Uno se apoya en la mochila. Porque en el momento en que nos quitamos el peso de nuestros hombros no sabemos enderezarnos enseguida; ¡pues resulta que era el peso lo que antes nos daba seguridad y equilibrio! [George Simmel]
domingo, 12 de junio de 2022
Océanos sin ley
miércoles, 9 de diciembre de 2020
El voluntariado como actor clave para la construcción de ciudadanía. Desafíos para el contexto actual
EL
VOLUNTARIADO COMO ACTOR CLAVE PARA LA CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA. DESAFÍOS PARA
EL CONTEXTO ACTUAL
Imanol
Zubero
Webinar: "El voluntariado, un
actor clave en la construcción de una ciudadanía global”
Coordinadora de ONG para el Desarrollo
9/12/2020
En estos 15 minutos de tiempo que comparto con vosotras y vosotros solo voy a hacer dos cosas. La primera es agradecer vuestra mera existencia y, más aún, vuestra persistencia. La segunda, apoyar y justificar la idea de que sois un actor clave para construir una ciudadanía global comprometida y activa que afronte con responsabilidad los desafíos a los que se enfrenta la Humanidad. Ambas cosas están directamente relacionadas.
[1] Empiezo
por el principio: agradecer vuestra continuidad en el tiempo. Sois herederas y
continuadoras de una de las más brillantes trayectorias de la Humanidad.
La
cronología oficial de la cooperación internacional remonta su historia a fechas
tan recientes como la segunda posguerra mundial o, como mucho, a la traumática
experiencia del suizo Henry Dunant como espectador de la batalla de Solferino, en
1859, cuando, conmovido por los miles de personas heridas abandonados a su
suerte, se dedicó a socorrerlas ayudado por gente de los pueblos cercanos, sin
diferenciar el bando en el que habían combatido, impulsadas e impulsados por el
lema Tutti fratelli (Todos hermanos),
que las mujeres de la cercana ciudad de Castiglione dello Stiviere repetían como
un mantra mientras atendían a los soldados heridos.
También
podríamos remontarnos un poco más en el tiempo, hasta aquel 22 de mayo de 1787
en que doce hombres se reunieron en una imprenta de Londres para dar comienzo
al movimiento abolicionista. Algo tendría que ver esta reunión con el clima
intelectual y moral de una época en la que, tres años antes, en 1784, Immanuel
Kant publicó sus famosos ensayos ¿Qué es
la Ilustración? e Ideas para una
historia universal en clave cosmopolita, en la que defiende “la
instauración de una sociedad civil que administre universalmente el derecho”.
El
escritor Adam Hochschild firma un libro maravilloso titulado Enterrad las cadenas, en el que
reconstruye aquel movimiento ciudadano contra la esclavitud. En este libro
podemos encontrar unos párrafos que no me resisto a compartir hoy:
ü “Los abolicionistas
británicos se sintieron conmocionados por los datos que llegaron a conocer
sobre la esclavitud y la trata de esclavos. […] Los esclavos y otras gentes
sometidas se habían rebelado a lo largo de la historia, pero la campaña de
Inglaterra fue algo nunca visto: era la primera vez en que un gran número de
personas se sentía indignada por la falta de derechos ajenos, y siguió
sintiéndose así durante muchos años. Pero lo más llamativo del asunto es que se
trataba de los derechos de gente de distinto color y de otro continente”.
ü “Los abolicionistas
triunfaron porque superaron un reto al que se siguen enfrentando en la
actualidad cuantos se preocupan por la justicia social y económica: el reto de
relacionar situaciones próximas y distantes. Hace tiempo que vivimos en un
mundo en el que los objetos cotidianos son la plasmación de un trabajo
realizado en otros rincones de la Tierra. A menudo desconocemos la procedencia
de las cosas que utilizamos o las condiciones laborales de quienes las
produjeron. Los zapatos o la camisa que llevamos, ¿han sido manufacturados en
algún taller de trabajo explotador de Indonesia? […] El siglo XVIII tenía su
propia y floreciente versión de la globalización, en cuyo núcleo se hallaba la
trata de esclavos y sus productos. Sin embargo, en Inglaterra misma no había
caravanas de cautivos encadenados ni capataces con látigo que recorrían
montados a caballo los surcos plantados de caña de azúcar. La primera tarea de
los abolicionistas consistió en hacer comprender a los británicos qué se
escondía tras el azúcar que consumían, el tabaco que fumaban y el café que
bebían”.
ü “A veces parecía,
incluso, que los británicos se organizaban para ir en contra de sus propios
intereses”.[1]
Así
pues, gracias por ser las continuadoras y continuadores de un movimiento social
histórico constituido a partir de tres valores esenciales: la fraternidad
universal, el compromiso sin fronteras y la capacidad de poner el interés
propio en un segundo plano.
Un
movimiento que, en muchos momentos, como ocurre ahora, se ha desarrollado de
manera explícita y ha dado lugar a instituciones de solidaridad. Pero que se ha
expresado de innumerables maneras a lo largo de nuestra historia humana cada
vez que una persona ha sido capaz de actuar éticamente, ampliando el círculo
del reconocimiento y la responsabilidad, confrontándose incluso con las reglas
de su particular tribu.
"Quería
-hace decir Marguerite Yourcenar al emperador Adriano- que el viajero más
humilde pudiera errar de un país, de un continente al otro, sin formalidades
vejatorias, sin peligros, por doquiera seguro de un mínimo de legalidad y de
cultura". Es este un viejo sueño: el sueño de un mundo donde nada humano
nos sea ajeno, en el que ningún ser humano sea privado de sus derechos como
persona y que este reconocimiento incondicional de sus derechos fundamentales
no pueda hacerse depender de su consideración como nacional o como extranjero.
El sueño de una humanitas sin
fronteras éticas. Vuestro sueño.
