jueves, 25 de junio de 2020

Ser animal

Charles Foster
Ser animal
Traducción de Enrique Maldonado Roldán
Capitán Swing, 2018

"Dejando a un lado la posibilidad de la transformación chamánica, siempre existirá una barrera entre mis animales y yo. [...] El método, por tanto, no es otro que acercarse cuanto se pueda a la frontera y asomarse por encima de ella con cualesquiera instrumentos que estén disponibles. Este es un proceso radicalmente diferente a la mera observación. El observador típico, acurrucado con sus prismáticos en un escondite, no pretende responder a la vertiginosa pregunta de Anaximandro: '¿Qué ve un halcón?', por no hablar de la traducción moderna, ampliada y neurobiológica de este mismo interrogante: '¿Qué tipo de mundo construye un halcón cuando procesa en su cerebro la información que le transmiten sus receptores sensoriales y la ordena a la luz de su herencia genética y de su propia experiencia?'. Estas son mis preguntas".


¿Qué animal te gustaría ser? ¿Cuál es tu animal favorito? Son preguntas que nos hacemos (y respondemos) en muchas ocasiones. Nos identificamos con ciertos animales, nos tatuamos sus figuras, hablamos con algunos de ellos... Tiene razón Charles Foster cuando afirma que "parece haber una antigua y sincera necesidad de unir los mundos de los animales y de los humanos". Pero, a pesar de lo mucho que el animal humano comparte con los animales a secas, existe también una distancia evidente. ¿Una distancia insuperable? Una frontera, sí, pero ¿qué tipo de frontera? ¿Un muro de cemento que nos impide todo contacto, que nos condena a imaginar lo que ocurre al otro lado, o una frontera porosa, un trazo sobre el terreno, que nos permite la práctica ocasional del contrabando...?

Foster está convencido de esta segunda posibilidad, cree en nuestra capacidad para aventurarnos a través de la división o separación entre especies (el subtítulo del libro en inglés es, precisamente, "Adventures Across the Species Divide"). Para ello, profundiza en la literatura científica que analiza la fisiología animal con el fin de aproximarse racionalmente al mundo sensorial de los animales ("qué sucede en la nariz de un tejón y en las áreas olfativas de su cerebro cuando se arrastra por el bosque"), pero también intenta vivir de la forma más parecida a como lo hacen los animales a los que se aproxima: "Cuando estoy siendo un tejón, vivo en un agujero y como lombrices de tierra. Cuando estoy siendo una nutria intento pescar con los dientes".

Armado de grandes dosis de ciencia, experiencia y humor, Foster nos introduce en una cata de lombrices ("Las lombrices de Chablis tienen un regusto sostenido, mineral. Las lombrices de la Picardía son mohosas; saben a descomposición y a madera astillada. Las de la High Weald de Kent son frescas y sencillas..."); utilizará sus deposiciones (y las de sus jubilosos hijos) para marcar su territorio junto al río como hacen las nutrias; deambulará por las calles como hacen los zorros que habitan el crepuscular East End de Londres, ejemplo palpable de su magnífica plasticidad... Y aprenderemos muchas cosas sobre el acelerado metabolismo las nutrias ("para igualar la ingesta de las nutrias tendría que comerme a diario unos ochenta y ocho Big Macs [...] en seis horas de vigilia", es decir, "unos quince por hora"), sobre los asombrosos viajes de los vencejos o la asombrosa trigonometría del zorro cuando caza topillos guiándose por el sonido de sus chillidos...

El resultado es un libro entretenido y fascinante, aunque desigual. Los capítulos dedicados al tejón, la nutria y el zorro son, en mi opinión, los más logrados, en los que más se acerca a su objetivo; no tanto en los que dedica al ciervo y al vencejo. En cualquier caso, el libro es una perfecta combinación de erudición científica, observación naturalista y sentido del humor, como un Gerald Durrell cuya familia fueran, literalmente, "otros animales".

"Me senté desnudo y temblando en un brezal y vi las nubes abrirse. Nadé en las oscuras pozas del río East Lyn, donde descansan las anguilas. Cavé un agujero en la ladera de una colina en Gales y viví en él. me tumbe en el arcén de una carretera, indignado por los faros y sintiendo el asfalto temblar bajo mi cuerpo con el paso de los camiones".

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