Los pasados 19 y 20 de junio participé en las jornadas "Más allá de Gaza: ¿un punto de inflexión para Europa?", organizadas por UNRWA Euskadi y por ZAS!, la Red Vasca AntiRumores.
Moderadas por Bárbara Ruiz Balzola, que enmarcó la conversación a partir de un demoledor diagnóstico de la situación de extrema emergencia que sufre la población de Gaza, lo que se nos propuso fue hacer una breve intervención inicial por parte de cada ponente para entrar luego en las siguientes cuestiones:
- Asistimos desde hace décadas a un proceso de deshumanización de la población palestina. Proceso que se ha intensificado desde el 7 de octubre y que busca despojar a los habitantes de Gaza de su humanidad, retratarlos de tal manera que se pueda justificar que familias enteras sean aniquiladas, o bloques enteros de apartamentos sean destruidos. ¿cuáles son las claves de este discurso? ¿Cómo es posible que tenga éxito?
- Palestina podría ser el campo de batalla ético de nuestro tiempo. Asistimos a un fracaso moral sin precedentes que opera bajo la mirada constante de la comunidad internacional. Aun así, la situación continúa deteriorándose de manera corrosiva y horrible. La gente sufre cada día más y hay cada vez menos capacidad de preservar la dignidad. ¿Significa Gaza un cambio de paradigma?
- Recientemente Irene Khan, Relatora Especial de las Naciones Unidas para la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión alertó de que la crisis de Gaza se está convirtiendo en una crisis global de la libertad de expresión, con previsibles repercusiones a largo plazo. ¿Qué podemos esperar?
- Debilitamiento del sistema internacional y de sus normas: somos testigos de una guerra asimétrica, sin normas, sin distinción de civiles y combatientes, donde la propia asistencia humanitaria se ha convertido en objetivo. Decía la presidenta del Comité de la Cruz Roja recientemente que “la razón por la que se creó la convención de Ginebra es para evitar un guerra en la que se usen todos los medios al alcance. No se puede deshumanizar y destruir completamente al otro sin cuestionar el sistema legal que se creó sobre la base de la experiencia de la II Guerra Mundial” ¿Qué precedentes sienta esta situación para el futuro?
Por definición una conversación tiene una dinámica propia, es una interacción viva, que se desarrolla por caminos muchas veces imprevistos. Y así fue, en estos dos actos. En todo caso, comparto aquí las notas que preparé para que me sirvieran como base para la conversación.
[1] INTERVENCIÓN INICIAL
“Por mucho que uno lamente y hasta desee de algún modo expiar la pérdida de vidas y el sufrimiento infligido a inocentes debido a la violencia palestina, pienso que sigue existiendo también la necesidad de decir que ningún movimiento nacional ha sido tan injustamente castigado, difamado y sometido a una venganza desproporcionada por sus pecados como el palestino” (p. 26). Esto escribía en 1992 Edward W. Said, palestino, destacado intelectual, en el prefacio a una nueva edición de su ensayo La cuestión palestina, publicado originalmente en 1979. Me parece importante repetirlo hoy:
Por mucho que yo vuelva a lamentar y condenar el ataque de Hamas del 7 de octubre, las víctimas mortales provocadas, los secuestros y los actos de violencia sexual, incluida violación y tortura sexualizada reportados por Pramila Patten, Representante Especial del Secretario General de la ONU sobre la Violencia Sexual en los Conflictos, nada de esto puede hacernos olvidar o relativizar el hecho de que Palestina sufre desde 1948 “un proceso concreto y constante de desposesión, de desplazamiento y de apartheid colonial de facto” (Said, p. 89). Y esto no es algo que solo esté ocurriendo ahora.
Aunque alguno más que otros, todos los estados-nación surgen de procesos de inclusión-exclusión, protección-expulsión, atracción-desplazamiento. Todos los estados-nación tienen su origen en operaciones de manipulación biopolítica de la población sobre la que se construyen, operaciones que exigen el ejercicio de formas diversas y muchas veces extremas de violencia física y simbólica.
