sábado, 8 de noviembre de 2014

Imanol, 10 urteko ausentzia



Este año, cuando se cumple el décimo aniversario de la muerte de Imanol Larzabal, en Lugaritz Kultur Etxea tendrá lugar la última edición de las jornadas Imanol Oroituz. Con tal fin se han organizado una exposición de fotografías y objetos personales del cantante, que permanecerá abierta gasta el próximo día 16, un documental producido por Pausoka y un concierto, que tendrá lugar hoy mismo a las 19:00 horas. ¡Cuánto siento no poder asistir a este concierto!

La primera vez que vi y escuché en directo a Imanol sería el año 1976 o 1977, en el cine que por aquel entonces había en Alonsotegi. Sus mordaces comentarios, entre canción y canción, hacia la burguesía nacionalista vasca y hacia la Iglesia católica, provocaron la airada deserción de una buena parte del público asistente, euskaldun-fededun, y el regocijo de otra buena parte, compuesto fundamentalmente por peceros del EPK, todavía poli-milis de EIA, txinos y troskos. Y aunque todos mis "mayores" estaban entre los que se iban, yo me quedé, fascinado por lo que estaba pasando (y porque entre quienes se quedaban y aplaudían estaban mis primos, que con este y otros gestos rompían públicamente con el nacionalismo tradicional de sus familias). Cuando, muchos años después, le recordé a Imanol este concierto, aún se reía como un niño travieso al recordar la estampida.
Después de ese vinieron más kantaldis, pero sobre todo vino el homenaje a Yoyes en Ordizia, aquel 18 de octubre de 1986.
Así que, aunque hoy no esté, estaré.


Patriotas de una época

En Orihuela tenía que ser. Allí donde se nos mueren como del rayo aquellos con quienes tanto hemos querido. Desde que Miguel Hernández escribiera la conmovedora elegía a la muerte de Ramón Sijé, Orihuela es y no es Alicante. Lo es en el sentido estrictamente físico, geográfico. Pero más allá de este limitado sentido Orihuela es el territorio espiritual que ocupan y estercolan, siempre demasiado temprano, compañeros y compañeras del alma derribados por manotazos duros, por golpes helados, por hachazos invisibles y homicidas. En Orihuela tenía que ser donde Imanol Larzabal exhalara su último aliento. Imanol, de quien he sido compatriota. Compatriota de época.

Escribe Joseph Roth que, contra todas las apariencias, influye más la época en que vivimos que el lugar de nacimiento: "Ninguna patria da a sus hijos tantos rasgos específicos y comunes como una época a los suyos". Es por eso que puede hablarse de espacios de tiempo, patrias que no están definidas por unos límites territoriales sino por unas coordenadas temporales. Nuestra tarea, siempre según Roth, es la de construir nuestra patria a partir de aquellos rasgos en los que se manifiesta lo mejor de la época que nos ha tocado vivir; hacer de aquellos espacios y experiencias en los que se manifiesta, aunque sea de manera precaria, lo que es bueno, digno y decente, nuestra auténtica patria: "Nuestra época es nuestra patria. Y nuestro deber, nuestra ley, nuestro futuro no es otro que actuar, establecernos por tanto, en aquellos sectores en los que sabemos que el bien tiene su morada y desde los que escuchamos su llamada. Incluso nuestra época tiene uno de esos sectores. Ésa sería nuestra patria, la verdadera. ¿Tener una patria? No se trata de eso. Sólo se tiene una patria cuando se la encuentra, es decir, cuando se ha escuchado la llamada del bien".

