sábado, 5 de octubre de 2019

La revolución de las flâneuses

Anna Mª Iglesia
La revolución de las flâneuses
Wunderkammer, 2019

Si en The Pargiters, el borrador de Los años, Virginia Woolf escribía que, en 1889, "era imposible para una mujer ir a dar un paseo sola", alrededor de 1913 una Sylvia Plath de solo diecinueve años escribía en su diario: "Haber nacido mujer es una horrible tragedia. Sí, mi deseo incontenible de mezclarme con camioneros, marineros, soldados, parroquianos, mi deseo de formar parte de una escena anónima, escuchando, apuntando en mi memoria, todo ello termina siendo arruinado por el hecho de ser chica, una fémina siempre en peligro de ser asaltada y agredida".

En este breve pero intenso ensayo Anna Mª Iglesia analiza críticamente la expulsión del espacio urbano público que la mujer ha sufrido históricamente, salvo en su condición de producto de consumo (como mujer trabajadora o como prostituta) o de exposición (como acompañante-adorno del varón).

El  flâneur idealizado por Baudelaire -"Ciudad hormigueante, ciudad llena de sueños,
/ donde el espectro atrapa de día al transeúnte"
- y por Benjamin -"Salir cuando nada te obliga y seguir tu inspiración, como si el solo hecho de torcer a derecha o a izquierda fuera en sí mismo un acto esencialmente poético. [...] Para el flâneur perfecto el mayor goce es domiciliarse con el número. Estar fuera de casa y sentirse en casa en todas partes; contemplar el mundo, estar estrictamente en el centro del mundo y mantenerse oculto para el mundo"- es un varón que deambula por la ciudad, que callejea sin rumbo ni miedo, que observa y se empapa y se deja llevar, ocioso, por los ritmos urbanos.

Como nos muestra el texto con el que abro este comentario, la posibilidad de caminar por la ciudad como flâneuse ha estado siempre vetada a las mujeres, y con ella se las ha querido privar del derecho a "practicar y formar parte de ese relato llamado ciudad". Partiendo casi siempre de pinturas como Hombre joven en la ventana de Gustave Caillebotte, En el palco de Mary Cassatt o Compartimento C, coche 293 de Hopper, la autora reflexiona sobre esta exclusión del derecho a la ciudad, sobre sus causas, pero también sobre la lucha de tantas mujeres por superarla: como Flora Tristán, paseando por Londres vestida con ropas masculinas; como George Sand (seudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin), haciendo lo mismo en París. Mujeres como Maruja Mallo y Margarita Manso, las primeras de "Las Sinsombrero", recorriendo tanto los barrios altos como los barrrios bajos de Madrid.



Un libro reposado, estético, culto, hermoso, pero también abiertamente político. Como señala la autora, "las flâneuses son aquellas mujeres que pensaron la ciudad y pensaron el espacio que habitaban, son las mujeres que reclamaron su espacio, que lo construyeron a pesar de las limitaciones, son las mujeres que transgredieron los límites geográficos, morales, sociales y económicos para construir un nuevo escenario del que formar parte". Aunque la mujer en la actualidad haya conquistado el derecho a habitar y a definir el espacio urbano hasta extremos que Virginia Woolf o Silvia Plath sólo podían soñar, "los muros siguen ahí y con ellos (o contra ellos) sigue también ahí la flâneuse".

lunes, 30 de septiembre de 2019

Lecturas recomendadas en septiembre

Lecturas recomendadas y comentadas de septiembre:





Cómo construir una barca

Jonathan Gornall
Cómo construir una barca
Traducción de Ramón Buenaventura
Seix Barral, 2019


Si te has enterado de lo que acabas de leer, será porque te dedicas a la construcción naval o porque has elegido mal tu oficio.

Buzarda, cuaderna, roblón, traca, roda,  avellanar, trancanil, regala, alefriz, crujía, aparadura, codaste, dormido... Efectivamente, como reconoce el autor, "para construir un barco, antes hay que aprender un idioma nuevo". Y para leer un libro sobre cómo construir un barco... pues también. O casi.