Desde esta perspectiva, el caso del Estado de Israel es paradigmático. El Estado de Israel se fundamenta en una operación de eliminación de la población palestina:
- En 1895, Theodor Herzl [fundador del sionismo] anotaba en sus Diarios que había que hacer algo con los palestinos autóctonos: “Tendremos que hacer desaparecer a la población indigente a través de la frontera buscándole empleo en los países de tránsito, al tiempo que le negamos cualquier empleo en nuestro propio país. Tanto el proceso de expropiación como el de eliminación de los pobres deben realizarse de manera discreta y circunspecta” (Said, p. 63).
- Observaciones de Moshé Dayán en abril de 1969: “Vinimos a este país que ya estaba poblado por árabes, y aquí estamos estableciendo un Estado hebreo, es decir, judío. En considerables zonas del país [el área total era aproximadamente del 6 por ciento] les compramos las tierras a los árabes. Donde había pueblos árabes se construyeron pueblos judíos. Ustedes ni siquiera saben los nombres de aquellos pueblos árabes, y no les culpo, puesto que aquellos libros de geografía ya no existen; no solo no existen los libros, sino que los pueblos árabes tampoco están allí. Nahalal [el propio pueblo de Dayán] surgió en lugar de Mahalul, Gevat en lugar de Jibta, [Kibutz] Sarid en lugar de Haneifs, y Kefar Yehoshua en lugar de Tell Shaman. No hay ni un solo lugar construido en este país que no tuviera una antigua población árabe (Haaretz, 4 de abril de 1969)” (Said, p. 64).
El escritor israelí S. Yizhar publicó en 1949 Hirbet Hiza. Un pueblo árabe, una narración breve en la que un soldado del recién creado Estado de Israel narra el desalojo de uno de esos miles de pueblos árabes que ya no existen. Hay un momento del libro especialmente significativo:
“Desconozco si antes de dirigirse hacia los camiones les habían dicho lo que les esperaba, es decir, adónde los llevaban. Sea como fuere, su aspecto y su forma de moverse no evocaban más que la imagen de un rebaño asustado y obediente que suspiraba en silencio y que no sabía preguntar, a pesar de lo cual alguno que otro parecía temerse lo peor y sin necesidad de palabras dejaba traslucir su más profundo pavor, por la sospecha de que lo que estaba sucediendo allí era que se los llevaban para ejecutarlos” (p. 108).
¿No nos recuerda a algo? El propio autor se lo pregunta y nos lo pregunta unas páginas más adelante: “Camiones… ¿qué me recordaban?” (p. 125).
En 1948 hubo aproximadamente 780.000 árabes palestinos desposeídos y desplazados. Fueron las primeras refugiadas y refugiados palestinas, que hoy suman casi seis millones. Víctimas de una asombrosa -por su magnitud, su éxito y sus consecuencias- operación de borrado propia de los procesos de colonización del siglo XV. Pero esta operación de borrado de todo un pueblo se produjo en el siglo XX, en un momento histórico en el que nacía la idea de los derechos humanos fundamentales, a la vista de todas, perfectamente documentado.
Y es que no podría ser de otra manera. Recordemos la denominada Declaración Balfour de noviembre de 1917 por la que el gobierno británico se comprometía a "ver favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío" y que durante mucho tiempo representó la base jurídica de las pretensiones sionistas sobre Palestina. A pesar de que en el texto se decía expresamente que "no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina", lo cierto es que que se trata de una propuesta realizada por una potencia europea, que afecta a un territorio no europeo, sin tener en cuenta la opinión de la población autóctona residente en dicho territorio (Said, p. 66). Un ejercicio evidente de colonialismo.
