sábado, 25 de junio de 2011

Negativas y subversiones para construir más y mejor democracia

Robando horas al fin de semana con el fin de satisfacer su inmoderada gula, el librívoro da buena cuenta del último Vattimo y del último Bensaïd. Y entre otras cuestiones de enjundia, cree descubrir en los escritos de ambos reflexiones que parecen pensadas desde/para/en/según el rizomático 15M/DRY.

Cita Bensaïd un fragmento de "Le Refus" (La negativa, 1958), de Maurice Blanchot:
En cierto momento, frente a los acontecimientos públicos, sabemos que debemos rechazar. El rechazo es absoluto, categórico [...]. Lo que rechazamos no carece de valor o de importancia. Es justamente a causa de ello que el rechazo es necesario. Hay una razón que ya no aceptaremos, hay una apariencia de sensatez que nos produce horror, hay un ofrecimiento de acuerdo y de conciliación que no escucharemos. Se produce una ruptura. Hemos sido llevados a esa franqueza que no tolera la complicidad. A lo que añade el recientemente fallecido filósofo y militante francés:
¡Indignación en mediaticolandia! Despecho de los fabricantes de opinión, abofeteados por lo que pensaban que eran sus dóciles criaturas. Fractura social abierta. Intensa herida narcisista de las vacas sagradas. ¡El "no" al referéndum sobre el tratado constitucional no sabría qué sí defiende! ¿Y qué? No hay necesidad de definir en positivo la justicia para rebelarse cotra la injusticia. ¿Por qué siempre "positivizar"? Lo negativo también tiene sus virtudes [Daniel Bensaïd, Fragmentos descreídos, Icaria, Barcelona 2010].

En cuanto a Vattimo, dos reflexiones originalmente publicadas en 2002, al calor de aquellos girotondi de cuya experiencia nuestras indignadas e indignados bien pudieran aprender:
Naturalmente, no pensamos renunciar a la lucha parlamentaria, al esfuerzo de ganar las elecciones. Pero el futuro de la democracia, si todavía lo tiene, pasa por una combinación aún inédita de esta acción política institucional con la presión "subversiva" que, aquí y ahora, resulta cada vez más indispensable para garantizar, justamente, la supervivencia de las instituciones.
Y más adelante:
Nadie quiere encomendarse sólo a la calle, evidentemente. Pero tampoco se puede aceptar una actitud que al final se resume en un "dejad trabajar en paz" a los parlamentarios y sesudos reformistas. ¿Basta con la acción parlamentaria para obtener leyes que respeten los derecho de los trabajadores y los valores fundamentales de la Constitución (de la libertad de información a la división de los poderes del estado, del derecho a la instrucción a la libertad de investigación científica y la propia libertad del mercado frente a los monopolios y la corrupción)? [Gianni Vattimo, El Socialismo, o sea, Europa, Bellaterra, Barcelona 2011].

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