En octubre de 1986 comenzó a definirse en Euskadi un espacio de tiempo que, con el paso de los años, llegó a constituir la verdadera patria de muchas personas. Una patria a la vez interior y exterior a la patria física y política. Una patria elegida. No creo generalizar abusívamente una experiencia personal si digo el asesinato de María Dolores González Cataráin fue fundamental para la definición de una época que, a la larga, nos dotó de unos rasgos comunes mucho más definitorios y consistentes que el año o el lugar de nacimiento de cada cual. Las iniciativas de condena de ese asesinato, comenzando por el homenaje celebrado en Ordizia el 18 de octubre, en el que la voz de Imanol llenó la plaza del mercado (sus columnas diseñaban, aquella noche lluviosa en un pueblo de ventanas cerradas, un extraño templo), continuando con la impactante campaña Contra el silencio de la Asociación pro Derechos Humanos, los manifiestos de artistas e intelectuales o de ex miembros de ETA, el surgimiento de la Coordinadora Gesto por la Paz y de la Asociación por la Paz de Euskalerria ("Ha comenzado en Euskadi una nueva lucha antifascista", escribió Juan María Bandrés en EL PAÍS el 28-10-86), fueron aquellos sectores en los que el bien tuvo su morada en una época de horror y de vergüenza. Una época caracterizada así por el editorialista de EL PAÍS en aquellos días: "En Euskadi ha dejado de ser novedad esa particular forma de pasividad moral consistente en que cada cual llore exclusivamente a los suyos mientras contempla impasible las víctimas producidas en el campo vecino".

"Cada persona puede encontrarse bien en cualquier sitio, pero el lugar donde mejor puede sentirse, donde se da la posibilidad de mayor plenitud, de mayor felicidad para ella es en su país de origen", escribía Yoyes en su diario el 9 de enero de 1981. Qué paradoja: el asesinato de una mujer cuyo amor vivísimo por su lugar de origen fue truncado por los patriotas de la muerte está en el origen de la construcción de una patria epocal definida por la lucha contra el mal absoluto de la indiferencia moral. Imanol fue patriota destacado de esa patria, que él cantaba así: "Nire euskaltasuna baso bat da, eta ez du zuhaitz jenealogikorik. Nire euskaltasuna bide bat da, eta ez du zaldizkorik. Nire euskaltasuna bertso bat da, eta ez du txapelik. Nire euskaltasuna pekatu bat da, eta ez du mea-kulparik ".
Todavía hoy esa vasquidad, esa patria vasca sin árboles genealógicos, caballeros ni txapelas sigue siendo un proyecto. Y hoy hay uno menos para construirla.


martes, 4 de noviembre de 2014

No da para un asalto

Tal vez el cielo no se tome por consenso, pero ¿y el parlamento? Podemos ha sido la rotavator que ha removido el compacto y resecado campo político español, agostado por décadas de partitocracia. Como un joven topo armado de modernas tecnologías ha ido excavando bajo el terreno aparentemente inmutable del bipartidismo imperfecto que desde 1977 caracteriza el espacio electoral español, aireándolo, esponjándolo, oxigenándolo, hasta convertirlo en terreno fértil para la experimentación social y la emergencia de nuevas especies políticas. Ya sólo por esto, por haberlo removido todo, por habernos despertado de la narcolepsia colectiva en la que poco a poco íbamos sumiéndonos como consecuencia de la deriva esclerodemocrática del sistema institucional surgido de la Transición, Podemos merece nuestro reconocimiento y aplauso. No sé lo que ocurrirá en el futuro en la política española, pero lo que ocurra no será peor que lo que había.
Pero los datos demoscópicos que vamos conociendo no dan para un asalto al parlamento.
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domingo, 2 de noviembre de 2014

Tres historias muy oscuras y otra que no




Galveston




El estreno de la editorial Salamandra en el género negro no ha podido ser más acertado.
"Hay ciertas experiencias a las que no puedes sobrevivir; después ya no existes de verdad, aunque hayas esquivado la muerte. Lo que pasó en mayo de 1987 está pasando todavía, sólo que han transcurrido vente años y lo que pasó es únicamente un relato. Estamos en 2008 y yo camino con mi perra por la playa. Al menos lo intento. Ya no puedo caminar ni rápido ni bien". Lo dice Roy Cady, el protagonista de Galveston.
¿Hace más daño la compasión que el cáncer? ¿Salvarse uno mismo que salvar a otros? No hay redención en esta historia, al menos no en su expresión más pura.