Este es el pecado original de la creación del Estado de Israel. Y quienes pagan este pecado son las refugiadas y los refugiados expulsados de Palestina y, hoy, la población de Gaza..
[2] DESHUMANIZACIÓN DE LA POBLACIÓN PALESTINA
Es la pregunta que se hace y nos hace Michael Ignatieff en El honor del guerrero (Taurus, 1999, p. 40): “¿Qué tiene que ocurrir para que unos vecinos ignorantes por completo de pertenecer a civilizaciones opuestas comiencen a pensar y a odiar en esos términos? ¿Cómo llegan a detestar y demonizar a los que una vez llamaron amigos? ¿Cómo, en definitiva, se siembra, un grano tras otro, la semilla de la paranoia mutua en el terreno de una vida común?”. Y Peter Maas en Love thy neighbor: A story of war (Vintage Books, 1997, p. 14): “¿Cómo puede un hombre despertarse una mañana y disparar en la cara a su vecino y, por si fuera poco, tal vez violar a su esposa? ¿Cómo puede olvidar, como si nunca hubiera existido, el mandamiento de amar a su prójimo?”.
La estrategia es bien conocida y, desgraciadamente, fue cruelmente experimentada por los judíos europeos. Se trata de poner en marcha un proceso de 1º extrañamiento (construcción social de la otredad), 2º distanciamiento social, 3º indiferencia moral, 4º violencia. Lo he analizado aquí.
En el caso de la población palestina se trata de un proceso de deshumanización que no empezó hace dos décadas, sino mucho antes. Hablamos de un proyecto colonial, por lo que esta deshumanización es consustancial e imprescindible:
- “La política israelí de contraataques punitivos (o terrorismo de Estado) parece haberse propuesto matar de 50 a 100 árabes por cada víctima judía. La devastación de los campos de refugiados, hospitales, escuelas, mezquitas, iglesias y orfanatos libaneses; las detenciones sumarias, deportaciones, destrucciones de casas, mutilaciones y torturas de palestinos en Gaza y Cisjordania; el empleo de una retórica venenosa y deshumanizadora por parte de los principales políticos, soldados, diplomáticos e intelectuales israelíes para caracterizar todos los actos de resistencia palestinos como terroristas y a los palestinos como inhumanos («cucarachas», «saltamontes», «alimañas de dos patas», etc.); todo esto, junto al número de víctimas palestinas, la magnitud de las pérdidas materiales, las privaciones físicas, políticas y psicológicas, ha excedido en mucho el daño causado por los palestinos a los israelíes” (Said, p. 26-27).
- Entrevista con el general Gur, jefe del Estado Mayor del ejército israelí (Al-Hamishmar, 10 de mayo de 1978):
RESPUESTA: […] ¿Desde cuándo la población del sur del Líbano se ha vuelto tan sagrada? Sabían perfectamente lo que hacían los terroristas. Tras la matanza de Avivim, hice bombardear cuatro pueblos del sur del Líbano sin autorización.
P: ¿Sin hacer distinciones entre civiles y no civiles?
R: ¿Qué distinciones? ¿Qué habían hecho los habitantes de Irbid [una gran ciudad en el norte de Jordania, de población principalmente palestina] para merecer que les bombardeáramos?
P: Entonces, ¿usted afirma que la población debe ser castigada?
R: Por supuesto, y nunca he tenido ninguna duda sobre eso. Cuando autoricé a Yanouch [diminutivo del comandante del frente del norte, responsable de la operación libanesa] a utilizar la aviación, la artillería y los tanques [en la invasión], sabía exactamente lo que hacía. Hoy son treinta años, desde el momento de nuestra guerra de Independencia hasta ahora, los que llevamos luchando contra la población civil [árabe] que habitaba en los pueblos y ciudades, y cada vez que lo hacemos se plantea la misma pregunta: ¿debemos o no atacar a los civiles?" (Said, pp. 43-44).
[3] ¿SIGNIFICA GAZA UN CAMBIO DE PARADIGMA?
