías mirarlos a los ojos y, si te fijabas bien, ya veías América preparada para saltar, para deslizarse por los nervios y la sangre y yo qué sé, hasta el cerebro y desde allí a la lengua, hasta dentro de aquel grito (gritando), AMÉRICA, ya estaba allí, en aquellos ojos, desde niño, toda entera, América.
Allí, esperando.
Esto me lo enseñó Danny Boodmann T. D. Lemon Novecento, el pianista más grande que ha tocado en el océano. En los ojos de la gente puede verse lo que verán, no lo que han visto. Así decía: lo que veran.
Yo he visto muchas Américas...".

El grueso de la historia transcurre entre 1927 y 1933, a bordo del vapor Virginian, un barco que hacia el trayecto entre Europa y América, con un pasaje compuesto tanto por ricachones ociosos como por emigrantes en busca de un futuro mejor. En ese barco toca el piano Novecento y a su orquesta, la Atlantic Jazz Band, se incorpora como trompetista el narrador.

"Tocábamos tres, cuatro veces al día. Primero para los ricos de la clase de lujo, y luego para los de segunda, y de vez en cuando íbamos donde estaban aquellos pobres emigrantes y tocábamos para ellos, pero sin uniforme, tal como íbamos, y de vez en cuando tocaban ellos también con nosotros. Tocábamos porque el océano es grande y da miedo, tocábamos para que la gente no notaráel paso del tiempo, y se olvidara de dónde estaba, y de quién era. Tocábamos para hacer que bailaran, porque si bailas no puedes morir, y te sientes Dios. Y tocábamos ragtime, porque es la música con la que Dios baila cuando nadie lo ve.
Con la que Dios bailaría si fuera negro".

Novecento se convierte en una leyenda. Su origen mismo lo es, así como su virtuosismo al piano. Novecento jamás ha abandonado el barco, nunca ha bajado a tierra en ninguna de las escalas. Este es otro de los misterios que rodean al pianista del Virginian. En una ocasión se propuso hacerlo, en el puerto de Nueva York. Después de treinta y dos años de vivir en el mar. Pero...

En 1933 el narrador abandonó el buque para trabajar en tierra. Durante años perdió todo contacto con Novecento, hasta que un día recibió una carta de un antiguo tripulante del Virginian que le informaba de que el buque, muy deteriorado, iba a ser hundido en el mar. La tripulación había desembarcado en Plymouth... salvo el pianista, que había desaparecido como por ensalmo.

En 1998 Giuseppe Tornatore convirtió el texto de Baricco en una hermosa película, La leggenda del pianista sull'oceano (La leyenda del pianista en el océano), con música del maestro Ennio Morricone.

Maravillosa música, maravillosa película, maravillosa historia.

martes, 19 de mayo de 2020

Los errantes

Olga Tokarczuk
Los errantes
Traducción de Agata Orzeszek
Anagrama, 2019

"¿Hago bien en contar historias? ¿No sería mejor que me sujetara la mente con un clip, tirara de las riendas y me expresara no con historias sino con la linealidad de una conferencia, donde frase a frase se va perfilando una única idea y en los párrafos ulteriores se la hilvana con otras? [...] Sería dueña de mi propio texto y podría cobrarlo sin trampa ni cartón.
Pero no, consiento en desempeñar el papel de comadrona o de jardinera cuyo mérito, como máximo, radica en sembrar para luego combatir tediosamente las malas hierbas.
El relato tiene su inercia, una inercia que nunca se puede controlar del todo. Exige personas como yo: inseguras de sí mismas, indecisas, fáciles de enredar. Ingenuas".

Este es un libro tan extraño como fascinante. Desde luego, no se trata de una historia lineal, de párrafos perfectamente hilvanados. Pero tampoco cabe hablar de una recopilación de relatos breves. Es otra cosa. Desde fragmentos de unas pocas líneas hasta relatos de varias páginas, como la pesadilla que debe afrontar Kunicki tras la desaparición de su mujer y su hijo mientras están de vacaciones en una pequeña isla de Croacia, las conmovedoras pero firmes cartas que remite Joséphine Soliman al emperador Francisco I de Austria, la historia del genial dibujante anatomista Philip Verheyen y su pierna amputada, o la peripecia de Ánnushka en el metro de Moscú, que da título al conjunto del libro.