El leopardo (Harry Hole, 8) (Jo Nesbo)

¡Pero cuándo dejará de sufrir tanto Harry Hole! No creo que haya un personaje tan atormentado en la novela negra como este policía noruego.
El leopardo nos devuelve a un Hole haciendo, más que nunca, honor a su apellido: hundido, roto por dentro y por fuera tras su dramática experiencia anterior con el caso del Muñeco de Nieve.
Novela de crímenes atroces, novela de búsqueda de un despiadado asesino en serie, novela sobre todo de elecciones morales: ¿qué hacer cuando tu padre te pide que acortes su agonía? ¿y cuándo debes elegir entre salvar una vida u otra? ¿y si para acabar con un criminal que amenaza a tu compañera debes arriesgar la vida de un rehén inocente?
Curioso que aún no exista ninguna referencia a esta novela en la página de Roja & Negra.

Un sábado con los amigos

En este caso sin Montalbano, Camilleri convierte una aparentemente banal cena de sábado entre antiguos amigos en un sombrío y fallido acto de catarsis.
Casi un guión, escrita con una economía narrativa más propia del teatro que de la novela, el autor desaparece como narrador y se convierte en un simple "contador", alguien que tan sólo nos va describiendo lo que ocurre, dejando que sea la lectora o el lector quien juzgue lo que está ocurriendo. 
Camilleri nos convierte en voyeurs de una tragedia ajena. Van pasando cosas, observamos todo lo que ocurre, pero él no nos dice nada. Tan sólo va señalando con el dedo esos detalles que, de no hacerlo, podrían pasarnos desapercibidos: esa sonrisa aparentemente cómplice de Fabio hacia Matteo, el leve roce entre las caderas de Matteo y de Rena, los dedos entrelazados de Anna y Andrea...

El pasado, algunos pasados, siempre nos están esperando más adelante, nunca quedan atrás.




Esto es otra cosa. Vuelve George Hayduke, el duro e insobornable ecoguerrero, y reúne a la Banda de la Tenaza para salvar el desierto de Arizona de los dueños de todo, que quieren convertirlo en un negocio de urbanizaciones, minas de uranio y campos de golf:
- Pero maldita sea, George, nos han batido, no hay nada que podamos hacer ya, hicimos todo lo que pudimos y nos vencieron. Son los propietarios del Gobierno, George, lo sabes. Son los propietarios de los políticos, de los jueces, de los medios, del ejército, de la Policía. Son los propietarios de todas las putas cosas de las que necesitan apropiarse.
- No se han apropiado de mí. No se han apropiado de ti.
Hayduke, un Thoreau moderno, desobediente civil pero en absoluto pasivo, que prefiere despeñar excavadoras antes que tumbarse a su paso para detenerlas. Y un desopilante y colorista 15-M animosamente enfrentado a la destrucción del desierto:

Esa gente esta loca. Quiero decir que está loca de remate, es la movida más rara y más friqui y más majara que... que yo haya visto en los días de mi vida. la mitad se la pasa tocando unos tambores mientras la otra mitad da saltos de rana alrededor. Hay un viaje de gente que no lleva puesta nada de ropa. Otro viaje de gente va vestida como Jeremías "ComeHígados" Johnson y llevan avancargas y gorros con cola y collares garras de oso y cuchillos Bowie de dos pies de largo. Hay un viaje de niños por todas partes, la mayoría de ellos desnudos como los parieron. Y otro viaje que parecen como Ángeles del Infierno -y llevan sus Harleys-. Pero los más raros de todos son unos que llevan camisas deportivas y corbatas de lazo y fuman en pipa y se pasan todo el tiempo hablando sobre ética biocéntrica. Y hay una pequeña manada llamada Rayos y Centellas, o algo así, que piensan que cualquier modo de celebración o aplauso es maleducado y destructivo y tratan de que toda esa turba de majaras -debe haber unos mil ahora mismo-, intentan que todos ellos prohíban los chillidos, los gritos, las palmas, cualquier tipo de ruido, y las Centellas creen que podrían hacer una especie de meneo de las manos en el aire, más o menos así... -Hatch intentó ilustrar sus palabras con un grotesco movimiento de las muñecas para gestualizar el movimiento de un pájaro cerca de sus oídos. Hoyle y Boyle se quedaron mirándolo verdaderamente fascinados.