Desgraciadamente, no. Antes de Gaza fueron los campamentos de Sabra y Chatila, masacrados entre el 16 y el 18 de septiembre de 1982 por milicias cristianas libanesas con la plena connivencia del Ejército israelí que en ese momento ocupaba el país. Los últimos estudios cifran entre 3.000 y 3.500 los palestinos asesinados en aquel episodio, considerado por las Naciones Unidas como genocidio contra el pueblo palestino en una histórica resolución de su Asamblea General ese mismo año mediante su resolución 37/123 d (2). La mayoría de las víctimas documentadas fueron mujeres, niños y ancianos, que sufrieron también violaciones, amputaciones y todo tipo de vejaciones.
Y mucho antes, entre el 9 de abril y 11 de abril de 1948, fue la matanza de Deir Yassin, el asesinato de entre 107 y 120 civiles palestinos y la violación de numerosas mujeres por comandos terroristas del Irgún. Unos actos de los que el mundo pudo tener conocimiento a través de un libro convertido en bestseller, Oh, Jerusalén, de los afamados periodistas Dominique Lapierre y Larry Collins. Un libro publicado en español en 1972, que seguro tuvimos en muchos de nuestros hogares. Un libro que, como analiza John Dixon en un interesante artículo publicado en Jerursalem Quaterly y recogido en la web del Institute for Palestine Studies, a pesar de que “un objetivo central del libro es reforzar el mito israelí de la autodefensa”, este revela “hechos que los relatos sionistas estereotipados previamente suprimieron”, entre ellos la matanza de Deir Yassim, con descripciones atroces de lo sucedido, que llevaron al representante de la Cruz Roja Internacional, el suizo Jacques de Reynier, testigo presencial, a escribir en su Diario: “Chicos y chicas muy jóvenes corrían en todas direcciones armados hasta los dientes con pistolas, metralletas, granadas e incluso grandes cuchillos. […] Era el equipo de limpieza, que cumplía concienzudamente su cometido. Ello me hizo pensar en los SS que vi en Atenas durante la guerra” (Oh Jerusalén, p, 283).
De manera que más que un cambio de paradigma Gaza hoy es la continuación de un paradigma que, desgraciadamente, parece consolidarse: el de la brutalización del mundo.
[4] CRISIS GLOBAL DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
La expresión libre es preciosa. Y la libre expresión informada lo es aún más, en este tiempo de fake news y de "verdades alternativas". La construcción de esta libre expresión informada ha convertido a las y los periodistas gazatíes (las únicas que pueden informar desde dentro, al impedir el ejército israelí el acceso a periodistas extranjeros) no sólo en testigos sino en mártires: alrededor de 150 han sido asesinados hasta el momento.
Por eso, tenemos que desarrollar al máximo nuestra capacidad de atención y recepción, seguir con dedicación toda la información que sale desde Gaza y ampliarla, extenderla, reproducirla. Y al hacerlo no tener miedo a que nos acusen de lo que en ningún caso somos (de judeofobia, de antisemitismo).
Es importante insistir en que quien recuerda a Auschwitz y a los camiones que trasladaban judíos al exterminio es un soldado, escritor, parlamentario y profesor universitario israelí, el ya citado Yizhar.
O que quien se refiere a las acciones de expulsión de la población palestina para constituir el nuevo Estado de Israel como “limpieza étnica” es el historiador Ilan Pappé, nacido en Haifa de padres judíos alemanes emigrados a Palestina en los años treinta del siglo XX huyendo del nazismo, reclutado a los dieciocho años durante la Guerra de Yom Kippur, en 1973. Lo hace en un libro imprescindible en el que no duda en contar así el inicio de esa limpieza étnica, de una manera que no puede dejarnos de recordar aquella oscura Conferencia de Wansee del 20 de enero de 1942, cuando 15 funcionarios de alto rango del gobierno alemán y del partido nazi se reunieron en una casa ubicada en el suburbio de Wannsee, en Berlín, para hablar sobre la implementación de la “solución final” y coordinarla: “En este edificio, la fría tarde del miércoles 10 de marzo de 1948, un grupo de once hombres, conformado por veteranos líderes sionistas y jóvenes oficiales militares judíos, pusieron los toques finales a un plan para la-limpieza étnica de Palestina” (Pappé, p. 10).