[2] Conecto
así con mi segunda reflexión de esta tarde: vuestro papel esencial para la construcción
de una ciudadanía global, única esperanza de poder responder positivamente a
los retos que afrontamos.
Asumiendo
el riesgo de simplificar, yo diría que tenemos un reto insoslayable, ya que de
la respuesta que demos al mismo depende nuestra propia supervivencia en el
futuro, pero también la vida de millones de personas en el presente.
Ese
reto es el de dotarnos de una narrativa, que sea, a la vez, 1) lo
suficientemente abierta como para que el máximo de movimientos transformadores
se encuentren cómodos en su seno; 2) lo suficientemente concreta como para orientar,
fortalecer y multiplicar las luchas; y 3) lo suficientemente compartida como
para permitir traducir y relacionar todas esas luchas. Con otras palabras,
necesitamos con urgencia un diagnóstico, un proyecto y un lenguaje compartidos.
Leía
ayer un interesante artículo de la profesora de la Universidad de Dublín Kathleen
Lynch titulado “Los cuidados, el capitalismo y la política”,[2]
en el que sostenía que “desde el punto de vista sociológico, las homines curans (personas que cuidan) son
tan reales como el homo economicus”
entronizado por el capitalismo como paradigma del ser humano.
Una de las cosas que hemos aprendido durante
la pandemia es que la raza humana es sumamente interdependiente. Esta ligazón
alimenta la moralidad: nuestra necesidad de los demás nos permite pensar en los
demás. [...] La pandemia nos ha enseñado que, en tiempos de enfermedad, los
cuidados no son un extra opcional: marcan la diferencia entre la vida y la
muerte. Sin embargo, para que las homines
curans cobren vida política, el concepto debe primero cobrar vida
intelectual. Esto requiere un nuevo discurso sobre el cambio social que se
enmarque “fuera de la casa del amo” del pensamiento predominante, dominado por
los hombres. Hay “valores residuales culturales” de esperanza, que pueden
recuperarse intelectualmente para la política. Uno de los lugares donde se
hayan estos valores residuales culturales es el dominio afectivo del amor, los
cuidados y la solidaridad”.
El
filósofo Cornelius Castoriadis denunciaba en 1998 que el desarrollo del
capitalismo estaba poniendo en riesgo las bases culturales y éticas que
permitían su funcionamiento, bases que el capitalismo no había generado sino
parasitado, pero que al fin y a la postre ofrecían al sistema una fisonomía
societal tras la que actuaba su nervadura económica. ¿Cuál es el modelo general
de identificación que el sistema de mercado propone e impone a los individuos?,
se preguntaba el filósofo: “El del individuo que gana lo más posible y que
disfruta al máximo; algo tan simple y banal como esto”, se respondía él mismo;
ese homo economicus al que se refería
Kathleen Lynch. A partir de lo cual, Castoriadis nos hacía una clara
advertencia:
¿Cómo puede seguir funcionando el sistema en estas
condiciones? Lo hace porque se beneficia todavía de modelos de identificación
producidos anteriormente: […] el juez «íntegro», el burócrata legalista, el
obrero concienzudo, el padre responsable de sus hijos o el maestro que, a
placer, todavía se interesa por su trabajo. Pero nada en este sistema tal como
es justifica los «valores» que estos personajes encarnan, catectizan y
supuestamente persiguen en su actividad. ¿Por qué habría de ser íntegro un
juez? ¿Por qué un maestro habría de sudar con los críos, en vez de dejar pasar
el tiempo en su clase, salvo el día en que haya de visitarle el inspector? ¿Por
qué ha de agotarse un obrero hasta enroscar la tuerca ciento cincuenta,
pudiendo hacer trampas con el control de calidad? Nada, en las significaciones
capitalistas, desde un comienzo, pero sobre todo en lo que hoy se han
convertido, puede dar respuesta a esta pregunta.[3]
“El
capitalismo vive agotando las reservas antropológicas constituidas durante los
milenios precedentes”, sentenciaba Castoriadis en un trabajo posterior.[4] En su lógica
depredadora, el capitalismo solo es capaz de acumular desposeyendo, expoliando,
ya sean bienes comunes (acabamos de saber que el agua, la base de la vida en la
Tierra, comenzó este lunes a cotizar en el mercado de futuros de materias
primas de Wall Street), servicios públicos, salarios, y también formas de vida.
Pero en este ejercicio de acumulación por desposesión, suicida en el largo
plazo y homicida en el corto plazo, el capitalismo consume y esquilma tanto
recursos naturales no renovables como como depósitos de valores y moralidad
imprescindibles para vivir una vida realmente humana.
“Hoy
en día –escribía John Berger- no sólo están desapareciendo y extinguiéndose
especies animales y vegetales, sino prioridades humanas que, una tras otra,
están siendo sistemáticamente rociadas, no de pesticidas, sino de eticidas: agentes que matan la ética y,
por consiguiente, cualquier idea de historia y de justicia. Especialmente
atacadas se ven aquellas de nuestras prioridades que proceden de la necesidad
humana de compartir, legar, consolar, condolerse y tener esperanza. Y los
medios informativos de masas nos rocían día y noche con eticidas”.[5]
El
mundo en el que desarrollamos nuestras vidas es un mundo negador de la vida, un
mundo invivible dada la violencia estructural de su organización y el continuo
trastorno que provoca en nuestros sentidos, en nuestros cuerpos y en la
biosfera de la que somos parte. Desde esta realidad es desde donde se alza,
recuperando una hermosa expresión de Herbert Marcuse (1979), la “rebelión del
instinto de vida contra el instinto de muerte socialmente organizado” que
caracteriza a los movimientos sociales de hoy.[6] Recuperar las
condiciones para una vida realmente humana, tal es el desafío; la defensa
innegociable del derecho a la vida: de la vida de todas y todos y de toda la
vida.
