sábado, 8 de junio de 2019

Dos novelas de Camilleri

Andrea Camilleri
El sobrino del emperador
Traducción de Juan Carlos Gentile Vitale
Ediciones Destino, 2018

Andrea Camilleri
La moneda de Akragas
Traducción de Teresa Clavel
Gatopardo ediciones, 2018

Dos novelas de Camilleri, esta vez sin Montalbano.

En El sobrino del emperador nos reencontramos con el Camilleri más irreverente, en la línea de sus anteriores La concesión del teléfonoLa ópera de Vigàta.
En 1929 llega a Vigàta para continuar sus estudios un joven príncipe, sobrino del emperador etíope Ailé Sellassié. Recomendado y protegido por el propio Mussolini, que espera así ganarse el apoyo del emperador en su proyecto colonial en África, todo el organigrama fascista en Sicilia se pone a su servicio. Pero el joven resulta ser un vividor sin escrúpulos, que pondrá patas arriba la sociedad vigatense, y al pomposo régimen fascista en particular.
"- Usted acaba de decirme que Prestifilippo y la Burticè se casarán en cuanto estén listos los papeles. ¿Correcto? Por tanto, es presumible que pasen al menos dos meses. Por eso, antes de que pueda estallar la tragedia que tememos, el Príncipe habrá podido escribir la carta e ir a Roma. Si después Ninetta le dispara o lo envenena, podemos pasar de ello alegremente. Nos sacamos de encima a ese negro cabrón. ¿Por qué me hace señas de que no?
- Porque Michelina fue echada de casa de su madre y se ha ido a vivir con Prestifilippo.
- ¡Por Dios! ¡Sólo nos faltaba eso! ¿Qué podemos hacer?
[...]
- Recojámonos en oración. Supliquemos al Niño Jesús que nos salve de lo que tememos. O crucemos los dedos y hagamos conjuros. Feliz Navidad, querido Spera.
- Feliz Navidad, señor Jefe de Policía".
Un entretenimiento ligero, tampoco va mucho más allá. No es de lo mejor de Camilleri, pero hasta las obras menores de este veterano autor están llenas de ingenio.

La moneda de Akragas transcurre también en Vigàta, entre los últimos días de 1909 y el año 1910, pero su tono es muy distinto, más parecido al de otras novelas de Camilleri como El beso de la sirena o La joven del cascabel.
La historia gira en torno al descubrimiento de una pequeña moneda de oro acuñada 400 años antes de Cristo, de altísimo valor numismático. El autor del descubrimiento, un campesino sexagenario, pobre, decide entregársela al doctor Stefano Gibaro, médico de Vigàta, cordialmente preocupado por la salud de sus convecinas y convecinos, que salvó de la amputación su pierna gravemente herida sin cobrarle nada por ello. Pero lo que estaba destinado a ser un gesto de gratitud se tuerce de manera inesperada: la moneda desaparece y tendrá lugar un asesinato.
Para cuando la moneda regrese a las manos del doctor, este está convencido de "la moneda está como dotada de voluntad propia, [como si] no encontrando un acomodo a su gusto, tratara continuamente de desaparecer de nuevo bajo tierra", y que "tal vez por eso no consigue sentir que la moneda sea enteramente suya". Y por eso la moneda seguirá rodando, aunque esta vez alegrando más de una vida...


domingo, 2 de junio de 2019

Bendición

Kent Haruf
Bendición
Traducción de Cruz Rodríguez Juiz
Penguin Random House, 2019


Tras La canción de la llanura y Al final de la tarde, esta novela cierra la denominada Trilogía de la Llanura. En conjunto, conforman una de las propuestas literarias que más me han emocionado en toda mi vida lectora. Los personajes que viven sus vidas en el condado de Holt, sus historias de gente normal, sencillas pero a la vez profundas, llegan directamente al corazón.



Hijo él mismo de un ministro metodista, en esta ocasión Haruf nos presenta a un personaje potentísimo en la figura del reverendo Rob Lyle: su lectura literal del Sermón de la Montaña, su crítica a la enésima "guerra contra el terror" emprendida por Estados Unidos, la crisis que tal postura genera en su comunidad... Impresionante.

Aunque el protagonista de la novela es Papá Lewis, a quien acompañamos mientras, afectado por un cáncer terminal, repasa su vida, siempre ligada a Holt. Y como en todas las novelas de Haruf, en esta no faltan las mujeres, fuertes, autónomas, empoderadas: la esposa y la hija de Papá Lewis, su vecina, Berta May, la viuda Willa Wilson y su hija soltera Alene... La escena en la que estas últimas, junto con la hija de Papá, Lorraine, y la pequeña nieta de Berta May, Alice, se bañan desnudas en una alberca es maravillosamente hermosa.