[5] DEBILITAMIENTO DEL SISTEMA INTERNACIONAL.
Las Naciones Unidas despliegan personal militar para operaciones de paz precisamente desde 1948, año en que el Consejo de Seguridad autorizó el despliegue de observadores militares en el Oriente Medio para vigilar el cumplimiento del Acuerdo de Armisticio entre Israel y sus vecinos árabes.
El personal militar de las Naciones Unidas puede tener, entre sus tareas:
• Proteger a civiles y al personal de las Naciones Unidas.
• Vigilar una frontera en litigio.
• Vigilar y observar los procesos de paz después de un conflicto.
• Ofrecer seguridad en una zona en conflicto.
Es evidente que la intervención de la ONU está más que justificada: 40.000 civiles asesinados (son solo las muertes directas y los cadáveres recuperados, The Lancet eleva hasta 186.000 al incluir las posibles víctimas bajo los escombros y las muertes que seguirán produciéndose incluso tras el alto el fuego por enfermedades provocadas por la invasión), 193 trabajadoras y trabajadores de UNRWA asesinados.
Pero para intervenir directamente en Gaza, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China y Rusia) deben estar de acuerdo. Y esto es imposible.
Es fundamental dotarnos de herramientas civiles para la intervención. Extender, reforzar y radicalizar experiencias como la iniciativa Rumbo a Gaza y la Coalición Internacional de la Flotilla de la Libertad. ¿Nos imaginamos una flotilla de cientos de barcos? ¿O una suerte de Brigadas Internacionales de Paz dispuestas a intervenir en defensa de la población civil?
[6] FUTURO
“Sin embargo, ni los israelíes ni los palestinos tienen realmente una opción militar contra el otro; este hecho resulta tan chocante ahora como lo era cuando escribí La cuestión palestina hace trece años. La tarea del pueblo palestino sigue siendo todavía la de asegurar su presencia en la tierra, y, por una serie de medios, persuadir a los israelíes de que solo un acuerdo político puede aliviar el asedio mutuo, la angustia y la inseguridad de ambos pueblos. No hay ninguna otra alternativa secular -es decir, real- aceptable” (Said, p. 39. Prefacio a la edición de 1992).
Michel Warschawski, militante de la izquierda radical israelí, condenado a prisión por su apoyo a organizaciones palestinas ilegales, defiende la solución de un solo Estado binacional, laico:
“Hay que hacer entender, asimismo que, a diferencia de otras situaciones colonialistas, la mayoría de los israelíes carecen de «madre patria» a la que podrían retornar, y que, en consecuencia, luchará entre la espada y la pared, o mejor dicho, entre la espada y el mar, es decir, con la energía de quien no tiene nada que perder; ello si no se les ofrece una propuesta suficientemente creíble y seductora. En su opinión, toda propuesta que no les reconozca como un colectivo nacional y no les garantice soberanía y medios de autodefensa no resulta aceptable, sobre todo después de Auschwitz” (En la frontera, Gedisa, 2004, p. 76).