Y
en efecto, como dice Kathleen Lynch es en el dominio afectivo del amor, los
cuidados y la solidaridad donde podemos encontrar y reforzar esos valores residuales culturales de esperanza
que nos permitan seguir combatiendo la práctica organizada de una cultura de la muerte que sirve de base a la acumulación de capital, como
denuncia Vandana Shiva.[7]
En
1990 Berenice Fisher y Joan Tronto publicaron una definición de cuidado que merece la pena recordar, ya
que sirve perfectamente para perimetrar ese espacio contracultural de esperanza:
Una actividad de especie que incluye todo
aquello que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro «mundo» de tal
forma que podamos vivir en él lo mejor posible. Ese mundo incluye nuestros
cuerpos, nuestros seres y nuestro entorno, todo lo cual buscamos para
entretejerlo en una red compleja que sustenta la vida.[8]
Cada
vez estoy más convencido de que el paradigma del cuidado puede ser esa
narrativa que nos sirva para compartir diagnósticos sobre el estado del mundo,
proyectos para su transformación y lenguaje que nos permita conversar y
entendernos: el cuidado como esperanto que permite traducir, interseccionar,
luchas diversas.[9]
Y
desde ese paradigma el voluntariado que actúa en el marco de las ONG para el
Desarrollo tiene, tenéis, mucho que decir. No sois ajenas al mismo, sino parte
esencial. Al fin y al cabo, vuestro lema podría ser eso tan hermoso que Pablo
Neruda proclamaba en sus Versos del
capitán: “¿Quiénes son los que sufren? No sé, pero son míos”. Se encuentren
donde se encuentren.
[1] Adam Hochschild, Enterrad las cadenas, Península, Barcelona 2006.
[2] Kathleen Lynch, “Los cuidados, el
capitalismo y la política”, CTXT 4/12/2020. https://ctxt.es/es/20201201/Firmas/34262/#.X89DF85bWGY.twitter
[3] Cornelius Castoriadis, El ascenso de la insignificancia,
Cátedra, Madrid 1998, pp. 130-132
[4] Cornelius Castoriadis, Una sociedad a la deriva. Entrevistas y
debates (1974-1997), Katz, Buenos Aires 2006, p. 116.
[5] John Berger, "El coro que llevamos
en la cabeza", El País 26/08/2006.
https://elpais.com/diario/2006/08/26/babelia/1156549152_850215.html
[6] Herbert Marcuse, “La angustia de
Prometeo”, El Viejo Topo, n.º 37, 1979.
[7] Vandana Shiva, “La mirada
ecofeminista. Tres textos”, Sin permiso
29/08/2005. https://www.sinpermiso.info/textos/la-mirada-ecofeminista-tres-textos
[8] Joan Tronto, “Cuando la
ciudadanía se cuida: una paradoja neoliberal del bienestar y la desigualdad”, Congreso Internacional Sare 2004: ¿Hacia qué
modelo de ciudadanía?, Emakunde, Vitoria-Gasteiz 2005, pp. 231-253. https://www.emakunde.euskadi.eus/contenidos/informacion/publicaciones_jornadas/es_emakunde/adjuntos/sare2004_es.pdf
[9] Marta Pascual y Yayo Herrero, “Ecofeminismo,
una propuesta para repensar el presente y construir el futuro”, CIP-Ecosocial – Boletín ECOS nº 10,
enero-marzo 2010. https://www.fuhem.es/media/ecosocial/file/Boletin%20ECOS/ECOS%20CDV/Boletin_10/ecofeminismo_construir_futuro.pdf
miércoles, 13 de noviembre de 2019
La humanidad planetaria: diálogo entre Marc Augé y Josep Maria Montaner
La humanidad planetaria
Traducción de los textos de Augé: Albert Berenguer. Corrección: Marta Beltrán Bahón
Gedisa, 2019
Interesante conversación entre el conocido antropólogo de los "no-lugares", Augé, y Montaner, arquitecto de dilatada trayectoria y activista social.
Compartiendo perspectiva humanista y una visión de futuro crítica pero esperanzada, en este breve libro abordan cuestiones como la importancia del lugar en estos tiempos de globalización, la contradictoria realidad del turismo de masas, la rampante desigualdad, el nuevo municipalismo, los movimientos NIMBY, las migraciones y la creciente diversidad de las ciudades...
A pesar de su brevedad y de la variedad de temas abordados, a lo largo del diálogo encontraremos multitud de intuiciones y sugerencias que, si bien no cuentan con un desarrollo suficiente, sí ofrecen sugerencias para repensarlos desde claves nuevas.
viernes, 11 de octubre de 2019
Dónde aterrizar
Traducción de Pablo Cuartas
Taurus, Barcelona 2019
En las condiciones del nuevo régimen climático el planeta se muestra demasiado limitado para el proyecto globalista y demasiado grande y complejo para poder organizarse a partir de las fronteras estrechas de cualquier localidad. Entre lo Global y lo Local surge "lo Terrestre como nuevo actor político". Y su expresión social y política, la ecología, que "no es el nombre de un partido, ni siquiera el de un tipo de preocupación, sino el de una llamada a cambiar de dirección: significa encaminarse hacia lo Terrestre".