Una narrativa orgánica, arborescente, de viajes, aeropuertos, mapas, trenes, hoteles y ciudades, pero también de laboratorios, museos, colecciones, gabinetes de curiosidades, de órganos y cuerpos... Una mirada oblicua a la realidad, desvelando su inquietante extrañeza, ese rostro siniestro de la cotidianeidad que Sigmund Freud llama Unheimlich.

"Mi sintomatología se resume en que me atrae todo lo defectuoso, imperfecto, roto. Me interesan las formas amorfas, los errores de la obra de la Creación, los callejones sin salida. Aquello que por una u otra razón se ha quedado a medio camino en su desarrollo o que, por el contrario, ha excedido los límites de lo previsto. [...] No me interesan los acontecimientos repetibles, esos que tan atentamente sigue la estadística y que todo el mundo celebra con una sonrisa feliz y familiar en los labios. Siento debilidad por la teratología y los monstruos".

Una narración aparentemente caótica pero que contiene una trama o un orden implicado. Por eso, al igual que ocurre con las notas a vuelapluma de Verheyen, recopiladas por su discípulo y confidente Willem Van Horssen, "si se leen con atención [...] se distinguirá en ellas el relato de un viaje hacia una tierra ignota y un intento de esbozar un mapa".

Un mapa en el que es un auténtico placer extraviarse...

domingo, 17 de mayo de 2020

Zamaia, Gongeda... y más

Esta mañana he salido de casa a las 7:40. He subido por la Fuente del Oro hasta la zona de Zamaia: básicamente el camino por el que descendí en la excursión del 3 de mayo. He pasado por los buzones de Zamaia y Gongeda, 616 y 668 m. según Mendikat.

 
 
 
 
Ganekogorta.
 
 
 
 Ganeroitz, desde Zamaia.
 
 Mina Antón.
 
 
Zamaia.
 
Gongeda, desde Zamaia.
 
Gongeda.
Gallaraga (izda.) y Aguilatos (dcha.) desde Gongeda.
Zamaia, desde Gongeda.


Mi idea era proseguir hasta la cumbre de Aguilatos, un tanto a desmano. El viejo mapa de Javier Malo indica un sendero que, desde el collado de Gongeda landa o Urkitzu (556 m.), parece mantener la altura hasta aproximarse al Aguilatos. Pero o no existe, o está cerrado por la maleza, o no he sabido encontrarlo.


Como era muy temprano (a las 9:35 estaba en la cima de Gongeda), me he animado a bajar por la pista que, pasando por el embalse de Nocedal o Lingorta, lleva hasta el barrio de La Quadra. La verdad es que al principio confiaba en dar con una ruta que me encaminara hasta Aguilatos, pero nada. El descenso es empinado pero agradable, con gran variedad de árboles y algunas bonitas cascadas. He llegado casi hasta el embalse, situado a unos 240 metros de altitud.

Embalse de Nocedal.
 
 Gongeda.
 
 
 
 
 
 
 
 

Desde el embalse he ascendido las duras rampas que llevan hasta el collado de Pagero landa, entre Pagero y Gallarraga, a 797 metros de altitud. He llegado al collado a las 11:35, lo que quiere decir que he dedicado casi dos horas a bajar 300 m. para a continuación ascender 550, sin encontrar el dichoso sendero ni hacer ninguna cumbre. En términos de eficiencia y utilidad, una cagada; desde una perspectiva científica, un ejercicio de ensayo y error; desde el punto de vista de la actividad física, una excelente inversión para el verano: hoy las piernas han trabajado de lo lindo.


Gallarraga.
 
Collado de Pagero
Gallarraga.
 

Desde el collado de Pagero he rodeado la cumbre para llegar hasta la pista que sube desde el collado de Gongeda hasta el Ganekogorta. Bordeando las peñas de Zamaia he regresado a casa pasando por el barrio de El Somo. Me estaba quitando las botas a las 13:35. Casi seis horas de sube y baja. Otro día volveré, pero subiré al Gallarraga y desde ahí bajaré hasta Aguilatos. Otro día.

Embalse de Nocedal.
Gongeda y Zamaia.
Dos rapaces me han deleitado con una hermosa coreografía aérea.












Atravesando el bosque se llega a la pista que sube  a Ganeko desde Gongeda.




Gongeda y Zamaia.
Collado de Gongeda y cima de Gongeda.



Albergue Mendizain.

Ermita de San Martín, en el barrio El Somo.