Para ello, la identidad israelí deberá descolonizarse: "La identidad israelí se forjó en un proceso de colonización y mediante una doble destrucción: la de la existencia de la población árabe indígena y la de la identidad, o, mejor, de las identidades judías anteriores al sionismo" (Warschawski, p. 259). Para convertirse en una identidad fronteriza (forjada en el intercambio, en la interacción permanente con los y las vecinas, plural, mestiza) y diaspórica, cosmolita:
"Si se reapropiara de esta herencia, el israelí de mañana podría conformar una nueva identidad fronteriza, en la que se amalgamarían Varsovia y Casablanca, Alepo y Berlín, una identidad volcada hacia Damasco y Alejandría, abierta al mundo y permeable a la diferencia. El proyecto sionista creyó que la redención de la existencia judía sólo sería posible rompiendo con nuestro pasado judío y volviendo la espalda a nuestro entorno árabe. Por el contrario, sólo volviendo a encontrar sus raíces judías y abriéndose a la dimensión árabe de su identidad y de su entorno, la sociedad israelí podrá finalmente construir su vida con normalidad y proyectar serenamente el porvenir de sus hijos" (Warschawski, p. 262-263).
Amos Oz, escritor y uno de los fundadores del movimiento pacifista israelí Shalom Ajshav (Paz Ahora), defiende la solución de los dos estados, como señaló la resolución 181 (II), de 1947: “Por mucha pena que me dé, no veo otra posibilidad. Solo se me ocurre un ejemplo de Estado plurinacional que funciones, y ese es Suiza. En todos los demás, en Chipre, Yugoslavia y la Unión Soviética, acabaron en terribles baños de sangre. Los palestinos no tienen adónde ir. Los judíos israelíes tampoco se van a marchar. Pero tampoco podemos convertirnos en una sola familia, feliz y bien avenida. Somos dos familias desgraciadas y mal avenidas. Lo que tendríamos que hacer es dividir la casa en dos apartamentos pequeños y aprender a darnos los buenos días cuando nos encontremos por la mañana en el portal. Quizá así algún día hasta llegaríamos a tomarnos un café juntos. Pero necesitamos esa casa para dos familias”.
La propuesta de una confederación palestina-jordana tomó alguna fuerza entre los años 1948 a 1967. Basada en el hecho de que el 60% de la población de Jordania es palestina, su aplicación práctica pasaría porque la población palestina de Cisjordania aceptara trasladarse al país Hachemita. Justamente unos de los obstáculos es que la población palestina no reconoce a la monarquía que gobierna Jordania. Tampoco la población de este último país acepta la llegada de más de cuatro millones de palestinos. El rey Abdalá II de Jordania ha rechazado la posibilidad de establecer una confederación con Palestina y ha recalcado que esto es una "línea roja".
Curioso que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, se haya mostrado partidario de una confederación triangular que incluya a Israel, lo mismo que ha defendido recientemente el filósofo Michael Walzer.
No sé cuál puede ser la fórmula, pero es imprescindible garantizar ya, no mañana, no dentro de un tiempo, el derecho a tener derechos de todas y cada una de las personas que conforman el pueblo palestino. Lo que no será posible sin desmontar la ocupación colonial del territorio palestino.
Una cosa es cierta e indiscutible entre tanta incertidumbre: que la lucha del pueblo palestino por su supervivencia no va a detenerse.
"En ese momento vimos a una mujer que iba en un grupo junto a dos o tres más. Llevaba de la mano a un niño de unos siete años. La mujer tenía algo especial. El aspecto era el de una persona enérgica pero que sabía dominarse y que sobrellevaba su pena con dignidad, tanto que las lágrimas que le resbalaban por las mejillas parecían no pertenecerle. [...] Se diría que esa mujer era la única que sabía exactamente lo que estaba sucediendo, hasta el punto de que me avergonzaba ante ella y bajé los ojos. Era como si con aquella marcha resonara un potente y odioso grito que bien podía significar 'malditos seáis'. [...] Fuimos conscientes de que se trataba de una madre coraje a la que la templanza y la voluntad de sobrellevarlo todo en la vida con valentía le habían marcado las arrugas del rostro, y ahora que su mundo había desaparecido no estaba dispuesta a derrumbarse ante nosotros [...]" (Hirbet Hiza, pp. 117-118).
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