Latour finaliza su reflexión reivindicando Europa como el lugar donde quiere "tomar tierra":
Si la primera Europa Unida se hizo por abajo -el carbón, el hierro y el acero-, la segunda se hará también por abajo, la humilde materia de un suelo un poco duradero. Si la primera Europa Unida se hizo para dar una casa común a los millones de personas desplazadas, como se decía al final de la última guerra, entonces la segunda se hará también por y para las personas desplazadas de hoy. Europa no tiene sentido si no vuelve sobre los abismos abiertos por la modernización. Este es el mejor sentido que puede dársele a la idea de modernización reflexiva.
viernes, 22 de julio de 2016
Espectadores del dolor ajeno: una imagen no vale más que mil palabras

viernes, 3 de junio de 2016
Zygmunt Bauman: "La crisis de los refugiados es la crisis de la humanidad"

Esta conversación es parte de una serie de diálogos en torno a la violencia promovida por The New York Times y que cuenta con las opiniones de filósofos y críticos teóricos. En esta ocasión, el protagonista es Zygmunt Bauman, profesor emérito de sociología en la Universidad de Leeds, Gran Bretaña. Su ultimo libro, Strangers at Our Door, ha sido publicado por Polity Press.
Brad Evans: Durante más de una década usted se ha centrado en la desesperada y difícil situación de los refugiados. En particular, ha dedicado especial atención a las innombrables situaciones de inseguridad e indignidad a las que se enfrentan día a día. También ha destacado que no se trata de un problema nuevo, y que debe entenderse siempre en un contexto histórico mucho más amplio. Partiendo de esta idea, ¿cree que la actual crisis de refugiados que está hundiendo a Europa representa un capítulo más en la cronología de éxodos y huidas o que por el contrario, está ocurriendo aquí algo distinto?
Zygmunt Bauman: Es verdad que parece un “capítulo más” aunque, tal y como ocurre con todos los problemas políticos, hay algo nuevo en comparación con las situaciones anteriores. En la era moderna las migraciones masivas no son en sí una novedad o un evento esporádico. De hecho, se trata de un efecto habitual y constante del estilo de vida contemporáneo, con su preocupación perpetua por el progreso económico y la construcción de un orden establecido. Dos conceptos que actúan en particular como grandes fábricas capaces de producir sin parar “humanos residuales”, es decir, personas que están o bien sin trabajo en su zona de residencia o que tienen una situación políticamente intolerable y se ven obligadas a buscar refugio o mejores condiciones de vida lejos de sus casas.
Es cierto que la dirección predominante de las migraciones ha cambiado tras la propagación del estilo de vida moderno desde Europa, su lugar de origen, hacia el resto del mundo. Cuando Europa era el único continente “moderno” del planeta, su población sobrante desembarcaba en tierras “premodernas” reciclados como colonos, soldados o miembros de la administración colonial. De hecho, se calcula que hasta 60 millones de europeos se fueron de Europa hacia las dos Américas, África y Australia durante el apogeo del imperialismo colonial.
Sin embargo, a mediados del siglo XX la trayectoria de las migraciones dio un giro de ciento ochenta grados. Durante ese período, las lógicas migratorias cambiaron y se disociaron de la conquista de tierras. Los migrantes de esa era post-colonial intercambiaron entre ellos (y aún intercambian) formas heredadas de subsistencia y supervivencia, formas hoy destruidas por esa modernización triunfante promovida por los primeros colonizadores. Y todo, por la oportunidad de construir nidos de mercado y cubrir las necesidades de las economías nacionales de esos mismos colonizadores.
Para colmo, existe hoy un volumen creciente de personas, en particular en Oriente Medio y África, que son expulsadas de sus casas por las docenas de guerras civiles abiertas, los conflictos étnicos y religiosos y el puro vandalismo que campa a sus anchas en los territorios que abandonaron los colonizadores a mano de unos “estados” soberanos que lo son por nombre, pero que están urdidos de forma artificial y tienen pocas perspectivas de estabilidad. Eso sí, cuentan con arsenales inmensos de armas suministrados por sus antiguos señores coloniales.
B.E.: Hannah Arendt utilizó el término worldlessness (la carencia de un mundo común compartido) para definir esas condiciones en las que una persona no pertenece a un mundo en el que cuenta como ser humano. Este término puede ser relevante a la hora de describir la difícil situación de los refugiados actuales. ¿El problema entonces podría ser que enmarcamos el debate en términos de seguridad, y no lo centramos en los refugiados o sus destinos?
Z.B.: Parte del problema es la forma en la que el mundo político se enmarca y se entiende. Los refugiados no tienen lugar (are worldless, utilizando las palabras de Hannah Arendt), en un mundo que está unido en estados territorialmente soberanos y que exige identificar la posesión de los derechos humanos a través de la ciudadanía de un estado. Esta situación se agrava aún más por el hecho de que no quedan países que estén dispuestos a aceptar y a ofrecer refugio y la oportunidad de una vida decente y de cierta dignidad humana a los refugiados apátridas.
En un mundo con estas características, los que se ven obligados a huir de condiciones insufribles no son considerados como “titulares de derechos”, incluso de aquellos derechos supuestamente considerados inalienables a la humanidad. Forzados a confiar su supervivencia a las personas a cuyas puertas llaman, los refugiados son, de algún modo, arrojados fuera del reino de la “humanidad”, en la medida en que se supone que el pertenecer a ella confiere los derechos que se les niegan. Hoy hay millones y millones de esas personas habitando este planeta que compartimos.
Como ha señalado usted acertadamente, con demasiada frecuencia los refugiados acaban teniendo el papel de amenaza para los derechos humanos de las poblaciones autóctonas, en vez de ser clasificados y tratados como la parte de la humanidad más vulnerable, que no busca otra cosa que la restauración de esos mismos derechos que les han sido robados a la fuerza.
Hay ahora una tendencia muy pronunciada (entre la población más establecida pero también entre los políticos a los que éstos eligen para sus gobiernos estatales) de trasladar la “cuestión de los refugiados” del ámbito de los derechos humanos universales al de la seguridad nacional. Ser duros con los extranjeros en nombre de la seguridad frente a posibles terroristas tiene mucha más aceptación política que apelar a la bondad y compasión para ayudar a las personas en riesgo y situación de desamparo. Externalizar el problema para que se ocupen de ello los servicios de seguridad es eminentemente más conveniente para los gobiernos ya saturados con funciones de asistencia social, los cuales no parecen querer ni poder desempeñar más funciones para satisfacer a sus votantes.