miércoles, 29 de octubre de 2014

VII Informe sobre exclusiòn y desarrollo social en España

Ya está disponible, en acceso abierto, el VII Informe sobre exclución y desarrollo social en España, impulsado por la Fundación Foessa.

















El capítulo 6 ha sido elaborado, entre otras y otros, por Xabier Aierdi, Patricia Campelo, Marian Ispizua, Amaia Izaola y Cristina Lavía, compañeras y compañeros de la UPV/EHU, y por María Silvestre, de la Universidad de Deusto.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Pensar institucionalmente la RGI

Los pasados 11 y 12 de octubre, sábado y domingo, el profesor de la UPV/EHU Pedro José Chacón y el diputado general de Álava Javier de Andrés publicaron sendos artículos en el diario EL CORREO a propósito del debate provocado por el alcalde de Vitoria sobre la RGI y las personas inmigrantes. Ese mismo domingo me senté ante el ordenador y redacté el artículo que reproduzco a continuación, y que EL CORREO ha publicado hoy en sus páginas de opinión. 
No es posible acceder a la versión digital de ninguno de los tres artículos, por eso no incluyo ningún link. Pero aprovecho para recomendar otro, este sí accesible a través de la web del diario, escrito por su subdirector, Pedro Ontoso: "¿De quién son los pobres en Euskadi?".

