sábado, 9 de noviembre de 2019

Enseñarle a hablar a una piedra

Annie Dillard
Enseñarle a hablar a una piedra
Traducción de Teresa Lanero Ladrón de Guevara
Errata Naturae, 2019

"El planeta no es tanto una nave espacial -la nave espacial Tierra- como un manglar desprotegido, bello y sin ataduras. Las personas comenzamos pequeñas tiempo atrás y, desde entonces, hemos acumulado una gran cantidad de suelo reconfortante y fangoso de cultura humana. En él hemos echado raíces; lo llevamos con nosotros a través de la nada, a ningún lugar. [...] Un manglar a la deriva [...]. A su paso, crea su propio suelo, se balancea al azar sobre el mar salado, día y noche, alrededor del sol, alrededor del sol hacia el este de Hércules".

Cuando hace dos años leí el anterior libro de Annie Dillard, Una temporada en Tinker Creek, quedé atrapado por su estilo narrativo y por su capacidad para aproximarse (y aproximarnos) a la naturaleza combinando poesía, ciencia y espiritualidad. Rasgos que vuelven a caracterizar este libro. Lo que dije entonces lo repito ahora:
un libro maravilloso, para leer a sorbos, reposadamente, para releer y repensar.
La única diferencia tiene que ver con la localización geográfica de las observaciones de Dillard: si el primer libro transcurre íntegramente en las montañas Blue Ridge, en los Apalaches de Virginia, en esta ocasión la autora nos lleva también hasta el Polo Norte, las islas Galápagos, la Amazonía ecuatoriana o el estrecho de Puget, un amplio sistema de fiordos y valles glaciares por los que el océano Pacífico se adentra en la costa noroccidental de los Estados Unidos, concretamente en el estado de Washington.

Por lo demás, la lectura de este libro me lleva a reencontrarme con una escritora total, tocada por el don de la sensibilidad y la capacidad para descubrir la belleza en los lugares más insospechados, capaz de escribir con profundidad no exenta de gracia sobre la avispa cartonera que choca contra una vidriera, sobre la comadreja a la que envidia por su capacidad de vivir "como se supone que debe vivir, cediendo en cada momento a la perfecta libertad de la simple necesidad", sobre los exploradores polares victorianos y su sobriedad narrativa o sobre la superación de su "feroz educación anticatólica" y sus vivencias y reflexiones durante la misa dominical:

"Semana tras semana presenciamos el mismo milagro: ese Dios es tan poderoso que puede aguantar la risa. Semana tras semana  presenciamos el mismo milagro: ese Dios, por insondables razones, se abstiene de hacer trizas nuestra actuación de osos danzantes. Semana tras semana Cristo lava los pies sucios de los discípulos, agarra sus dedos y repite: 'Lo creáis o no, está bien ser gente'. ¿No es increible?".

Atención al detalle, sentido del humor, capacidad de asombro, sensibilidad hacia el misterio y mucho conocimiento científico hacen de cada uno de los textos que componen este libro una ocasión para el disfrute más pleno. Espero que Errata continue publicando en español los libros de Annie Dillard.

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