Por más que lo he intentado, nunca he podido terminar Capitán de mar y guerra (Edhasa), la novela de Patrick O'Brian que da inicio a su famosa serie protagonizada por el capitán Jack Aubrey, de la Royal Navy. Y ello a pesar de lo que me encanta la película de Peter Weir Master and Commander, basada en sus historias. Pero el lenguaje marinero, esencial en las novelas, puede conmigo y me hace naufragar.

Sin embargo este idioma nuevo, esta jerga marinera, tan importante en el libro de Gornall como en los relatos de O'Brian, no ha sido un obstáculo para disfrutar de su lectura.

Cómo construir una barca no es un manual de carpintería de ribera. Se trata de una obra de difícil clasificación. Es una hermosa reflexión sobre la paternidad -"Lo más importante de todo es que he creado un navío para el amor de un padr, un regalo que sirva de inspiración a su hija y le recuerde los horizontes sin límites que le quedan por explorar"-, un reencuentro con una madre más que complicada -"No por primera vez en mi vida, pero sí por primera vez en relación con mi madre, experimenté una relación en el pecho que solo puede denominarse dolor de corazón"-, una reflexión sobre la capacidad de esfuerzo y autosuperación -"Cada tabla, desde la primera hasta la última, fue una confrontación absoluta ... Cometí todos los errores posibles una y otra vez. Tropecé repetidamente en todos los obstáculos potenciales. Pero tuve que seguir tropezando"-, una reivindicación de los saberes que atesoran tantos oficios hoy en declive -"Observar a un experto como Fabian mientras pone las tracas de una barca de madera al estilo de casco trincado es tener el privilegio de asistir a un ballet de colaboración entre el artífice y la naturaleza, una danza perfectamente coreografiada al ritmo de una canción antigua que resuena a lo largo de los siglos sin perder pasión"- ...

Y sí, claro que sí: también va del proceso de construir una barca. Un proceso complejísimo, nada que ver con el bricolage y el "hágalo usted mismo", aunque en algún momento parezca que nos enfrentemos a una versión particularmente compleja de las instrucciones para montar un mueble de Ikea: "En vez de las tracas anchas y de una sola pieza de Hjortspring y Nydam, ahora (con el barco Kvalsund) tenemos más tracas y más estrechas, compuestas de varias piezas". Pero ni siquiera en los momentos más complejos del proceso de construcción de la barca de Phoebe, como cuando el autor se enfrenta a la tarea de lograr que "la distancia vertical entre la parte inferior de la regla y la línea que marca el borde interno de la zona de contacto de veinte milímetros sobre la tabla fijada [le indique] la profundidad a que hay que cepillar el bisel del borde de la tabla", ha disminuido mi atención.

Una lectura que no es fácil, que exige una especial atención, pero que también reporta grandes satisfacciones. Algo así como construir una barca...

domingo, 29 de septiembre de 2019

Hay que coger aire, porque la que nos viene...

Paseo mañanero por un paraíso cercano. De Alonsotegi a Zamundi, desde ahí subida hasta Ganeroitz, travesía hasta Arroletza y vuelta.


A la izquierda el Ganeroitz. A la derecha, Sasiburu.
Sasiburu,
Ganeroitz, el primer monte de hoy.

Ganekogorta y Gallarraga.






Llegando al Ganeroitz.
 Eretza.
 Cumbre del Ganeroitz (561 m.).
 Bajando del Ganeroitz. Al fondo Barakaldo y Erandio.
 Haitz Zuriak (469 m.). Al fondo, Ganeroitz.
 Sasiburu, la próxima cumbre.
Antes de llegar, cruz del Humilladero.
 
 Cumbre de Sasiburu (459 m.).
 Desde aquí, por la cresta, hasta Arroletza.

 
 
 Arroletza (454 m.).
 


Volviendo sobre mis pasos se ven perfectamente la cumbres recorridas: Sasiburu, Haitz Zuriak y Ganeroitz. Al fondo, Eretza.

 
 

 Sierra Salvada y Sierra de Angulo.

Descendiendo hasta Zamundi me cruzo con la fauna local.
 
 
 
 

 
 
 Un buen trago en la fuente de Zamundi y para abajo, directo hasta Alonsotegi.