B.E.: Un aspecto fundamental de su análisis ha sido argumentar cuántas de las vulnerabilidades a las que se enfrenta hoy la ciudadanía deben explicarse en términos globales, planetarios. Cada vez más, los Estados-nación parecen incapaces, de forma individual, de responder a la gran multitud de amenazas que definen nuestra era interconectada. ¿La figura del refugiado muestra de forma inequívoca la naturaleza actual del poder y la violencia?
Z.B.: Ver el problema en “términos más planetarios” es indispensable para entender por completo no solo el fenómeno de las migraciones masivas, sino también el genuino y extendido pánico migratorio que el fenómeno ha desencadenado en casi toda Europa. La entrada de un gran número de refugiados, y la visibilidad que tienen, de forma tan repentina, hacen salir a la superficie temores que hemos intentado reprimir y ocultar con mucho esfuerzo: unos miedos que se gestan con la premonición de nuestras propias debilidades como sociedad, y por la sospecha constante y ratificada de que nuestro destino está en manos de fuerzas que escapan a nuestra comprensión – y aún más a nuestro control.
En cierto modo, nos traen de nuevo los horrores más misteriosos y oscuros (aunque con suerte distantes) de las “fuerzas mundiales”, y lo hacen directamente llamando a nuestra puerta, en nuestros barrios, de una forma muy visible y tangible.
Hace solamente unas semanas, esos recién llegados se sentían seguramente igual de seguros en sus casas que nosotros ahora mismo. Y hoy nos miran, privados de sus casas, posesiones, seguridad, en muchos casos de sus derechos “inalienables” como personas y de sus derechos a tener el respeto y la aceptación que le garantizan a uno la autoestima.
Siguiendo un hábito milenario, se culpa a los mensajeros del contenido de su mensaje. No es de extrañar que las mareas sucesivas de nuevos inmigrantes sean percibidos, en palabras de Brecht, como “un presagio de malas noticias”. Son la personificación del desmoronamiento del orden establecido, una situación en la que las relaciones entre las causas y los efectos son fijas, por tanto, comprensibles y predecibles, permitiendo a los que están dentro saber cómo deben proceder. Es fácil demonizar a los refugiados, ya que son ellos los que nos muestran y ponen al descubierto todas esas inseguridades. Al detenerlos en el otro lado de nuestras fronteras fortificadas damos a entender que nos las arreglaremos para parar a esas fuerzas globales que los llevaron a golpear a nuestras puertas.
B.E.: Aquellos que huyen de situaciones en las que todo ha quedado devastado por la guerra abren siempre un ruidoso debate sobre el término correcto: ¿Debemos hablar de “emigrantes” o de “refugiados”? Los dos términos pueden ser reduccionistas. ¿Puede ser que necesitemos un nuevo tipo de vocabulario que enfatice la condición más humana de los que intentan escapar de tales condiciones? Después de todo, y tal y como apuntó el poeta Warsan Shire, “nadie pone a sus hijos en un bote, a menos que el agua sea más segura que la tierra.”
Z.B.: La mayoría de veces un refugiado solo puede escoger libremente entre un sitio donde su presencia es inaguantable y otro donde su llegada no será ni deseada ni permitida. De forma similar, la opción del llamado emigrante económico es la de escoger entre la hambruna o una vida sin perspectivas pero con la oportunidad (poco convincente) de unas condiciones soportables para sí mismo y para su familia. Esto no es más que una “opción”, en ningún sentido significativo, a la que se enfrenta el refugiado que está huyendo de una evidente violencia física. A todos y cada uno de nosotros nos debería horrorizar el hecho de que haya gente que tenga la necesidad de tomar ese tipo de decisiones. Necesitamos un lenguaje o un vocabulario crítico para unas condiciones que ocurren en este mundo y que obligan a millones de sus habitantes a hacer algo así.
En la medida en que la etiqueta de “inmigrante económico” estigmatiza a esas víctimas, deberíamos desaprobarla. Este tipo de acrobacias lingüísticas y discursivas hacen que no se examinen las causas reales de este tipo de crisis, y que sus responsables queden impunes. En una cultura que ensalza la búsqueda de la auto-perfección y la felicidad (elevándola al nivel de propósito vital), no hay nada más hipócrita que condenar a aquellos que intentan seguir ese principio pero que no pueden llevarlo a cabo por no tener la documentación apropiada o por falta de medios.
Entrevista realizada por Brad Evans, catedrático de relaciones internacionales en la University of Bristol in England. Es el fundador y director de Histories of Violence (Historias de Violencia), un proyecto dedicado a evaluar y discutir el problema de la violencia en el siglo XXI. Sus publicaciones más recientes incluyen “Disposable Futures: The Seduction of Violence in the Age of Spectacle” (con Henry Giroux) y “Resilient Life: The Art of Living Dangerously” (con Julian Reid).
Entrevista completa en The New York Times.
Traducción de Anna Galdon.
domingo, 20 de marzo de 2016
El nuevo (des)orden fiscal del planeta
domingo, 13 de marzo de 2016
¿Y si los extraños no fueran Ajenos, sino Propios?
