lunes, 28 de octubre de 2024

Las furias

John Connolly
Las furias
Traducción de Mar Rodríguez Vázquez y Vicente Campos González
Tusquets, 2024

 "La vida no es justa, pero es más dura para unos que para otros, y las mujeres, las personas de color y los pobres siempre se cuentan entre las personas sobre las que se ejerce más control y a las que se les imponen más limitaciones. Quienquiera que afirme algo distinto miente, y quienquiera que favorezca esa injusticia es un estafador. Aquí termina la lección".


Las Furias o Erinias son divinidades mitológicas que perseguían y atormentaban a quienes habían cometido crímenes no castigados, especialmente aquellas acciones malvadas ejecutadas contra personas particularmente vulnerables, como las personas ancianas, madres y padres, o personas socialmente marginadas como las que sobreviven con la mendicidad. Por sus actividades eran relacionadas con el Hades, el Inframundo, y Esquilo las denominó "hijas de la Noche", pero también se las conocía con el título de Euménides o "las benévolas".

John Connolly se mueve con maestría en estos contextos en los que mito y realidad, justicia y venganza, oscuridad y luz, se entremezclan. En este libro, el vigésimo primero de la serie dedicada al detective Charlie Parker, Connolly reúne dos historias independientes, "Las hermanas Strange" y "Las furias", vinculadas por el hecho de que en las dos la violencia machista es parte fundamental de la trama. Junto con siniestros coleccionistas de monedas muy antiguas, misteriosos símbolos rúnicos, entidades que habitan en el interior de seres no plenamente humanos, referencias religiosas, espeluznantes asesinatos, niñas espectrales. Y junto con el Braycott Armas, un hotel que el paso del tiempo había convertido en "una mancha en el carácter de la ciudad de Portland, una desgracia sobre sus habitantes y un depósito de criminalidad". Y mujeres fuertes, muy capaces de cuidarse de sí mismas.

Cada nueva novela de Connolly es siempre un regalo. En este caso, dos.

"Tiempo atrás conocí a un escritor que creía que algunos hombres eran moralmente tan corruptos que su depravación cobraba una expresión física, en otras palabras, su deformidad moral se manifestaba como una alteración de sus facciones o su constitución. Me dio la impresión de que esa idea era una variación de la frenología o la fisiognomía, esas convicciones psudocientíficas ya desacreditadas según las cuales la forma del cráneo o del rostro de alguien podían revelar los rasgos esenciales de su carácter. Si eso fuera verdad, el trabajo de hacer cumplir la ley sería muchísimo más sencillo: no habría más que meter en la cárcel a todos los feos. Pero la maldad -la verdadera maldad, no las prosaicas travesuras humanas nacidas del temor, de la envidia, de la ira o de la codicia- es experta en ocultarse, porque quiere sobrevivir y persistir. Solo se muestra cuando está preparada o cuando se le fuerza a hacerlo; ni siquiera el mal puede librarse de las normas de la naturaleza".

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