Pensar institucionalmente la RGI

El politólogo Hugh Heclo considera que pensar en las instituciones no es lo mismo que pensar institucionalmente, ya que el simple “pensar en” no indica nada necesariamente respecto de nuestra posición hacia los valores y los fines que una determinada institución encarna. “Aceptar esos valores y fines –advierte Heclo- y participar de ellos como agentes morales es lo que nos hace  ser parte de la institución”; y esta participación es la que, de manera recíproca, “hace que la institución pase a ser una parte importante de quiénes somos, aún cuando no tenga nunca por qué definirnos plenamente”. Pensar en las instituciones es un pensar desde fuera, un pensar distanciado, exterior, necesario para no sucumbir bajo el peso de la burocratización y la inercia, pero insuficiente para dar cuenta del orden normativo que existe más allá de la formalización organizativa de una determinada institución. Pensar institucionalmente no es, por tanto exactamente lo mismo que pensar en términos organizativos o burocráticos.
Traigo esta referencia a colación porque me sorprende que, en sendos artículos publicados por este diario, ni mi colega de la UPV/EHU Pedro José Chacón (“La valla de Melilla y la RGI vasca”, sábado 11 de octubre) ni el diputado general de Álava Javier de Andrés (“Integración y RGI”, domingo 12 de octubre) hayan considerado adecuado reflexionar sobre el actual modelo vasco de política social desde una perspectiva interna, contentándose con una mirada externa al mismo. El resultado de su reflexión da la razón a Heclo cuando señala que “«pensar en» puede en realidad disminuir nuestras facultades para «pensar desde» unos términos institucionales”.
Compartiendo su preocupación por mejorar la eficiencia de nuestro sistema de ayudas sociales, me preocupa que el diputado general de Álava conceda tan poca importancia a las posibles consecuencias sociales derivadas de “endurecer” el acceso a las ayudas sociales, como exigir diez años de empadronamiento o negárselas a personas “en situación irregular”. Consecuencias que afectarían a varios miles de personas, algunas fuentes hablan de 30.000, que se encontrarían de la noche a la mañana en la precariedad más absoluta. Suponer que este “ahorro” en términos puramente económicos no tendría consecuencias sociales es la única manera de que el balance resulte positivo. Pero esta suposición no se sostiene: como muestran Wilkinson y Pickett en su imprescindible investigación Desigualdad: un análisis de la (in)felicidad colectiva, la desigualdad sale muy cara. Una muestra extrema de esa externalización de los costes sociales la encontramos cuando se refiere a la existencia en los registros de Lanbide de más de 2.800 personas de las que no consta su nacionalidad y se pregunta: “¿A dónde van a ser repatriados si delinquen o incumplen con las más básicas obligaciones?”. Lo que yo me pregunto es si de verdad ha pensado ya cómo procedería, en su caso, a “repatriar” a varios miles de personas: con qué recursos policiales o legales y a costa de qué recursos morales lo haría.
Por otro lado, como sabe perfectamente Pedro José Chacón, en el ámbito de la ciencia social no abundan las “verdades del barquero”: la ciencia social transita siempre por el estrecho sendero de la objetivación de realidades significativas de las que forma parte la propia persona que hace ciencia. Y de esta regla epistemológica no se libran tampoco las “predicciones” o los “anuncios” que pueda hacer Javier Maroto respecto de un supuesto efecto llamada que haría saltar el sistema por los aires. No sé por qué le parecen más dignas de atención dichas predicciones, convertidas en el único soporte de su artículo, y no los diversos estudios sobre la RGI en los que “no se considera la variable de un aumento desmesurado de la inmigración extranjera”, a pesar de que el propio Chacón los considere “muy buenos”.
En la historia reciente de nuestro país hemos sufrido en diversas ocasiones la exclusión categorial de una parte de nuestros convecinos, reducidos a la condición de “cacereños” (como narra y denuncia Raúl Guerra Garrido en su novela de 1969, que Pedro José Chacón tan bien conoce) o motejados de “españolazos” (como habrá sufrido muy de cerca Javier de Andrés), en ambos casos tachados de “población sobrante”. Si algo hemos aprendido del pasado, cualquier crítica al funcionamiento actual de la RGI debería evitar la extranjerización de personas que ya están y quieren seguir viviendo con nosotros.
El 7 de marzo de 1989 el entonces consejero de Trabajo y Seguridad Social del Gobierno Vasco, José Ignacio Arrieta, explicaba en un artículo las razones por las cuales, en medio de una pésima situación económica (con un 21,6% de paro, superior a la media española; con una fuerte reducción de la renta per cápita: Bizkaia pasó del segundo puesto en renta familiar disponible en 1971 al puesto 21 en 1985), Euskadi había decidido impulsar un modelo de garantía de ingresos pionero en España: “El día de hoy va a marcar en Euskadi y en el resto del Estado español el inicio de una forma distinta de articular socialmente el país. A partir de esa fecha, los ciudadanos que en el País Vasco más están padeciendo las desigualdades derivadas del actual entramado socioeconómico van a empezar a obtener una respuesta solidaria desde sus instituciones. Y esto ha sido así porque en Euskadi hemos asumido la marginación no como un problema del que la padece, sino de la sociedad, y como tal, su solución no puede ser patrimonio de nadie, sino responsabilidad de todos”.

Esa perspectiva profundamente integradora, que no desconoce los problemas ni renuncia a ganar en eficiencia, es la verdad institucional que subyace a nuestro modelo social. Me gustaría que este artículo contribuyera a articular una perspectiva institucional compartida sobre la RGI: preocupada por sus posibles disfunciones en la actual coyuntura histórica, pero fiel y agradecidamente comprometida con la intuición moral que estuvo en su origen y a la no debemos renunciar. 

martes, 21 de octubre de 2014

Más sobre ayudas sociales, RGI e inmigración

El domingo pasado EL DIARIO VASCO publicó una larga entrevista sobre las ayudas sociales, la RGI y la inmigración. Agradezco sinceramente al periodista Juanma Velasco su interés, intención y conocimiento de los temas tratados. Todas su preguntas fueron muy relevantes.
Creo que el diario no permite el acceso abierto a todas sus noticias. Reproduzco como imagen el pdf de la publicación, que he podido obtener gracias al inmenso e impagable trabajo de documentación que hace el SIIS.
Por cierto, y tirando del SIIS, no sé si aquí es posible acceder a la noticia desde cualquier ordenador personal, o sólo desde la UPV/EHU. Por si acaso, lo pongo.






