domingo, 15 de marzo de 2020

Algo en lo que creer

Nickolas Butler
Algo en lo que creer
Traducción de Álvaro Marcos
Libros del Asteroide, 2020

"Porque -y esto todavía es cierto- existen pequeños pueblos en todo el mundo, tan íntimos y conectados, que el dolor o la alegría de uno de sus habitantes puede ser compartido por sus vecinos con la misma intensidad".


La primera novela de Butler, Canciones de amor a quemarropa, fue un gozoso descubrimiento, confirmado con la posterior El corazón de los hombres. A lo largo de un año, de una primavera a la siguiente, en esta nueva novela Butler nos introduce en la vida de Lyle Hovde y su esposa Peg, que llevan toda su vida habitando en la pequeña y languideciente localidad de Redford, en el Winsconsin más rural, ejemplo de esa América tan profunda como vaciada:

"En ocasiones, Lyle oía a la gente de La Crosse o de Eau Claire despotricar contra el desarrollo urbano y el crecimiento descontrolado de las ciudades, y, en gran parte, suponía, llevaban razón. ¿A quién le gustaba ver cómo los campos y los bosques eran devorados por carreteras y aparcamientos, invadidos de repente por edificios de aspecto ofensivo y construidos a toda prisa? Para muchos, se imaginaba, la reacción automática era la tristeza, la rabia o alguna forma de duelo. Durante toda su vida, sin embargo, Lyle no había hecho más que ver cómo su pueblo natal, Redford, su calle principal, sus tiendas, sus restaurantes, bares e iglesias se iban vaciando hasta tener que cerrar, y con el tiempo los locales quedaban abandonados o incluso se venían abajo. Y para Lyle, aquello suponía una tragedia mayor que la del avance del comercio, pues mucho de lo que una vez había amado había desaparecido para siempre".

En una comunidad profundamente religiosa, desde la muerte de su único hijo, siendo un bebé, Lyle mantiene una relación difícil con Dios: "Era como si, desde entonces, le hubieran drenado la voluntad de creer, la energía para hacerlo". Lo cual no es obstáculo para que el pastor luterano de la localidad, Charlie, sea uno se sus mejores amigos. Tampoco para seguir acudiendo a su iglesia de siempre (donde fue bautizado y confirmado, donde se casó y donde se celebrará su funeral), si bien más por rutina que por fe: "Aunque Lyle había dejado de creer, nunca dejó de ir a la iglesia del todo. De hecho, con frecuencia sospechaba que no era el único, que millones de cristianos, judíos, musulmanes, budistas, taoístas y mormones de todo el mundo acudían a sus iglesias, templos y mezquitas tanto por rutina u obligación como por fe o convicción reales".

Ahora su vida gira en torno a Peg (que "lo había asido de la mano mucho tiempo atrás y que no lo iba a dejar caer por más que ambos estuvieran asomados a un precipicio que se desmoronaba"); a su amigo Hoot (unos años mayor, fumador empedernido y de salud frágil); al huerto de manzanos propiedad de los excéntricos Otis y Mabel Haskell, donde trabaja algunas horas cada día no por lo poco que le pagaban a cambio, "sino porque los ciclos del huerto le brindaron algo que había estado echando en falta sin ni siquiera darse cuenta: sentido"; y, sobre todo, a su nieto Isaac, vástago de su hija adoptiva, la compleja Shiloh, que hace cinco años regresó a casa como joven madre soltera.

La tragedia y el conflicto irrumpirán en la vida de Lyle y Peg cuando Shiloh entable relación con una iglesia no denominacional de creencias fundamentalistas, entre las que destaca la curación de cualquier enfermedad a través de la oración. En un entorno sectario, el alejamiento de Shiloh y, con ella, de Isaac, de su madre y padre adoptivos, se acrecentará cuando la joven inicie una tóxica relación sentimental con Steven, el pastor de esa iglesia.

A partir de este momento, Lyle tendrá que enfrentarse a la tarea de cuidar de su amigo Hoot, afectado por un cáncer, de salvar el huerto de manzanos, amenazado por una fuerte helada en el mes de mayo y, por encima de todo, de recuperar a su nieto y a su hija. Tres luchas relacionadas, tres luchas que pueden leerse como una misma batalla por la vida: "Estamos salvando un huerto. Supongo que hay cosas más disparatadas en el mundo que salvar árboles".

Una hermosa novela de sentimientos y emociones, con descripciones de paisajes, ambientes y personajes sutiles y profundas. Unas historias que, pese a la distancia geográfica y cultural, podemos sentir como propias.

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