"La memoria no cesa. La demolición efectiva de Empiria provoca una huida masiva. Las más ínfimas grietas bastan para la avalancha de la carne. A pesar de las estrictas medidas de bloqueo, cientos de empíreos se lanzan a las aguas en busca de un futuro. Su esperanza de vida es más fuerte que su miedo a perderla. Las islas próximas se ven sometidas a un asedio. Se producen respuestas que van desde la adopción desinteresada hasta el rechazo violento. El mar se cubre de abrazos y se abre como una tumba. También en el seno del Consejo de Estados hay discrepancias. Varias islas, considerando el pasado de Empiria, muestran su disposición a recibir a sus naturales. La línea dura del Sistema apela a un principio no escrito, pero asumido por el archipiélago tras la descomposición de la Historia Moderna: la compasión no tiene cabida en la ordenación territorial del Sistema. Desde el momento en que el Sistema enuncia la división Propio/Ajeno, no cabe consideración de iguales hacia quienes han perdido el rango de pertenencia. El Sistema es teologal: hay luz y tinieblas. Y el Dado, recogiendo el sentir de las potestades, recuerda a los sistémicos que la fortaleza del archipiélago radica en su confianza en la exclusión. Los refugiados que hayan sido acogidos en alguna de las islas del Sistema tienen noventa y seis horas para regresar a territorio Ajeno. El riesgo que se corre por no plegarse a esa directiva es doble: no está sólo en juego un castigo por su conducta, sino que, por extensión, quienes hayan ayudado, cobijado o asumido a empíreos serán también sancionados con el destierro. La mayoría de las grandes fortunas de Empiria son vistas entre tanto en alguna de las capitales del Sistema. El doble rasero con que se mide a estos expatriados no contradice los dictados del Dado. El dinero es una virtud excluyente".
"Detrás de la cabaña de revelado y diagramación, en un tramo de césped cubierto por margaritas de un color rabioso, yacen tres cuerpos sin nombre. Aunque viajaban sin documentos, el Narrador los consideró siempre una familia. Fueron escupidos por el mar tras una tormenta. No se encontraron restos de la embarcación. Un hombre alto, huesudo, al que los peces había devorado el rostro; una mujer pequeña y frágil, maravillosamente intacta; un niño de apenas tres años, con las piernas quebradas como listones de madera. Las autoridades decidieron que fueran enterrados sin ceremonia, con la eficacia exenta de piedad concedida a los Ajenos. El Narrador pensó en ellos durante semanas. Un día los olvidó. Pero esta tarde algo, un impulso sin nombre, conduce sus pasos hasta donde reposan.
En pie sobre el manto de flores, las manos en los bolsillos y el aire salado en el rostro, piensa, por vez primera durante este tiempo, en una posibilidad no contemplada. ¿Y si los extraños no fueran Ajenos que buscaban su lugar bajo el sol de Realidad, sino Propios que huían de una existencia angosta y desgraciada? La pregunta es como una bandera al viento".
Presentado como una distopía, en realidad el libro de Menéndez Salmón es crónica profunda de nuestro tiempo. No es preciso pensar demasiado para imaginar que país real puede ser esa Empiria de la que sus habitantes intentan desesperadamente huir; cual esa Realidad archipelágica que, convertida en Sistema, atrae a quienes huyen; qué instituciones son ese Dado que legisla seguridad sin compasión.
El miércoles, nos encontramos.
martes, 23 de febrero de 2016
Marcha Europea por los Derechos de las Personas Migrantes y Refugiadas
MARCHA EUROPEA POR LOS DERECHOS DE LAS PERSONAS MIGRANTES Y REFUGIADAS
IHESLARI ETA ETORKINEN ESKUBIDEEN ALDEKO
MARTXA EUROPAN
sábado, 13 de febrero de 2016
Marcha europea por los derechos de los refugiados
LA VERGÜENZA DE EUROPA, A PIQUE: OMISIÓN DE SOCORRO A REFUGIADOS Y MIGRANTES EN EL MAR |
Amnistía Internacional |
"Aquí unos se compadecen de nosotros, otros están descontentos: 'Los refugiados roban las patatas. Las desentierran por la noche'. En la otra guerra, como recordaba mi madre, la gente se compadecía más de los demás".
Lo cuenta una de las mujeres a las que Svetlana Alexiévich da la palabra en su libro Voces de Chernóbil (Debolsillo, Penguin Random House, 2015). Esa "otra guerra" a la que se refiere es la Segunda Guerra Mundial.
Pero la lectura de las crónicas sobre el terreno recopiladas por Hans Magnus Enzensberger en el libro Europa en ruinas. Relatos de testigos oculares de los años 1944 a 1948 (Capitán Swing, 2013) no parecen justificar esa reflexión añorante. Así, el escritor suizo Max Frisch describe la siguiente escena en la estación de ferrocarril de Frankfurt, en 1946:
"Hay refugiados tendidos en todos los escalones y uno tiene la impresión de que no levantarían la vista ni aunque sucediera un milagro en medio de la plaza; tan seguros están de que no sucederá ninguno. Se les podría decir que más allá del Cáucaso hay un país que los acogerá y entonces ellos reunirían sus pertenencias sin fe ninguna. Su vida es sólo una ilusión, algo ficticio, una espera sin esperanza, ya no sienten ningún apego por ella; solo la vida continúa adherida a ellos, como un espectro, como un animal invisible y famélico que los arrastra por las estaciones de tren tiroteadas, noche y día, bajo el sol y la lluvia; respira en los niños dormidos que yacen sobre los escombros, con la cabeza entre los bracitos consumidos, acurrucados como embriones en el seno materno, como si quisieran retornar a él".
Y en ese mismo libro, otra crónica del escritor y crítico literario estadounidense Edmund Wilson, desde el Londres de abril de 1945, vuelve a dejar volar la añoranza por un tiempo pasado que, se cree, fue mejor, más compasivo y más humano:
"La Primera Guerra Mundial no había apagado aún totalmente las emociones humanas: por aquel entonces la gente aún era consciente de que la miseria y la masacre eran anómalas e indeseables. Contra el mal de la guerra protestaron gente como Harden, Roland, Barbusse, Bertrand Russel y Bernard Shaw, Upton Sinclair y John Dos Passos, por no hablar de Lenin y los socialistas de la Conferencia de Zimmerwarld. Pero hoy en día está claro que la vida humana ya no vale nada. Que maten o no a seres humanos ya no le importa a nadie, a no ser que se trate de amigos íntimos o familiares".