domingo, 19 de octubre de 2014

Corrupción, indignación y ataúdes de 1,30


Nos vemos allá arriba

Nos vemos allá arriba, de Piérre Lematrie, es una hermosísima novela. El horror que destila su primer capítulo, que nos sitúa en los últimos pero no por ello menos dramáticos días de la Primera Guerra Mundial, no nos abandonará durante un buen rato. Sin embargo, no se trata de una novela sobre la guerra y sus efectos sobre las personas y las sociedades que la sufren. Este es el escenario, pero podría haber sido otro. Tampoco es una novela carente de ironía y humor.

Novela coral, no hay personaje que carezca de importancia. Novela moral, no hay situación cuyo desarrollo y desenlace no nos plantee profundos interrogantes. Llena de personajes heridos y mutilados, tanto en un sentido físico como espiritual o psicológico, que sin embargo componen una radiografía bastante exacta de lo que los seres humanos somos capaces de hacer y de ser, de lo mejor y de lo peor.

Al terminarla esta tarde no he podido evitar relacionar a uno de sus protagonistas, el ambicioso e inmoral capitán Henri d'Aulnay-Pradelle, con cualquiera de los muchos corruptos de tarjeta black convencidos de que cualquiera de sus muchas atribuciones (sueldos de escándalo, regalos en especie, tarjetas opacas) se debían a su natural valía y, por tanto, nada debían reflexionar al respecto:

Para Henri, el mundo se dividía en dos categorías: las bestias de carga, condenadas a trabajar duro, ciegamente, hasta el final, a vivir al día, y los seres elegidos, que tenían derecho a todo [...]. Henri d'Aulnay-Pradelle, yerno de Marcel Péricourt, héroe de la Gran Guerra, millonario a los treinta años, destinado a los mayores éxitos, que circulaba a más de ciento diez kilómetros por hora por las carreteras del Orleanesado y que ya había atropellado a un perro y dos gallinas. Bestias de carga, una vez más, todo se reducía a lo mismo. Los que vuelan y los que sucumben.

Queriendo hacerse rico enterrando los cadáveres de soldados franceses en ataúdes fabricados con madera barata de tan sólo un metro treinta de longitud, a menos y peor madera más margen de beneficio, aunque para ello hubiera que  trocear los cuerpos, Pradelle actúa con la misma displicencia que han mostrtado Rato y Blesa en su declaración ante el juez Andreu:

¿Cómo era posible que no prestaran más atención a los gastos con esas tarjetas? Ahí coincidieron Rato y Blesa en que eran cantidades muy pequeñas comparadas con lo que ganaban.

Pero en la novela hay también un personaje en principio secundario, un viejo, extravagante y no muy agradable funcionario público que, a pesar de encontrarse al final de una vida personal y profesional desgraciada, decide que no va a permitir tamaña injusticia:

Lo que siguió fue el resultado de una curiosa alquimia en la que se combinaban la siniestra atmósfera de aquellos cementerios (que le recordaban el desastre de su vida), el carácter vejatorio del bloqueo administrativo que se le había impuesto y su habitual rigidez: un funcionario tan probo como él no podía conformarse con hacer la vista gorda. Aquellos jóvenes caídos, a los que nada lo unía, eran víctimas de una injusticia y  no tenían a nadie más que a él para repararla. En pocos días, eso se convirtió en una idea fija. Esos muertos empezaron a obsesionarlo, como un amor, unos celos o un cáncer. Pasó de la tristeza a la indignación. Montó en cólera.

Y no he hablado nada de la sorprendente historia de Albert Maillard y Édouard Péricourt, los verdaderos protagonistas de la novela. Tal es la riqueza de este excelente libro...