Todo lo que queda de los personajes de aquellas dos primeras novelas se resume en unas pocas líneas [si no has leído las novelas anteriores y estás pensando hacerlo, y si eres de esas personas a las que afectan los spoilers, mejor no leas lo que sigue]:

"Para aquí un momento, dijo Papá.
Lorraine apagó el motor y miraron la vieja casa sin pintar del otro lado del prado recalentado.
Aquí es donde vivían aquellos dos hermanos, dijo Papá. Los que acogieron a la chica del instituto. Estaba embarazada, luego la chica tuvo al bebé y se marchó a estudiar a la universidad y después un toro Angus  mató al mayor de los hermanos en presencia del menor, que no pudo hace nada por evitarlo. Ahora los dos están muertos.
No sabía que vivían aquí, dijo Mary.
Los conocía un poco. Venían a la tienda. Después de morir el mayor el otro hermano salió con una mujer  del pueblo y estuvieron juntos hasta que él falleció. Creo que ella todavía vive en Holt. Tengo entendido que es buena mujer.
Conocía la historia, dijo Lorraine. Pero no sé qué se ha hecho de la chica y el bebé.
Viven en las montañas. El bebé ya será mayor, claro. Los vecinos se ocupan del rancho.
¿No vive nadie?
No, y la chica no lo vende ni deja que lo vendan.
Pero ¿por qué hemos parado, papá?
Sólo quería ver el lugar por última vez. Por razones sentimentales, supongo".


Por razones sentimentales, yo también he sentido la necesidad de ver Holt por última vez. O no... Haruf tan sólo escribió seis novelas; dos de ellas aún no han sido publicadas en castellano. Esperemos que Penguin Random House se anime a hacerlo. Si no, habrá que intentar leerlas en inglés... Ya las he pedido en Iberlibro.



Lekanda

Recuperando antiguas caminatas. ¡Los años que hace que no entraba en Itxina!  He llegado a Pagomakurre temprano, aún no eran las 8:15, y ya había montones de coches. Así que no me entretengo ni para hacer una foto, atravieso la zona de picnic y me encamino hacia la entrada más mágica a un lugar ya de por sí mágico: Ojo Atxular.

  

Que ahora llaman Atxulo. Temía encontrarme con una romería, pero sólo me he cruzado con dos personas que, desde aquí, se han dirigido hacia Supelegor. Eso sí, por atrás se escuchaban voces.
   
 

Otro día visitaré la residencia de Mari. Hoy me introduzco en el laberinto kárstico de Itxina.

 
 
 
 
 
 
 
 
 

Se agradece la sombra pero ya tengo ganas de tocar cresta, así que tiro hacia la izquierda y voy ganando altura acercándome a Igalirrintza.

 

Cumbre de Igalirrintza (1.296 mts.). Siguiendo la cresta, Lekanda. Al fondo, Aldamin y Gorbea. Fotos, dejo tarjeta en el buzón y adelante.

 
 

Cumbre y buzón de Lekanda (1.302 mts.).


Hacia atrás, Igalirrintza.


Y ahí abajo, la hermosa campa de Arraba.


Aldamin y Gorbea, desde Lekanda.

 La hoya de Itxina.


 Panorámica desde Lekanda: de Aldamin a Igalirrintza,



Vistas desde Lekanda: Cruz del Gorbea, Anboto, Bilbao, embalse de Ulibarri-Ganboa, embalse de Undurraga (Zeanuri), refugio Ángel Sopeña y campas de Arraba.

 
 
 
 
 
 

Ahora sólo queda bajar con cuidado hasta el collado Igaleratz (o Arrabatxuko atea), situado entre las cumbres de Lekanda y Atxajausita, que nos deja en Arraba.

 
 
 
 

Collado de Igaleratz, desde Arraba.
 
 

Imágenes de Arraba.

 
 
 
 
 

 Lekanda, desde Arraba.


Collado de Igaleratz y Lekanda.



Desde Pagomakurre, al entrar en Arraba un pasillo arbolado marca el camino hasta el refugio y en dirección al Gorbea. Muy útiles cuando hay niebla. Siendo guarda del mismo Javi Fombellida (con quien tengo ascendidos Curavacas y Espigüete en invierno, entre otras cumbres, y a quien guardo un gran afecto), yo mismo contribuí a plantar algunos de esos árboles. Qué tiempos aquellos...


Pues ya está: pista para abajo hasta Pagomakurre, dedicando todavía alguna mirada a Leknada y al Gorbea. Hay que repetir...