Cada época nos presenta sus propios retos y en cada momento histórico nos enfrentamos al reto de no traicionarnos hoy para no tener que que lamentarnos mañana, soñando un ayer más luminoso... existente sólo en nuestra culpable imaginación.
Y el reto de hoy es el de las personas refugiadas que se estrellan contra la pasividad, la indolencia o la inoperancia de Europa.

lunes, 24 de agosto de 2015
Firma contra el Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP)

Iniciativa Ciudadana Europea (ICE) contra el TTIP y el CETA
¡¡¡ Firma hasta el 6 de octubre !!!
Hacemos un llamamiento a las instituciones de la Unión Europea y sus estados miembros para detener las negociaciones con los EEUU sobre el Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) y a no ratificar el Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA) con Canadá.porque incluyen partes tan cuestionables como un mecanismo para solucionar las controversias entre inversores y Estados y normas de cooperación regulatoria que representan una amenaza a la democracia y al Estado de Derecho. Queremos prevenir que la legislación en materia de empleo, asuntos sociales, ambientales, de privacidad y de consumo será recortada y los servicios públicos (como el agua) y los bienes culturales serán desregulados en negociaciones no transparentes.
>> Más información sobre la iniciativa y firma de la misma AQUÍ.
lunes, 13 de abril de 2015
¿Superpoblación o sobreconsumo?
Resumen:
A pesar del tiempo transcurrido desde su formulación original y de sus debilidades empíricas, el temor a la "catástrofe malthusiana" no ha dejado de estar presente en las sociedades económicamente más desarrolladas. Esta permanencia se explica en buena parte por su funcionalidad como legitimación de las enormes desigualdades existentes en el mundo. Su reaparición en el presente siglo significa un grave riesgo de retroceso hacia situaciones pasadas de crisis radical del principio universalista.
Puede leerse íntegramente en la página de SCRIPTA NOVA.
sábado, 15 de noviembre de 2014
Noventa por ciento de todo
martes, 3 de diciembre de 2013
Noticia de hoy, realidad de siempre
Ya lo ha contado Edoardo Nessi, nacido precisamente en Prato, nieto e hijo de empresarios textiles, en dos hermosos libros editados por Salamandra:
Hoy en día en Prato, conceptos como legalidad y ley, inmigración , tolerancia e intolerancias, ideología, acogida, racismo e integración, xenofobia e inclusión se convierten en viejos instrumentos ya inútiles para comprender lo que sucede en una ciudad invadida por una armada silenciosa y asustada, que muchos temen que sólo es la avanzadilla de la invasión que vendrá, pero que ya hoy es imposible censar y detener con los controles, las inspecciones, las ordenanzas municipales quisquillosas, los informes de los bomberos, los embargos de los locales, las supresiones de los rótulos en chino, los precintos de plástico, las cintas en blanco y rojo y los candados. Es un jovencísimo ejército de secuestrados que con frecuencia ni siquiera se dan cuenta de la indignidad de sus condiciones laborales y están muy contentos de vivir y trabajar encerrados en locales mugrientos como éste, porque en la China más profunda de la que proceden estaban mucho, mucho peor, y los más afortunados ganaban ocho dólares al mes [La historia de mi gente, 2012].
Será también culpa nuestra, que no hemos entendido nada, como nos repiten los sabios de la economía, pero hace falta tener el corazón fuerte como un león para resistirse a la tentación de abandonarse a la pesadilla que nos ve olvidados por la historia en marcha, espectadores impotentes, restos de un pequeño mundo antiguo barrido por el tornado de la globalización y víctimas de la más cruel de las burlas, la de pretender que nos alegremos del abandono de la pobreza por parte de cientos de millones de chinos, indios, vietnamitas e indonesios cada vez que intentamos lamentarnos de la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo y del cierre de miles de empresas en toda Italia y en toda Europa del sur. ¡Comos si la globalización hubiera sido impuesta en la Tierra para hacer realidad el principio de la equidad entre los pueblos, y no para incrementar los balances de las multinacionales y los bancos! ¡Como si les correspondiera a nuestros obreros, a nuestros pequeños empresarios y a sus familias reequilibrar el balance de la injusticia del mundo! [Una vida sin ayer, 2012].
Hace seis años los esclavos eran rumanos, búlgaros, polacos y africanos, ocurría en Puglia y el producto era el tomate.
En 1974, John Berger y Jean Mohr escribían en Un séptimo hombre:
La escasez de mano de obra en Europa Occidental no se debe a un descenso de población. Se trata de una escasez específica en un sistema de producción concreto. No hay suficientes trabajadores dispuestos a realizar los trabajos manuales mal pagados por los salarios que se ofrecen.
Y también:
En lo que respecta a la economía del país metropolitano, los trabajadores emigrantes son inmortales: inmortales porque son siempre intercambiables. No nacen; no tienen que crecer; no envejecen; no se agotan; no mueren. Tienen una sola función: trabajar. Todas las demás funciones de su vida corren por cuenta del país del que proceden.
martes, 22 de octubre de 2013
Goodbye, Amazon
Empecé a tomar la decisión cuando, a principios de agosto, leí en El País una información titulada: "Amazon España desvía sus ventas a Luxemburgo para no pagar impuestos". La información contaba cosas como estas:
"Amazon, el gigante del comercio electrónico, ha reorganizado su actividad en España tras la compra de Buyvip y la apertura de su tienda online española. La compañía ha transformado Buyvip, su tienda de moda, en una empresa de servicios, la ha rebautizado como Amazon Spain Services y la ha adelgazado para llevarse las ventas a Luxemburgo, desde donde factura también el resto de sus productos. Copia con ello el esquema de su otra sociedad, Amazon Spain Fulfillment, que incluso se acoge al régimen de pymes para tributar menos gracias al reducido tamaño que tiene por no facturar sus ventas en España. La compañía fundada por Jeff Bezos, el magnate que acaba de comprar The Washington Post, admite abiertamente en su informe anual que paga menos impuestos sobre beneficios por sus operaciones europeas gracias a tener su base en Luxemburgo. La estructura que ha elegido para lanzar su tienda online en España responde a ese objetivo. Pese al éxito de su lanzamiento comercial, la filial de Amazon declaró en 2012 pérdidas contables de 54.329,8 euros, según las cuentas depositadas en el Registro Mercantil".
También lo hacen otras grandes compañías: Apple, Google, Sturbucks. Pero lo de Amazon me enfada especialmente: de Starbucks me quite hace mucho tiempo, con Appel no tengo ninguna relación, y lo de Google... bueno, esto tendré que hacérmelo mirar.Pero lo de Amazon me indigna particularmente.
Ahora acabo de terminar de leer la investigación de Jean-Baptiste Malet titulada En los dominios de Amazon, editada por Trama. Merece la pena. Hay una afirmación en el libro que no comparto: "Cuando el lector compra sus libros en Amazon, elige, consciente o incoscientemente, ignorar el precioso papel que desempeña la librería como lugar de convivencia, de participación, de descubrimiento, de mestizaje y de encuentro. Pero también los empleos de los libreros cualificados que generan esta actividad comercial de proximidad". En mi caso, no ha sido así. Mi librivorismo sólo puede asemejarse a mi librerivorismo. Esta misma mañana he charlado sobre el problema de Amazon con mi librero de cabecera, y él me decía (mientras a su librería llegaba un paquete con el logo de la compañía) que el problema es que Amazon no cumple las reglas de juego. Pero el libro de Malet sí me ha servido para conocer la existencia de una campaña en el Reino Unido promovida por la revista The Ethical Consumer, para protestar por la política de evasión fiscal que practica Amazon. Lo que proponen es no comprar en Amazon (hay alternativas) y, sobre todo, enviar a la compañía un mail explicando las razones de nuestro boicot.
Yo ya he decidido no volver a comprar un libro en Amazon. Y hoy mismo voy a escribirles un correo explicándoselo.
¡Tiembla, Amazon! O cambia...
domingo, 16 de septiembre de 2012
La hiperglobalización contra la democracia
"No podemos perseguir simultáneamente democracia, autodeterminación nacional y globalización económica. Si queremos impulsar más la globalización, tenemos que renunciar a la nación Estado o a la política democrática. Si queremos conservar y profundizar la democracia, tenemos que elegir entre nación Estado e integración económica internacional. Y si queremos mantener la nación Estado y la autodeterminación, tenemos que elegir entre profundizar la democracia o profundizar la globalización".
Rodrik sostiene que la hiperglobalización actual, en la que todas las políticas nacionales debe someterse a las exigencias de los procesos de integración internacional de los mercados de bienes y de capital, choca inevitablemente con la legitimidad democrática de los gobiernos nacionales: "La hiperglobalización requiere el encogimiento de la política nacional y el aislamiento de los tecnócratas de las exigencias de las masas". Como ejemplo de este choque cita la profunda crisis que sufrió Argentina en 1990 bajo la batuta política de Carlos Menem y la dirección económica de Domingo Cavallo, economista con un doctorado en Harvard, que durante los Novente se esforzó hasta el extremo por aplicar los dictados derivados del Consenso de Washington: privatización, desregulación y apertura plena de la economía argentina. Tras una década de políticas neoliberales bendecidas año tras año por el FMI y el Banco Mundial, ya sabemos como terminó la historia: corralito, paro masivo, cierre de empresas, devaluación del peso, hambre y una pérdida de riqueza que se calcula en un 12% de media:
"El fracaso de los líderes políticos argentinos fue, en definitiva, un asunto no de falta de voluntad, sino de habilidad. No podía dudarse de su compromiso con la Ley de Convertibilidad y con la confianza de los mercados financieros. Cavallo sabía que había pocas alternativas fuera de jugar con las reglas de los mercados financieros. Con sus políticas, el gobierno argentino estaba dispuesto a abrogar los contratos pactados con prácticamente todos los colectivos nacionales -funcionarios, pensionistas, gobiernos provinciales, depositantes bancarios- con el fin de no saltarse ni un ápice de sus obligaciones con los acreedores extranjeros.
Lo que selló el destino de Argentina a los ojos de los mercados financieros no fue lo que estaban haciendo Cavallo y De la Rúa, sino lo que el pueblo argentino estaba dispuesto a aceptar. Los inversores y acreedores fueron dudando cada vez más de que el Congreso argentino, las provincias y la gente de la calle fuesen a tolerar las políticas de austeridad desacreditadas desde hacía tiempo en los países industriales avanzados. Al final, los mercados acertaron. Cuando la globalización choca con la política nacional, los inversores saben que la política acaba ganando".
La manifestación de ayer sábado en Madrid, con su reivindicación de un referéndum sobre la política de recortes que está aplicando el Gobierno, ejemplifica a la perfección la tension irreeductible entre hiperglobalismo neoliberal y democracia. También el Gobierno de Rajoy está dispuesto a incumplir los contratos pactados con prácticamente todos los colectivos sociales con el único fin de no desviarse ni un ápice de las obligaciones que le imponen los acreedores extranjeros: de su contenido, sus ritmos y sus justificaciones. Lo cual, digan lo que digan el Gobierno o el editorialista de EL PAÍS, no es ni inevitable ni justo ni democrático ni -lo que es casi peor- necesario.
¿Será verdad que cuando la globalización choca con la política democrática es esta la que acaba ganando? No lo sabremos si no planteamos la batalla.